miércoles, 9 de junio de 2021

LIBORIO JUSTO, PERFIL DE UN INDOMABLE.

Del prólogo de Daniel Campione a Masas y balas de Lobodón Garra (seudonimo de Loborio Justo)Buenos Aires : Biblioteca Nacional, 2007.

Dirigente de agrupaciones encuadradas en la izquierda radical por los últimos años treinta y los primeros cuarenta, narrador de relatos realistas, historiador con varias obras sobre Argentina y América Latina, fotógrafo tan amateur como eximio, viajero inveterado por latitudes disímiles y a vecesinsólitas, estudioso de la geografía y la fauna de regiones alejadas, habitante solitario por largos años de unas islas entrerrianas. Esos rasgos parecerían englobar varias biografías, sin embargo todos convergen en una sola persona: Liborio Justo.

Liborio vivió entre los años 1902 y 2003, dueño así de una vida centenaria que abarcó todo el siglo pasado y le permitió asistir al comienzo del actual. Fue un personaje múltiple, proteico. Ello incluyó el uso de seudónimos, ya que solía firmar sus producciones narrativas como Lobodón Garra, mientras que la mayoría de sus intervenciones políticas aparecían con el apelativo Quebracho, que en ocasiones utilizaba también para firmar su producción de temática histórica. 

Su temprana autobiografía, escrita antes de los 40 años, y titulada Prontuario lo muestra con una personalidad celosa de su independencia, un intelectual autodidacta (pasó sólo brevemente y sin graduarse por la universidad) con intereses muy vastos, que en lo ideológico se acerca primero al ideario democrático de la Reforma Universitaria, para definirse luego hacia la izquierda radical. 

Mientras reside en Nueva York, en los primeros años treinta, milita vendiendo el Daily Worker, periódico del Partido Comunista, y culminará un giro de 180 grados respecto al tipo de ideas y acciones que podrían esperarse de su pertenencia de clase original, ligada a apellidos patricios y a vastas fortunas. A la hora de dar una explicación a ese giro,menciona tres factores que signan su itinerario: 

"
a) la opresión social provocada por el orden existente que me impedía lograrla plenitud del desarrollo de mi personalidad, 

b) la opresión circunstancial derivada del encumbramiento político de un familiar 

c) la opresión nacional que resulta de la acción del imperialismo sobre la sociedad a que pertenezco.

"
Con respecto al segundo factor mencionado, haber pasado a ser el hijo del presidente argentino, Liborio ofreció una respuesta, en su provocativo estilo. Nos referimos al famoso grito ¡Abajo el imperialismo norteamericano! que profirió en 1936, en presencia del mandatario norteamericano, Franklin D. Roosevelt, y de su padre, el presidente argentino Agustín P. Justo, ambos reunidos en el recinto del Congreso Nacional. 

Sus cuentos sobre la Patagonia, publicados exitosamente bajo el título La tierra maldita –cuya primera edición fue de 1933, y que podrían ubicarse en un realismo social característico de la izquierda– le habían dado cierta notoriedad literaria, y preanunciaban su definición ideológica. Al tiempo de regresar de EE.UU. se vinculó con el Partido Comunista de Argentina, para producir poco después una ruptura pública con esa organización, que volcó en una carta abierta publicada en la revista Claridad. Básicamente, condenaba en ella el viraje comunista a la política de frentes populares  y se declaraba trotskista. 

A su ruptura con el PC hace referencia en Prontuario, fundándola allí en el rol jugado por el comunismo en torno a la revolución española: "Fue allí donde el papel nefasto del llamado partido ‘comunista’ aplastando la revolución popular junto con el socialismo’ amarillo y apuntalando con todo su aparato policial el carcomido régimen burgués de la República, se hizo tan evidente, que juzgué imposible, en ninguna forma, seguir como cómplice de actitud de tal naturaleza"; y luegocontinúa: "... ese partido, para mayor escarnio nuestro, está dirigido por un individuo lleno de grasa en el cuerpo y en el cerebro, y sin otra condición destacable que la flexibilidad de su columna vertebral frente a la burocracia del Kremlin: el súbdito italiano Vittorio Codovilla... Si todavía hay algún tonto que lo siga, la altura del maestro está indicando a las claras la altura de los discípulos".  El último pasaje constituye un buen ejemplo del furibundo estilo polémico que Liborio Justo conservó toda la vida, sin detenerse ante consideraciones personales o burlas de trazo grueso.

Militancia política y trotskismo

Al tiempo, Justo hará efectiva su incorporación a las corrientes trotskistas, que si bien desde hacía unos años habían iniciado su trayectoria en el país, todavía estaban reducidas a pequeños grupos, sin influencia real en el movimiento obreroni cohesión entre ellas. Él intenta jugar como un elemento dinamizador, apoyado en que era alguen con recursos intelectuales e incluso sociales y materiales aptos para cumplir un cierto rol de liderazgo, o al menos para instaurar una discusión más rica y más ligada a la acción que la existente hasta entonces. 

Al tiempo de comenzar su actividad, y vivir los choques entre personalidades y pequeños grupos, lanzó una fuerte crítica al accionar trotskista de toda la década anterior, en un folleto titulado "Cómo salir del pantano". 

Su énfasis teórico particular estaba puesto en el carácter semicolonial de Argentina:

"... ha sido, durante largos años, una especie de

apéndice económico de Inglaterra (...) Esta situa-

ción deformó por completo el desarrollo armónico

de las fuerzas productivas del país, paralizando su

evolución industrial y la consiguiente creación de

un mercado interno, al mismo tiempo que permi-

tiendo a la oligarquía ganadera argentina (en con-

nivencia con la burguesía comercial porteña) (...)

eternizarse en el poder hasta llegar a constituir el

principal freno al progreso de la República...". 

Eso lo llevó a debatir con los trotskistas que postulaban que Argentina poseía un mayor grado de desarrollo y era, por tanto, susceptible de que allí se desarrollara un proceso revolucionario de carácter inicial y definidamente socialista, sin atender al problema de la liberación nacional que planteaba Justo. 

Se entabló así un debate destinado a tener una duración muy prolongada, y que dio lugar a una profusa producción teórica e histórica dentro del trotskismo en particular y en el campo de la izquierda en general.

La organización creada por Liborio, el Grupo Obrero Revolucionario (GOR), se dispersó al poco tiempo de su creación, quedando reducido a pequeños grupos, con Liborio haciendo su balance en Centrismo, ooportunismo y bolchevismo, un trabajo que publicó en 1940. Luego logró reconstruir un núcleo que pasó a denominarse LOR (Liga ObreraRevolucionaria) polemizando con otra corriente, llamada LOS (Liga Obrera Socialista). 

El grupo de Justo sostenía la necesidad de un proceso de liberación nacional, con tareas democráticas, antiimperialistas y de transformación agraria.También reivindicaba la composición social de la LOR, con predominio obrero, frente al grupo "pequeño burgués" que lo enfrentaba. Se afirma en las historias del trotskismo que el aporte fundamental de Liborio a esa corriente fue haberle dado importancia a la cuestión nacional. 

Cuando los otros grupos trotskistas se unifican en el Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS), en 1941,

Liborio respondió acusando al representante de la Cuarta Internacional, que había sido mentor de esa unificación, de "agente imperialista" y, poco después, en 1942, planteó directamente la ruptura con la Cuarta Internacional. 

En esas} circunstancias la LOR se dispersa y Liborio se queda prácticamente solo. 

Escribió tiempo después el libro Trotski y Wall Street, en el que tildaba al propio Trotski de haber capitulado frente al gobierno burgués mexicano de Cárdenas, e incluso acusándolo de haberse puesto al servicio del imperialismo.

Seguirá sustentando esa peculiar posición sobre el revolucionario ruso hasta el final de sus días, como lo atestigua una

declaración de 1994:

"León Trotski, detrás del palabrerío revolucio-

nario que lo acompañó siempre, se alió al gobierno

burgués de Lázaro Cárdenas, atado al imperialismo

yanqui, hizo expulsar a sus partidarios revoluciona-

rios declarándose demócrata, buscando salvar su vida

o luchar mejor con su rival Stalin, y hasta se transfor-

mó en informante del gobierno de EE.UU. 

Mas allá de su opinión sobre Trotski, la obra del revolucionario ruso siguió siendo una de sus fuentes de inspiración.

En su libro Estrategia revolucionaria, de 1957, hará un balance de estos momentos fundacionales del trotskismo argentino, criticándole "un criterio erróneo y metafísico que trató de trasplantar al medio semicolonial de América Latina las consignas aplicables a los países europeos... Ignoraron la unidad de América Latina así como negaron la necesidad de su liberación nacional...". 

Fiel a su estilo polémico lapida a sus contendientes de la época, llamándolos, entre otros epítetos, "microcéfalos".

A partir de la disolución de la LOR en 1943, Justo ya no será un militante enuadrado en ninguna agrupación de izquierda, pero mantendrá inalterables sus ideas fundamentales, expresadas a través de su nada desdeñable producción escrita, volcada en buena parte a la temática histórica y política, con algunas incursiones cercanas a la ficción, y otras en la crítica literaria, sin descartar acercamientos a estudios geográficos y de ciencias naturales. 

Mas allá de su alejamiento del trotskismo, seguirá definiéndose marxista-leninista, asignándole centralidad a la problemática de la "liberación nacional" y adoptando posiciones de izquierda radical. El "latinoamericanismo" fue una característica permanente de Justo, asociado a un potente antiimperialismo que supo ver en su momento el giro desde la preeminencia del capital británico al período signado por el predominio no sólo económico sino político-militar de Estados Unidos. 

Dedicó parte de su obraa predicar la integración latinoamericana, y en particular un libro completo a la integración argentino-brasileña. 

En 1956, Milcíades Peña lo invitó a formar parte de la revista Estrategia, un intento unificador de la intelectualidad de izquierda. Tras una aceptación inicial, Justo rechaza el ofrecimiento, diciendo textualmente "prefiero quedarme solo", y eso pasa a ser una decisión cuasi definitiva. Liborio seguirá siendo un atento observador y estudioso de la realidad nacional, continental y mundial, pero sin formar parte de ninguna organización política, y ni dar lugar a discípulos o escuelas inspiradas por él. El trabajo en soledad se convierte en una característica suya inalterable.

En otro orden está su obra narrativa, en la que refleja sus propias experiencias de vida, de viajero y explorador. La tierra maldita, original de 1933, es producto de sus viajes por la Patagonia austral. 

Su experiencia de poblador de las islas del Ibicuy durante varios años dio como resultado Río Abajo, también una serie de relatos.Su estancia en el Ibicuy tal vez haya tenido que ver con el abandono de la militancia política activa, contrapesando el tiempo pasado en el febril mundillo de las agrupaciones trotskistas con la vida en parajes poco poblados y aislados. El Quebracho de las fuertes polémicas y los folletos críticos del orden de cosas existente y de las otras corrientes revolucionarias, parece haber dejado paso a un período signado por la soledad y la reflexión, quizá no casualmente contemporáneo a la entronización del peronismo, situación política difícil para quienes no cultivaban el peronismo pero tampoco el antiperonismo clásico, como era el caso de Justo.

Al volcar esa experiencia en la escritura, se reafirmó su tendencia realista, hasta despiadada, a la hora de pintar al ser humano en conflicto con la naturaleza y sumido en la soledad.

El abandono de la militancia organizada no implicó que Justo dejara de intervenir políticamente a través de sus escritos, sobre todo en la década de los 50 y los 60, desde su ya citada Estrategia revolucionaria, hasta su enfoque crítico sobre las guerrillas en Bolivia, pasando por escritos sobre experiencias como la Unidad Popular chilena o la llamada Revolución Peruana.

Una obra destacable es su libro dedicado a la revolución boliviana de 1952. 16 Esa obra aparece entroncada en un internacionalismo ligado a la visión de "revolución continental", y a un entusiasmo reflexivo pero muy intenso frente a la gran movilización de masas trabajadoras e indígenas, y frente al extraordinario hecho del ejército derrotado en lucha abierta por los mineros y otros sectores obreros. En su capítulo final no se ocupa tanto de la "traición" de los dirigentes "burgueses" como de las falencias de los revolucionarios a la hora de comprender la situación y tomar el proceso revolucionario efectivamente en sus manos. 

Su publicación en 1967, por la misma época de la guerrilla del Che, puede tener que vercon el propósito de presentar a una revolución proletaria, con una situación en su momento de "doble poder" que la dirigencia revolucionaria habría malogrado, como contracara del llamado "foquismo" de las guerrillas.

De la misma época es su folleto sobre la guerrilla boliviana, en el que defiende la tesis de la "excepcionalidad" del proceso revolucionario cubano, triunfante a raíz de haber sido la primera experiencia de ese tipo y por tanto irrepetible en otros países de América Latina. Además señala como un error específico el intento en Bolivia, donde existía un campesinado que ya había vivido un proceso de reforma agraria tras la revolución de 1952, y un movimiento obrero minero que no había recibido apoyo en sus luchas de los años inme- diatos anteriores. Su posicionamiento es, por tanto, contrario a la estrategia guerrillera, y apuesta a los levantamientos de masas, con amplio protagonismo obrero. 

En torno a los años sesenta comenzó a cultivar la escritura sobre la historia argentina, a la que percibía como estrechamente entrelazada con su historia familiar. Realizó un intento de historia argentina integral, en cinco tomos y un apéndice, Nuestra Patria Vasalla, cuya publicación abarcó cerca de un cuarto de siglo. Desde el tatarabuelo que luchó en las invasiones inglesas, hasta la india pampa que participó de su crianza, Justo parece considerarse a sí mismo un paradigma de identificación prolongada con estas tierras. 

Antes de comenzar Nuestra Patria Vasalla, Justo escribe: 

"En los años 1806 y 1807, Pedro Padroza, español, tatarabuelo del autor de este libro luchó contra los invasores ingleses... Cuatro años más tarde, James Harris, inglés, también tatarabuelo del autor, integró la tripulación de la escuadra deBuenos Aires que, al mando de Guillermo Brown, emprendió la lucha contra los españoles de Montevideo....". 

Liborio Bernal,su abuelo, luchó contra las montoneras de Chacho Peñaloza intervino en la guerra del Paraguay, fue comandante del fuerte de Carmen de Patagones, gobernador militar de Río Negro, y en 1893 fue nombrado interventor federal en la provincia de Santa Fe, donde participó en la represión a la insurrección de inspiración radical de ese mismo año. Sus antepasados de apellido Justo también tuvieron destacada actuación pública: uno fue gobernador de Corrientes, y su padre, general, primero llegó a ministro de Guerra y después a presidente de la Nación. Liborio escribe: 

"La historia de la República Argentina es, pues, en cierto

modo, para el autor de este libro (...) la historia de su familia y,

en ese sentido, considera tener derecho de hablar sobre ella y de-

cir al respecto todo lo que tiene que decir". 

Mas allá de cierto tono aristocratizante en la postura Liborio apunta allí a exponer la historia argentina desde su punto de vista antiimperialista y de necesidad de liberación nacional, algo que explicita desde el título y subtítulo de la obra: Nuestra Patria Vasalla. Historia del coloniaje argentino. 

El conjunto de la obra está presidido por la idea de que Argentina nunca ha alcanzado a ser una nación, que el sentimiento nacional quedó diluido detrás de un cosmopolitismo hijo del sometimiento a las metrópolis del gran capital.

La actuación pública y la escritura de Liborio Justo reconocen una coherencia indudable. Siempre se orientó al combate contra las fuerzas del establishment en sus variadas expresiones, oponiéndoles de modo invariable sus posiciones revolucionarias, articuladas en un antiimperialismo latinoamericanista, en clave de liberación nacional. 

El mismo espíritu impregna todas sus páginas, y a su servicio desarrolló su vitriólica vena polémica, que no perdonó ninguna expresión del poder, desde los gobernantes hasta los representantes de la cultura oficial, pasando por las grandes empresas, en particular las extranjeras. Su soledad fue sin duda expresiva de características personales, pero también de las deficiencias de articulación de una izquierda argentina aquejada de debilidad y dispersión.





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