viernes, 17 de marzo de 2023

Alvaro Yunque. #Boedo (La Parca lo encontró silenciado)

por Osvaldo Vergara Bertiche - El 8 de Enero de 1982, a los 92 años de edad, muere en la ciudad de Tandil, Provincia de Buenos Aires, el cuentista, dramaturgo, historiador, ensayista, periodista pero preponderantemente poeta (como a él le gustaba llamarse) Álvaro Yunque.

Silenciado por la dictadura del Proceso de Destrucción Nacional desde 1976. Prohibido y con libros quemados como tantos otros escritores y pensadores argentinos. La Parca, esa deidad que corta el hilo de la vida del hombre, lo arranca de entre nosotros cuando comenzaba la agonía del gobierno genocida.

Álvaro Yunque, seudónimo de Arístides Gandolfi Herrero, nació el 20 de junio deAlvaro Yunque. #Boedo (La Parca lo encontró silenciado) 1889, en la ciudad de La Plata.

Sus padres fueron Adán Gandolfi, nacido en Milán - Italia, y Angelina Herrero, argentina.

Por una suerte de capricho paterno o materno (o de ambos) o por espíritu lúdico, todos los hijos de este matrimonio (9 en total) llevan nombres (como sus padres) que comienzan con la letra A: Álvaro (el mayor), Arístides, Ángel, Adrián, Angelina, Augusto, Ada, Alejandro y Alcides.

Si bien su hermano Ángel adoptó el seudónimo de Ángel Walk y fue pionero, junto con su esposa, Olga Casares Pearson, del radioteatro argentino, la estrella de la familia siempre fue Álvaro, quien a partir de 1922 se convierte en uno de los grandes animadores de las letras argentinas; definiendo y otorgándole a su literatura un sentido popular.

RETRUQUE A UN POETA DE FLORIDA

¿Pa' vos es una blasfemia
que yo afile versos rantes?
Seguí vos con tu Academia,
yo me junto con Cervantes.

¿Vos le negás tu versada
a las chusmas del suburbio;
vos sos agua filtrada
y ellos son arroyo turbio?

No esperaré que apadrines
nuestro canyengue, es bastardo;
vos seguí con tus latines,
yo me quedo en mi lunfardo.

Veremos, a fin de cuentas,
quién de los dos era el turro,
si vos con tus ornamentas
o si yo con mi champurro*.

Ya alumbraremos la vida
si nos da fósforo el genio;
vos, poeta de Florida,
yo del arrabal porteño.

jueves, 9 de marzo de 2023

ADÁN

por César Tiempo #boedo - Como aún no se había creado el Registro Civil no podemos saber la fecha exacta de su nacimiento. Tampoco su apellido. Este pudo ser Godson —equivale a hijo de Dios en inglés— pero resulta que Adán nació antes que Inglaterra, de modo que tenemos que seguirlo llamando Adán a secas. Su nombre, leído a la usanza hebraica, es decir de atrás para adelante, es Nada, como la N de Leandro N. Alem. De ahí extrajo su teoría existencial Jean Paul Sartre al afirmar que todo es nada, pues si Adán es el hombre por antonomasia y el hombre es todo, la filosofía corrosiva y apocalíptica del autor de La Náusea aspira a demostrar que no somos nada, mucho antes de ser trasladados a la quinta del ñato para contemplar el mundo desde la raíz de la lechuga. De todos modos el nombrecito le está bien aplicado porque Dios fabricó a Adán de la nada, es decir de un trozo de barro mojado por la niebla.

Según todas las presunciones Adán fue el primer hombre. Charles Darwin, que no alcanzó a conocerlo, apenas se casó escribió un libro titulado The origin of the species by means of natural selection donde trató de convencernos de que el hombre descendía del mono, cosa que puso de mal humor a los lectores de la Biblia y de buen humor a los gorilas. Adán no se enojó porque no pudo enterarse. No leía los diarios. ¡Carencias y privilegios de la antigüedad despreocupada y feliz!

Adán vivió una infancia dichosa en el jardín del Edén, solo como un punto sobre una jota. No iba a la escuela, no hacía mandados, no se cortaba el pelo, no lo fotografiaban redondo y desnudo para los álbumes de las tías.

Para distraerlo, el Creador inventó los animales y Adán se encargó de darles los nombres correspondientes. Muchas veces nos hemos preocupado por conocer el origen de las denominaciones. Por qué el perro se llama perro, la vaca vaca, el gato gato, el león león. Ahora lo sabemos. Porque así se le antojó a Adán. De algún modo tenía que llamarlos. Y él los llamó de ese modo. Mejor dicho, primero los llamó a gritos. Después por sus nombres.

Adán crecía y aquellos juegos empezaron a cansarlo. Resolvió hablarle al señor Dios.

—Tata, ¿no le parece que pasarse la vida entre animales no es una cosa muy divertida?

—¿Te gustaría ir al cine? Te lo invento.

—Solo no. Tendría miedo.

—Bueno, mientras haces la siesta voy a pensarlo.

Adán se durmió, el Creador le extrajo una costilla, la rellenó y formó a la mujer. (¡Ahora no va a venir Darwin a decirnos que también desciende del mono...!) Así nació Eva, tan hermosa que, al verla, sólo atinó a decirle:

—¡Ave!

Con lo que inauguró el vesrre, antes que los profetas del lunfardo.

Adán y Eva jugaron a todo lo que pueden jugar dos muchachos sanos y fuertes. Pero los mismos juegos terminan por hartar. Y Eva, con más imaginación que Adán, se puso a maquinar algo distinto. Pero como a un micronovelista de teleteatro en tren de fabricar el capítulo XXI, después de haber fabricado otros veinte reiterativos, abusivos y baldíos, no se le ocurría nada. Una serpiente vino a sacarla del apuro. No olvidemos que las serpientes suelen ser verdes. Le aconsejó a Eva, todo inocencia, comer el fruto del árbol prohibido. Un manzano enraizado en los alrededores del Edén, así como se sale, a la derecha, cuyas manzanas se reservaban para las grandes ocasiones. Las manzanas eran de tipo carasucia, pero el Señor las había lustrado esperando que brillaran por su ausencia. Eva empezó con los arrumacos y carantoñas de práctica. Y Adán mordió. Comieron.

Al enterarse de lo que habían hecho, Dios montó el picazo. Envió a Eva a un internado de señoritas y obligó a Adán a realizar las más duras tareas del campo. De primer hombre Adán se convirtió en el primer terrateniente. Cercó su campo y dijo: “Esto es mío”. Fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Juan Jacobo Rousseau en su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, sugiere que Dios hubiera ahorrado al género humano crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores si arrancando las estacas y cegando y borrando el foso, le hubiese dicho a Adán que era un impostor y que con su actitud estaba perdiendo para siempre a la humanidad al olvidar que los frutos son para todos y que la tierra no pertenece a nadie.

Adán, con tierras, desterrado, y entre animales solo, empezó a ser socavado por tremendas nostalgias. Logró filtrar su voz por la radio y acribillar de poemas alusivos a la mujer de sus sueños. Una de sus poesías empezaba así:

“Es otoño. Estoy triste. Pienso en ti. Caen las hojas...”

Eva se enteró mucho más tarde —cuando se le ocurrió viajar a Buenos Aires— que el alejandrino pertenecía a Pedro Miguel Obligado. Pero su amor por Adán se mantuvo invariable. Todavía tuvo tiempo de cantarle con música de Marina: “No es verdad que con la ausencia/del amor se extinga el culto/si en el alma vive oculto/con la ausencia crece más”. Cuando el Señor se enteró de esos trapicheos sentimentales se puso furioso. Resolvió que Adán moriría ese mismo día, pero como un día para la Divinidad son mil años, le permitió vivir 930, y los 70 restantes quedaron asignados como vida normal de sus descendientes.

Expulsados del paraíso, Adán y Eva tuvieron que ponerse a trabajar. Él se empleó en la Defensa Agrícola y ella se dedicó a los quehaceres propios de su sexo. Tuvieron tres hijos. Dos famosos: Abel y Caín. Y un tercero llamado Set que, llevado por su nombre, se dedicó al cine. Asistió a la imperdonable liquidación de Abel por Caín, liquidación cuyo saldo fue la creación del Código Penal, y filmó la escena fatídica, habiéndose perdido el rollo desgraciadamente en los incendios provocados durante la epidemia de fiebre amarilla. Pero que el episodio fratricida ocurrió tal como se cuenta, no podemos ponerlo en duda, pues Abel, efectivamente, dejó de existir. Caín se incorporó a la Legión Extranjera y se dejó la barba, cosa que parece contradictoria pero no lo es. Ya se sabe que en casa de herrero cuchillo de palo. Y él no era precisamente un herrero, sino un guerrero. Ahora cuesta reconocerlo. Eso sí, todavía tiene la captura recomendada.

Adán no tuvo abuela, ni suegra, ni tíos, ni sobrinos. Jamás se sacó una camisa porque jamás tuvo oportunidad de ponérsela. Jamás vio televisión. Jamás viajó en ómnibus. Jamás asistió a una mesa redonda. Fue un pan de Dios.

Además, fue el primer hombre que se atrevió a dar una vuelta a la manzana. Gracias a él, ustedes y yo estamos en el mundo. Gracias a él, a Adán —y naturalmente, a Eva. Y no, gracias al mono...


De Clara Beter y otras fatamorganas, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1974.
 
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Israel Zeitlin -más conocido por su seudónimo, César Tiempo- nació en Ekaterinoslaw (actualmente Dniepropetrowsk), Ucrania, el 3 de marzo de 1906. En diciembre de ese mismo año, llegó junto a su familia a Buenos Aires. Su infancia transcurrió entre los barrios Villa Crespo y San Cristóba. Falleció en Buenos Aires el 24 de octubre de 1980. Fue un escritor, periodista, editor, dramaturgo y guionista argentino.

https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9sar_Tiempo

 

 

martes, 7 de marzo de 2023

EL DÍA QUE FLORENTINO ARIZA SE FUE CON LA DISPOSICIÓN IRREVOCABLE DE NO VOLVER JAMAS.

"No le dijo a nadie que se iba, no se despidió de nadie, con el hermetismo férreo con que sólo le reveló a la madre el secreto de su pasión reprimida, pero a la víspera del viaje cometió a conciencia una locura última del corazón que bien pudo costarle la vida. Se puso a la medianoche su traje de domingo, y tocó a solas bajo el balcón de Fermina Daza el valse de amor que había compuesto para ella, que sólo ellos dos conocían y que fue durante tres años el emblema de su complicidad contrariada. Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el valse terminó con un silencio sobrenatural. El balcón no se abrió, ni nadie se asomó a la calle, ni siquiera el sereno que casi siempre acudía con su candil tratando de medrar con las migajas de las serenatas. El acto fue un conjuro de alivio para Florentino Ariza, pues cuando guardó el violín en el estuche y se alejó por las calles muertas sin mirar hacia atrás, no sentía ya que se iba la mañana siguiente, sino que se había ido desde hacía muchos años con la disposición irrevocable de no volver jamás."...
Gabriel García Marquez (fragmento de "El amor en los tiempos del cólera").

EL POEMA "AMANECER" DE BORGES, SOBRE LA FILOSOFIA DE BERKELEY .

George Berkeley, filósofo irlandés, muy influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo o inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la sustancia material. Analizó  las cosas sensibles y halló que estaban compuestas únicamente de impresiones sensibles, es decir, por representaciones o ideas formadas en nuestra mente. Identificó, por consiguiente a las ideas, que eran a su vez impresiones sensibles. A esto llamó Berkeley su idealismo.
Así, pues, haciendo abstracción de nuestras percepciones, para Berkeley las cosas sensibles no son nada. Por consiguiente sólo hay seres que perciben y son percibidos, o con otras palabras: "sólo hay ideas y espíritus..."
La idea fué recogida por J.L.Borges, como inspiración para escribir su poema "Amanecer", publicado en su libro de poemas "Fervor de Buenos Aires(1923)":

AMANECER

En la honda noche universal

que apenas contradicen los faroles

una racha perdida

ha ofendido las calles taciturnas

como presentimeinto tembloroso

del amanecer horrible que ronda

los arrabales desmantelados del mundo.

Curioso de la sombra

y acobardado por la amenaza del alba

reviví la tremenda conjetura

de Schopenhauer y de Berkeley

que declara que el mundo

es una actividad de la mente,

un sueño de almas,

sin base ni propósito ni volumen.

Y ya que las ideas

no son eternas como el mármol

sino inmortales como un bosque o río

la doctrina anterior

asumió otra forma en el alba

y la superstición de esa hora

cuando la luz como una enredadera

va a implicar las paredes de la sombra,

doblegó mi razón

y trazó el capricho siguiente:

Si están ajenas de sustancia las cosas

y si esta numerosa Buenos Aires

no es más que un sueño

que erigen en compartida magia las almas,

hay un instante

en que peligra desaforadamente su ser

y es el instante estremecido del alba,

cuando son pocos los que sueñan el mundo

y sólo algunos trasnochadores conservan,

cenicienta y apenas bosquejada,

la imagen de las calles

que definirán después con los otros.

¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida

corre peligro de quebranto,

hora en que le sería fácil a Dios

matar del todo Su obra!

Pero de nuevo el mundo se ha salvado.

La luz discurre inventando sucios colores

y con algún remordimiento

de mi complicidad en el resurgimiento del día

solicito mi casa,

atónita y glacial en la luz blanca,

mientras un pájaro detiene el silencio

y la noche gastada

se ha quedado en los ojos de los ciegos.

(J.L.Borges "Amanecer") Ver menos

sábado, 25 de febrero de 2023

MONIKA ERTL: LA MUJER QUE VENGÓ A ERNESTO GUEVARA.

En 1953 llegó a Bolivia una hermosa adolescente alemana de solo dieciséis años que se llamaba Monika Ertl. Iba a reunirse con su padre, el cineasta bávaro y propagandista de las SS (Schutz Staffel: Escuadras de Protección de Hitler), Hans Ertl (Múnich 1908- Bolivia 2000), que había escapado de Alemania cinco años antes, junto con numerosos asesinos nazis involucrados en crímenes contra la humanidad, entre ellos, Klaus Barbie, el conocido «carnicero de Lyon», al cual Monika llamaba «tío». Los trayectos de escape terminaban en paraísos seguros como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia. Esta milagrosa fuga se denominó ratlines o «ruta de las ratas», fenómeno que contó con el decidido apoyo de la Iglesia Católica y los servicios secretos de Estados Unidos.
Hans Ertl el padre de Monika llegó en un barco de la ratline y desembarcó en el archipiélago chileno de Juan Fernández, lugar donde realizó el documental Robinson en 1950. Luego viajó a Bolivia; se fascinó con la exuberancia de la selva, por lo que finalmente decidió establecerse en Chiquitania, un pequeño poblado a cien kilómetros de la ciudad de Santa Cruz en Bolivia. En 1951, compró una propiedad de 3,000 hectáreas en plena selva, entre la espesa vegetación brasileño-boliviana que llamó, nadie sabe por qué, «La Dolorida». En la sala principal, colgaba un retrato del papa Pio XII y afiches de películas que había realizado como camarógrafo junto a la conocida cineasta nazi, Leni Riefenstahl. Su vecino y amigo era nada menos que el futuro dictador boliviano, Hugo Banzer Suárez (1926-2002). Dos años más tarde, Hans recibía a su familia en una casa construida con material autóctono que fue el hogar hasta su muerte en el año 2000. Naturalmente, la enorme hacienda asombró a la joven Monika que esperaba encontrar a su padre en la clandestinidad como prófugo de la justicia europea y no como gran latifundista. «Es gracias al trabajo y esfuerzo», respondía él. Pero la pregunta que siguió flotando en la cabeza de Monika y que caía de cajón es de dónde realmente sacaban dinero e influencias los jerarcas nazis para mantener tal estándar de vida y sobornar a las autoridades locales.
La infancia de Monika transcurrió en una Alemania que vivía en medio de la convulsión nazi, en un círculo cerrado y racista en el que brillaban siniestros personajes del holocausto judío, no obstante, para ella eran amigos de la familia. De la potente propaganda nazi, ella admitía solamente las imágenes que filmaba su propio padre, pero no el contenido antijudío, puesto que tenía muchas amigas que asistían a la sinagoga y no eran los monstruos que anunciaban los medios de comunicación, el cinematógrafo y los muros de la ciudad. Ella adoraba el cine y a su padre, por eso cuando llegó a Bolivia aprendió el arte de su progenitor como camarógrafa y lo acompañó desde muy joven en las filmaciones que hacía en la selva, donde sufrió un primer impacto al encontrarse, a cada paso, con gente hambrienta y niños desnutridos. Comenzó a comprender lo que era la miseria de campesinos sin futuro que se arrastraba por siglos. Estudió en colegios autoritarios y como una forma de independizarse, al cumplir 21 años, Monika se casó con Hans «Juan» Harchies, un boliviano de ascendencia alemana dedicado a la minería y se estableció, primeramente, en el norte de Chile, cerca de las minas de cobre, más tarde frecuentó los yacimientos de Sewell, en la zona central del país y en ambas partes conoció la sombría existencia de los mineros chilenos.
A pesar de que su matrimonio duró diez años, con el tiempo se fue entibiando hasta convertirse en dos extraños que compartían una vivienda. Pensaban radicalmente diferente y miraban la vida con ópticas opuestas. Decidió separarse. Sin embargo, este tiempo no fue en vano para Monika. Conoció personalmente la desesperanza de los trabajadores en Chile y Bolivia, considerándolo un dilema latinoamericano con raíces más profundas que la «holgazanería de los pobres», como opinaba su marido. También dispuso de tiempo para leer y comprender que su padre, a pesar de quererlo mucho, pertenecía a un grupo de alemanes que perpetraron uno de los peores genocidios de la historia y que su exilio era, en realidad, una fuga de miles de criminales con pasaportes falsos otorgados por el Vaticano, bajo el mandato del papa Pio XII, el «papa de Hitler». Asimismo, descifró, a través de un historiador amigo, de dónde provenían (en parte) los recursos financieros para mantener el nivel de vida de los nazis en América Latina: dos días después del suicidio de Hitler, el 30 de abril de 1945, un destacamento de las SS, vestidos de civil, se abrieron paso entre las fuerzas aliadas llevando varios cofres de plomo escondidos entre pertenencias personales que dejaron en un lugar seguro. Los oficiales de la Gestapo se reúnen en Roma con el secretario de Estado Vaticano, monseñor Giovanni Battista Montini, más tarde el papa Pablo VI y cierran los acuerdos confidenciales que suministran a los oficiales de la SS, el respaldo financiero e institucional. Por otra parte, se enteró por su amigo que, en Flensburgo, base central de los submarinos nazis, cargaron cien toneladas de oro y otros metales preciosos en varias embarcaciones y el 28 de marzo 1945, los sumergibles germanos llegaron a las costas de San Clemente del Tuyú en Argentina donde los esperaban varios camiones. No alcanzó a pasar un mes y se realizaron diversos depósitos, con enormes cantidades, en diferentes bancos, a nombre de María Eva Duarte, esposa del presidente Perón de Argentina y así sucedió con numerosos gobernantes latinoamericanos. Grandes sumas de dinero, agregó el historiador, también provenían de la comercialización de las 600,000 obras de arte que saquearon a sus propietarios (Cranach, Van Gogh, Goya, Rembrandt, Rubens, Tiziano, Velázquez y Klimt, entre otros). Sin duda, disponían de enormes recursos para negociar y financiar cómodamente su estadía y conseguir el respaldo de los gobiernos locales, la Iglesia y de la CIA. Además, descubrió que su afectuoso «tío», Klaus Barbie, era el responsable en Francia de la muerte de 840 personas, entre ellas de 41 niños judíos.
Al principio, la sensibilidad social de Monika se volcó hacia las causas nobles; entre otras cosas, ayudó a fundar un hogar para huérfanos en La Paz, ahora convertido en hospital, pero se dio cuenta de que las obras de caridad eran migajas que no remediaban la condición de miseria que genera el subdesarrollo. En ese lapso, hizo amistad con la izquierda boliviana y comunistas alemanes, que fueron de importancia para su postura política. Fue así como a los 23 años, a finales de los 60, todavía casada, ingresó al ELN (Ejército de Liberación Nacional) de Bolivia. Inicialmente tuvo un papel más bien pasivo en la lucha guerrillera, pero dos hechos posteriores cambiaron su perspectiva: el 31 de agosto de 1967 muere en combate la argentina Haydee Tamara Bunke Bíder, conocida como «Tania la guerrillera» y el otro hecho que la conmocionó fue el asesinato del Che Guevara a quien ella admiraba profundamente. Para entender a Monika y su proceso personal, se hace necesaria una recapitulación del entorno político.
Entre 1966 y 1967 se activa la Guerrilla Boliviana, también llamada Guerrilla de Ñancahuazú, dirigida por Ernesto Guevara, quien organiza la incipiente rebelión, duramente combatida por el Ejército de Bolivia con la ayuda de Estados Unidos. En ese lapso, el ELN emprendió 22 batallas durante once meses en situaciones adversas, como lluvia y frío en terrenos hostiles, falta de agua y alimentos que exigieron una abrumadora cuota de sacrificio. El 7 de noviembre, llegan extenuados hasta la Quebrada del Yuro y, al día siguiente, el Che fue herido y apresado en una emboscada. Lo trasladaron a la escuelita La Higuera donde, sin éxito, trataron de interrogarlo. La CIA lo quería vivo para mostrar al mundo su victoria sobre el terrorismo, pero los generales bolivianos René Barrientos y Alfredo Ovando decidieron asesinarlo. Ovando opinó que «con la popularidad mundial que tiene este hombre, capaz que salga libre». La orden llegó el 8 de noviembre y la mañana siguiente, el suboficial Marcelo Terán Salazar, con su ametralladora, le descargó nueve tiros en el pecho. Más tarde, por órdenes del coronel y agente de la CIA, Roberto «Toto» Quintanilla Pereira, le cortaron las manos como trofeo del militar boliviano bajo la excusa que era para verificar las huellas digitales.
Estos sanguinarios hechos modificaron la perspectiva de Monika y, con esa profanación, el coronel Quintanilla firmó su sentencia de muerte. Desde entonces, la apacible Monika se propuso una misión de alto riesgo: vengar al Che Guevara en el momento que fuera posible. Se dedicó inicialmente a la reconstrucción del movimiento, ayudando a los combatientes que habían sobrevivido, particularmente a los hermanos Inti y Chato Peredo, incondicionales del Che en la dirección del ELN y, gracias a su capacidad de organización, se convirtió —bajo el nombre de batalla de Imilla— en uno de los principales dirigentes de la organización, participando directamente en acciones rebeldes como en el atraco a un banco para recaudar fondos. En 1969, Monika recibe otro golpe: el coronel Quintanilla da muerte a Guido «Inti» Peredo, después de torturarlo brutalmente en un operativo urbano calificado como «baño de sangre», asesorados por Klaus Barbie, que trabajaba en operaciones de inteligencia del Ministerio de Interior.
Aparte de ocuparse de las operaciones del ELN, a Monika le daba vueltas en su cabeza la idea de castigar el ultraje a su comandante Guevara y la muerte de sus compañeros. Cabe destacar que con Inti Peredo mantuvo una relación amorosa durante ese periodo. El militar boliviano figuraba en primer lugar como «blanco» de los guerrilleros. Por esta razón, en 1970, temiendo por su vida, el gobierno lo envía a Hamburgo como cónsul general. Cuando Monika se enteró, la idea comenzó a tomar cuerpo y resolvió que para la venganza ningún camino es largo. Viajó 11,000 kilómetros a su país natal y se instaló en Hamburgo.
La madrugada del día 1° de abril de 1971, Monika ajustó la falda, terminó de maquillarse para colocarse la peluca y acomodarse los guantes. Al mirarse al espejo, parecía una actriz de cine. Subió al metro algo nerviosa y descendió en la parada anterior a su lugar de destino. Caminó rápido hacia el consulado boliviano donde había solicitado una cita con el diplomático, presentándose como turista australiana. La secretaria la hizo pasar a la oficina del señor Quintanilla para que lo esperara. Su mirada recorre una imagen del lago Titicaca que colgaba en el muro, junto a diplomas militares y fotografías de él en uniforme. Ella palpó apaciblemente el arma liviana que llevaba en la cartera.
Quintanilla, conocido mujeriego, se engalanaba siempre que tenía una reunión con el sexo opuesto. Ese día vistió un traje oscuro, corbata de lana azul que contrastaba con la impecable camisa blanca y el bigote afeitado al estilo militar. Llegó a las nueve treinta y al entrar en su despacho quedó perplejo con la belleza de la mujer que lo aguardaba. Se acicaló el bigote con sus dedos y le preguntó con una sonrisa seductora «¿en qué puedo servirla?» Ella se levantó calmadamente, sacó el Colt 38 y le descerrajó tres certeros balazos en el pecho. En los segundos que apuntó, antes de apretar el gatillo, él se quedó inmóvil, como petrificado. Sabía que lo buscaban los guerrilleros, pero nunca pensó que la venganza lo sorprendería encarnada en una mujer tan atractiva de profundos ojos color del cielo. La secretaria, al escuchar los balazos, se encerró en el baño y al salir encontró, tirados en el piso, la peluca, la cartera, el arma y un trozo de papel donde se leía: «Victoria o Muerte. ELN».
Lo único que se logró descifrar fue que la pistola utilizada por Monika pertenecía al editor, político y activista comunista italiano, Giangiacomo Feltrinelli, quien en ese período se encontraba en la clandestinidad política. Nunca se pudo probar la autoría de la guerrillera, sin embargo, comenzó una cacería que atravesó países y continentes, siendo la mujer más buscada del mundo por los servicios bolivianos y la CIA. Fue vista en Francia y en Cuba, utilizando un pasaporte argentino, aunque al final regresó a Bolivia. Esta persecución solo encontró su fin cuando Monika fue apresada el 12 de mayo de 1973, en una emboscada que le tendió su «tío» Klaus Barbie que, por una casualidad, días antes la había reconocido en una plaza en La Paz vestida de hippie junto a un compañero de cabello largo. La siguieron por algunos días hasta que se produjo la encerrona en la cual fue arrestada, torturada y luego asesinada. El cuerpo nunca fue entregado a sus familiares y yace en una fosa común en algún lugar desconocido del país boliviano, destacando una vez más el lado invisible de una mujer que lucha por ideales de su época. Para algunos, su nombre quedó estampado como guerrillera, asesina o terrorista, pero para otros, como una mujer valiente que cumplió con una misión.
 
Nota:
 El coronel del Ejercito boliviano y agente de la CIA, Roberto Quintanilla Pereira, egresado de la Escuela de las Américas de Panamá: un cuadro táctico entrenado por las fuerzas especiales de los Estados Unidos en la lucha contrainsurgente.jefe de inteligencia de las fuerzas armadas de Bolivia y cónsul en Alemania, fue quien comando la captura del Che y el autor de la afrenta final, cuando mandara a mutilar las manos del Comandante Guevara.
 
 

 

viernes, 17 de febrero de 2023

ANGEL VILLOLDO ARROYO, PADRE DEL TANGO Y ABUSADOR DE LOS ALIAS.

por Teodoro Boot - Corría 1861 cuando en el barrio de Barracas nacía el llamado “Padre del Tango”. Era un 16 de febrero y a sus progenitores no se les ocurrió mejor conjuro contra los maleficios y las tentaciones de la mala vida que bautizarlo “Ángel”.
No dio resultado: ya desde niño Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, quien abusaría de los alias (A. Gregorio, Fray Pimiento, Gregorio Giménez, Ángel Arroyo, Mario Reguero, Lope de la Verga, Antonio Techotra y otras lindezas de similar tenor) fue canillita, resero, cuarteador, clown en un circo de San Cristóbal, tipógrafo en el diario La Nación, hasta adecentarse tras su paso por quilombos y lupanares, como recitador, cantor, letrista y compositor. Diestro para el piano, el violín, la guitarra y la armónica, instrumentos estos dos que ejecutaba a un tiempo mediante un artilugio de su invención mediante el que la armónica estaba sujeta por una varilla por encima de la guitarra (décadas después, el artilugio inspiró al cantautor estadounidense Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, quien a su vez inspiraría al también cantautor León Gieco, alias del cordobés Raúl Alberto Gieco, lo que vendría a demostrar sobradamente y por si hiciera falta, que, al decir del filósofo Macedonio Fernández, las ideas son del primero que las roba).
Cuando desmontaba la armónica, el Padre del Tango desentonaba con voz bastante más atiplada que la de sus dos mencionados seguidores, lo que parece haber sido del gusto de la época ya que pronto le proporcionó fama en bodegones y casas de malvivir.
Gran amigo de otros frecuentadores de quilombos, como el actor y cajetilla Florencio Parravicini, el oriental Alfredo Eusebio Gobbi (con quien en 1903 y patrocinados por las grandes tiendas Gath y Chávez marcharía a Europa) y Rosendo Mendizábal (quien de no haber sido negro y malgastado su dinero en prostitutas, para luego vivir de ellas, o más precisamente de sus clientes, tocando el piano en los burdeles, tras componer su magnífico tema “El entrerriano”, podría con mucha mayor justicia ser considerado el auténtico Padre del Tango.
De pluma fácil y procaz ingenio, Ángel Gregorio escribió coplas para comparsas carnavalescas y numerosos poemas y prosas para famosas revistas de la época, como Caras y Caretas, Fray Mocho y P.B.T., así como piezas teatrales («Fosforito», «El Mayordomo» y «Los Nocheros»), representadas en el teatro Roma por sus amigos Pepita Avellaneda y el mencionado Parravicini.
Su chispa y fácil verba le sirvieron para entreverarse con payadores y brindar actuaciones poco académicas y por lo general de decidido mal gusto,pero descolló como compositor de temas como “El Porteñito”, “El esquinazo”, “La budinera”, “Soy tremendo”, “Cantar eterno”, “”Arrimate vida mía”, “Pasionarias”, Beso criollo, “Chiflale que va a venir”, “Cuerpo de alambre”, “De farra en el cabaret”, “El ñato Romero”,
“El pinchazo”, “La pipeta”, “Papita pa'l loro”, “Sacame una película gordito”, “Te la di chanta”, “Yunta brava”, “La morocha”, “La reja o “¡Cuidado con los cincuenta!" (en alusión al edicto policial que prohibía piropear a las damas surgido del caletre del inefable coronel Ramón Falcón) y muchos temas más, en un mundo en permanente transformación y decadencia, hoy considerados “clásicos”. No obstante es básicamente recordado por “El choclo”, gracias al menosprecio del que sería víctima el arte de Rosendo Mendizábal, tenido por auténtico himno nacional antes de que, para unánime y justificada indignación oriental, a una delegación olímpica argentina se le diera por desfilar al ritmo de “La comparsita”, festiva marchita salida del magín de un joven estudiante uruguayo.
En vista de los gustos y antecedentes de Ángel Gregorio, sería fácil deducir a qué aludiría el título de este tango-milonga, en auténtico 2x4, creado en el año 1905, cuando todavía en los locales decentes estaba prohibida la interpretación de la música prostibularia. No obstante, con su amigo José Luis Roncallo, director de una orquesta de música clásica en el Restaurante Americano, lo presentaban como Danza Criolla, lo que les permitió interpretarlo noche tras noche con la consiguiente buena acogida y entusiasmo del público.
Pero jamás podrá saberse si Ángel Gregorio había optado por tomar por la buena senda o si continuaba burlándose de las personas decentes. Para el polígrafo Carlos Manus, el título del emblemático tango proviene de las costumbres de una fonda de también equívoco nombre, a la que Ángel Gregorio concurría con asiduidad. En “El Pinchazo”, ubicada en el pasaje Carabelas, se cocinaban tan enormes como inocentes pucheros en humeante olla de hierro en la que, por diez centavos adicionales al precio del caldo, el interesado podía introducir un largo pincho y sacar un ingrediente, siendo el choclo no sólo la pieza más codiciada, sino la que inevitablemente embocaba Ángel Gregorio.
La letra de la primera versión parece desmentir al ilustre estudioso, ya que no alude a ninguna clase de puchero ni a nada lógico o medianamente comprensible:
De un grano nace la planta
que más tarde nos da el choclo
por eso de la garganta
dijo que estaba humilloso.
Y yo como no soy otro
más que un tanguero de fama
murmuro con alborozo
está muy de la banana...
Más tarde, será el propio autor del desatino quien, bajo el título de “Cariño puro”, le agregará nueva letra, sin que el extraño diálogo resultante consiga aclararnos el misterio:
Ay mi china que tengo mucho que hablarte,
de una cosa que a vos no te va a gustar
Largá el rollo que escucho y explicate
Lo que pases no es tontera,
pues te juro que te digo la verdad.
Dame un beso no me vengas con chanela
dejate de tonteras, no me hagas esperar.
Pero tampoco conseguirá otorgarle alguna lógica el cantor y compositor Juan Carlos Marambio Catán, quien en 1930 y a pedido de la hermana del ya fallecido Ángel Gregorio hizo una nueva letra que tuvo la virtud de aportar aun mayor confusión:
Fue aquella noche
que todavía me aterra
cuando ella que era mía
jugó con mi pasión.
Y en duelo a muerte
con quien robó mi vida
mi daga gaucha
partió su corazón
Sin embargo, advertido por la señora Irene Villoldo de que El Choclo al que aludía su hermano no era el fruto de una gramínea mi mucho menos lo que todos estaban malpensando, sino el apodo que a raíz del color de su pelambre había recibido un malevo con parada en la intersección de las calles Lavalle y Junín, luego de hacerlo amasijar a su rival, el poeta obliga al engañado guapo a declarar:
Y me llamaban
El Choclo, compañero;
tallé en los entreveros
seguro y fajador.
Cuando en 1947, el director de cine Luis Buñuel, precursor español del surrealismo, quiso incluirlo para su película “El gran casino” (también conocida como “En el viejo Tampico”) a ser protagonizada por Jorge Negrete y Libertad Lamarque, la diva y cancionista argentina, muy razonable y realísticamente adujo que no se trataba de un tema adecuado para ser cantado por una señora, tanto de la mala como de la buena vida, de resultas de lo cual el poeta Enrique Santos Discépolo elaboraría otra letra, firmando un convenio con Marambio Catán, “atenta la participación de ambos autores”, según el cual las regalías se repartirían por mitades.
La nueva letra, debe admitirse a casi cuarenta años del fallecimiento de Marambio Catán, elaborada enteramente por Discépolo, ha sido la más difundida y la que mejor se adapta al ritmo y la melodía originales, aunque ya extraviando en forma definitiva la razón del título y tal vez hasta la razón a secas, al agregar un nuevo y extravagante personaje: Carancanfunfa, quien tras hacerse al mar con una misteriosa bandera
en un pernód mezcló a París con Puente Alsina.
Fuiste compadre del gavión y de la mina,
y hasta comadre del bacán y la pebeta.
Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, aun sin saber el derrotero que correría su milonga y convertido en un personaje de los detestables y depresivos tangos del futuro, tan diferentes de los festivos temas de su autoría, moriría pobre y entristecido a raíz de la demencia que sorpresivamente aquejó a la mujer que amaba. Afiliado en París a la Sociedad Francesa de Autores y fundador en nuestro país de la Sociedad del Pequeño Derecho, entidad precursora de SADAIC, este pionero de la lucha por los derechos autorales jamás cobraría un peso en concepto de regalías por ninguna de sus obras. El primer cheque le llegó, proveniente de Francia, cuando ya había sido asesinado por un tranvía, un infausto 14 de octubre de 1919.
por Teodoro Boot

Corría 1861 cuando en el barrio de Barracas nacía el llamado “Padre del Tango”. Era un 16 de febrero y a sus progenitores no se les ocurrió mejor conjuro contra los maleficios y las tentaciones de la mala vida que bautizarlo “Ángel”.
No dio resultado: ya desde niño Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, quien abusaría de los alias (A. Gregorio, Fray Pimiento, Gregorio Giménez, Ángel Arroyo, Mario Reguero, Lope de la Verga, Antonio Techotra y otras lindezas de similar tenor) fue canillita, resero, cuarteador, clown en un circo de San Cristóbal, tipógrafo en el diario La Nación, hasta adecentarse tras su paso por quilombos y lupanares, como recitador, cantor, letrista y compositor. Diestro para el piano, el violín, la guitarra y la armónica, instrumentos estos dos que ejecutaba a un tiempo mediante un artilugio de su invención mediante el que la armónica estaba sujeta por una varilla por encima de la guitarra (décadas después, el artilugio inspiró al cantautor estadounidense Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, quien a su vez inspiraría al también cantautor León Gieco, alias del cordobés Raúl Alberto Gieco, lo que vendría a demostrar sobradamente y por si hiciera falta, que, al decir del filósofo Macedonio Fernández, las ideas son del primero que las roba).
Cuando desmontaba la armónica, el Padre del Tango desentonaba con voz bastante más atiplada que la de sus dos mencionados seguidores, lo que parece haber sido del gusto de la época ya que pronto le proporcionó fama en bodegones y casas de malvivir.
Gran amigo de otros frecuentadores de quilombos, como el actor y cajetilla Florencio Parravicini, el oriental Alfredo Eusebio Gobbi (con quien en 1903 y patrocinados por las grandes tiendas Gath y Chávez marcharía a Europa) y Rosendo Mendizábal (quien de no haber sido negro y malgastado su dinero en prostitutas, para luego vivir de ellas, o más precisamente de sus clientes, tocando el piano en los burdeles, tras componer su magnífico tema “El entrerriano” – https://www.youtube.com/watch?v=LQWg-zeHKUg –, podría con mucha mayor justicia ser considerado el auténtico Padre del Tango).
De pluma fácil y procaz ingenio, Ángel Gregorio escribió coplas para comparsas carnavalescas y numerosos poemas y prosas para famosas revistas de la época, como Caras y Caretas, Fray Mocho y P.B.T., así como piezas teatrales («Fosforito», «El Mayordomo» y «Los Nocheros»), representadas en el teatro Roma por sus amigos Pepita Avellaneda y el mencionado Parravicini.
Su chispa y fácil verba le sirvieron para entreverarse con payadores y brindar actuaciones poco académicas y por lo general de decidido mal gusto,pero descolló como compositor de temas como “El Porteñito”, “El esquinazo”, “La budinera”, “Soy tremendo”, “Cantar eterno”, “”Arrimate vida mía”, “Pasionarias”, Beso criollo, “Chiflale que va a venir”, “Cuerpo de alambre”, “De farra en el cabaret”, “El ñato Romero”,
“El pinchazo”, “La pipeta”, “Papita pa'l loro”, “Sacame una película gordito”, “Te la di chanta”, “Yunta brava”, “La morocha”, “La reja o “¡Cuidado con los cincuenta!" (en alusión al edicto policial que prohibía piropear a las damas surgido del caletre del inefable coronel Ramón Falcón) y muchos temas más, en un mundo en permanente transformación y decadencia, hoy considerados “clásicos”. No obstante es básicamente recordado por “El choclo”, gracias al menosprecio del que sería víctima el arte de Rosendo Mendizábal, tenido por auténtico himno nacional antes de que, para unánime y justificada indignación oriental, a una delegación olímpica argentina se le diera por desfilar al ritmo de “La comparsita”, festiva marchita salida del magín de un joven estudiante uruguayo.
En vista de los gustos y antecedentes de Ángel Gregorio, sería fácil deducir a qué aludiría el título de este tango-milonga, en auténtico 2x4, creado en el año 1905, cuando todavía en los locales decentes estaba prohibida la interpretación de la música prostibularia. No obstante, con su amigo José Luis Roncallo, director de una orquesta de música clásica en el Restaurante Americano, lo presentaban como Danza Criolla, lo que les permitió interpretarlo noche tras noche con la consiguiente buena acogida y entusiasmo del público.
Pero jamás podrá saberse si Ángel Gregorio había optado por tomar por la buena senda o si continuaba burlándose de las personas decentes. Para el polígrafo Carlos Manus, el título del emblemático tango proviene de las costumbres de una fonda de también equívoco nombre, a la que Ángel Gregorio concurría con asiduidad. En “El Pinchazo”, ubicada en el pasaje Carabelas, se cocinaban tan enormes como inocentes pucheros en humeante olla de hierro en la que, por diez centavos adicionales al precio del caldo, el interesado podía introducir un largo pincho y sacar un ingrediente, siendo el choclo no sólo la pieza más codiciada, sino la que inevitablemente embocaba Ángel Gregorio.
La letra de la primera versión parece desmentir al ilustre estudioso, ya que no alude a ninguna clase de puchero ni a nada lógico o medianamente comprensible:
De un grano nace la planta
que más tarde nos da el choclo
por eso de la garganta
dijo que estaba humilloso.
Y yo como no soy otro
más que un tanguero de fama
murmuro con alborozo
está muy de la banana...
Más tarde, será el propio autor del desatino quien, bajo el título de “Cariño puro”, le agregará nueva letra, sin que el extraño diálogo resultante consiga aclararnos el misterio:
Ay mi china que tengo mucho que hablarte,
de una cosa que a vos no te va a gustar
Largá el rollo que escucho y explicate
Lo que pases no es tontera,
pues te juro que te digo la verdad.
Dame un beso no me vengas con chanela
dejate de tonteras, no me hagas esperar.
Pero tampoco conseguirá otorgarle alguna lógica el cantor y compositor Juan Carlos Marambio Catán, quien en 1930 y a pedido de la hermana del ya fallecido Ángel Gregorio hizo una nueva letra que tuvo la virtud de aportar aun mayor confusión:
Fue aquella noche
que todavía me aterra
cuando ella que era mía
jugó con mi pasión.
Y en duelo a muerte
con quien robó mi vida
mi daga gaucha
partió su corazón
Sin embargo, advertido por la señora Irene Villoldo de que El Choclo al que aludía su hermano no era el fruto de una gramínea mi mucho menos lo que todos estaban malpensando, sino el apodo que a raíz del color de su pelambre había recibido un malevo con parada en la intersección de las calles Lavalle y Junín, luego de hacerlo amasijar a su rival, el poeta obliga al engañado guapo a declarar:
Y me llamaban
El Choclo, compañero;
tallé en los entreveros
seguro y fajador.
Cuando en 1947, el director de cine Luis Buñuel, precursor español del surrealismo, quiso incluirlo para su película “El gran casino” (también conocida como “En el viejo Tampico”) a ser protagonizada por Jorge Negrete y Libertad Lamarque, la diva y cancionista argentina, muy razonable y realísticamente adujo que no se trataba de un tema adecuado para ser cantado por una señora, tanto de la mala como de la buena vida, de resultas de lo cual el poeta Enrique Santos Discépolo elaboraría otra letra, firmando un convenio con Marambio Catán, “atenta la participación de ambos autores”, según el cual las regalías se repartirían por mitades.
La nueva letra, debe admitirse a casi cuarenta años del fallecimiento de Marambio Catán, elaborada enteramente por Discépolo, ha sido la más difundida y la que mejor se adapta al ritmo y la melodía originales, aunque ya extraviando en forma definitiva la razón del título y tal vez hasta la razón a secas, al agregar un nuevo y extravagante personaje: Carancanfunfa, quien tras hacerse al mar con una misteriosa bandera
en un pernód mezcló a París con Puente Alsina.
Fuiste compadre del gavión y de la mina,
y hasta comadre del bacán y la pebeta.
Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, aun sin saber el derrotero que correría su milonga y convertido en un personaje de los detestables y depresivos tangos del futuro, tan diferentes de los festivos temas de su autoría, moriría pobre y entristecido a raíz de la demencia que sorpresivamente aquejó a la mujer que amaba. Afiliado en París a la Sociedad Francesa de Autores y fundador en nuestro país de la Sociedad del Pequeño Derecho, entidad precursora de SADAIC, este pionero de la lucha por los derechos autorales jamás cobraría un peso en concepto de regalías por ninguna de sus obras. El primer cheque le llegó, proveniente de Francia, cuando ya había sido asesinado por un tranvía, un infausto 14 de octubre de 1919.

sábado, 11 de febrero de 2023

CRÓNICA DEL FUGAZ PASO POR LA LITERATURA, DE CLARA BETER, LA VOZ ANGUSTIOSA DE LOS LUPANARES.

por Teodoro Boot - Hacia fines del siglo XIX y principios del XX la trata de blancas era un próspero negocio en Buenos Aires, Rosario, Montevideo, Río de Janeiro y otras grandes ciudades sudamericanas. 

Las mismas razones que en Europa llevaban a tantos hombres solos a dejar atrás su tierra, sus parientes y, en algunos casos, hasta sus esposas e hijos a fin de labrarse un porvenir en América, eran las que hacían tan rentable la provisión de compañía femenina reclutada, preferentemente en las pequeñas aldeas judías del este de Europa, perseguidas por los pogromos y los tradicionales brotes de antisemitismo fomentados desde antiguo por las clases dirigentes.

Como una suerte de Jewish Colonization Association (creada por el barón Hirsch para facilitar la emigración masiva de judíos rusos y polacos a Canadá. Brasil y Argentina), en 1889 se conformaba en Buenos Aires el auto denominado “Club de los 40”, una asociación de proxenetas judíos para hacer, al fin y al cabo, lo que cualquier grupo de inmigrantes: prestarse ayuda mutua, intercambiar información y compartir  estrategias de supervivencia.

Desde luego, la trata de blancas no era privativa de los judíos rusos y polacos, ya que existían organizaciones de distintas nacionalidades, pero sólo la temible mafia marsellesa podía hacerle sombra al Club de los 40 que, en 1906, bajo la protección del caudillo conservador Alberto Barceló, propietario de varios prostíbulos, conformará la "Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia de Barracas al Sud y Buenos Aires”.

 Con el tiempo y ante las protestas del gobierno polaco, la asociación mutual aceptó cambiarse el nombre y se denominó Zwi Migdal, que en sus momentos de apogeo llegó a agrupar a más de 400 rufianes y, con sede en Buenos Aires, tenía filiales en Brasil, Varsovia, Nueva York, India, China y Sudáfrica. Su especialidad: las jóvenes judías, que en gran número de casos eran traídas con engaños y promesas de trabajo y hasta matrimonio.

Independientemente de si muchas de esas chicas hubieran ejercido antes la prostitución o si eran inocentes jovencitas engañadas, su condición de esclavas sexuales era indiscutible y no sólo eran violadas y metidas en jaulas no bien subían al barco, sino rematadas al mejor postor en el café Parisienne de avenida Alvear 3184 y luego obligadas a atender un promedio de 70 clientes diarios.

Fue entonces que, a mediados de los años 20, desde la ciudad de Rosario, una de estas jóvenes, víctimas inocentes del engaño y la explotación sexual llamada Clara Beter, se las ingenia para hacer llegar un poema al conventillo de la calle Boedo 837/41, donde funcionaban la librería, cigarrería y editorial de Francisco Munner, el taller del impresor gallego Manuel Lorenzo Rañó y la Cooperativa Editorial Claridad de Antonio Zamora, y se había ido formando una tertulia de jóvenes escritores, gente de teatro y artistas plásticos unidos por el amor a las artes y un común anhelo de redención y justicia social.

Luego del entusiasmo que despierta “Versos a Tatiana Pavlova” (“Mas, pasaron los años y nos llevó la vida/por distintos senderos: tú eres grande ¿y feliz?/ y yo... Tatiana, buena Tatiana, si te digo/que soy una cualquiera, ¿no te reirás de mí?”), un animoso Elías Castelnuovo, líder intelectual de la tertulia, propone contactar a la autora.

“Rezuman demasiada verdad los versos para atribuirlos a una imaginación desgobernada. Clara Beter existe”, sentenció Castelnuovo.

Y así llegan  “Quicio” (“Me entrego a todos, mas no soy de nadie/ para ganarme el pan vendo mi cuerpo/¿qué he de vender para guardar intactos/ mi corazón, mis penas y mis sueños?”) y gradualmente otros 42 poemas, precedidos por el aleccionador epígrafe: “Entonces Jesús dijo: ‘Aquél de vosotros que se halle exento de pecado, que arroje la primera piedra’”.

En 1926, como octavo volumen de la serie “Los Nuevos”, la editorial Claridad publica “Versos de una…”, de la novel autora, con un enjundiosos prólogo en el que, tras apostrofar “a los nuevos poetas fanáticos de la imagen por la imagen”, Elías Castelnuovo afirma que “Clara Beter es la voz angustiosa de los lupanares. Ella, reivindica con sus versos la infamia de todas las mujeres infames. Todos estos escritores traen un elemento nuevo a nuestra literatura: la piedad. Ella cayó y se levantó y ahora nos nuestra la historia de sus caídas. Cada composición señala una etapa recorrida en el infierno social de su vida pasada. Esta mujer se distingue completamente de las otras mujeres que hacen versos por su espantosa sinceridad”.

A los pocos días de publicado el volumen –que llegará a vender nada menos que cien mil ejemplares– el respetadísimo crítico uruguayo Alberto Zum Felde consagra a Clara Beter su glosa del diario “El Día” de Montevideo, comentando la desgarradora tragedia del alma sensible e intelectiva que percibía en la desconocida escritora, y llega a alucinar una biografía en la que, no obstante Clara Beter hace referencia explícita a “la Ukrania natal”, le atribuye origen polaco.

Castelnuovo, empeñado en convencer a la prostituta de escribir una novela y a la vez intrigado por el hecho de que dos de los poemas estuvieran mecanografiados, encomienda a dos amigos –el escultor Herminio Blotta y el escritor Angel Rodríguez– dirigirse la pensión de la calle Estanislao Zeballos de la ciudad de Rosario, que Clara Beter consignaba en el remitente de cada una de sus cartas.

No habiendo podido dar con ella, deambulan por las barriadas prostibularias hasta que sorprenden a una prostituta francesa escribiendo un epitafio rimado para la tumba de un hijo que acababa de perder.

–¡Vos sos Clara Beter! –exclama Abel Rodríguez tomándola por los hombros. E intenta besarla mientras exclama–: ¡Hermana! ¡Hermana! ¡Venimos a salvarte!

Sólo la intervención de un agente de policía y la nacionalidad francesa de la meretriz pudieron calmar al exaltado escritor quien, al no poder encontrar información alguna sobre la poetisa, atribuyó su enigmática desaparición a motivos de recato, por tratarse de una ex-mantenida o, tal vez, hasta de una mujer casada deseosa de ocultar su turbio pasado.

El halo de romanticismo que rodeaba a la misteriosa poetisa no hace más que aumentar y, junto a los ejemplares de “Versos de una….” que Zamora distribuía en todas las capitales latinoamericanas, su fama va mucho más allá y su obra es comentada en Santiago de Chile, Lima, Costa Rica… hasta que Israel Zeitlin, un joven repartidor de soda que aun no había cumplido los 18 años y que participaba de las tertulias bajo el alias de César Tiempo tratando de hacerse de un lugar entre los literatos, confiesa: Clara Beter soy yo.

Sugestionado por la recomendación que Platón le atribuye a Sócrates de que  “Un poeta, para ser un verdadero poeta no debe componer discursos en verso, sino inventar ficciones” y, sobre todo, dirá tiempo después en tercera persona, “…ganoso de dar candonga a los camaradas mayores que se resistían a creer en los talentos del mequetrefe, el tal escribe una poesía dedicada a Tatiana Pavlova, la gran actriz ítalo-rusa que por aquel entonces arrebataba al público de Buenos Aires desde el escenario de un teatro porteño.”

En el poema, la supuesta autora se dirige a Tatiana, preguntándole si no se acuerda de su amiga de la infancia Kátinka (“esa rubia pecosa, nieta del molinero,/ la del número 8 de Poltávaia Úlitcha/ con quien ibas al Dnieper a correr sobre el hielo?”) nombre de la protagonista de “Resurrección”, novela de Tolstoi de gran popularidad en esos años. Y, como si las pistas no hubieran sido suficientes, el joven botarate usa el “gorkiano apellido ‘Beter’, amargo”.

Pero cuando hay ganas de creer, hasta los ateos creen.

Una tarde aciaga, el joven había deslizado los versos de su poema entre los originales de la revista “Claridad”, donde Castelnuovo y los otros colaboradores –entre ellos el propio autor de la cachada– los “descubren”.

Y puesto que una cosa lleva a la otra, ante el interés manifiesto de Castelnuovo, el joven atribuye a la prostituta poeta el domicilio de la pensión de la calle Estanislao Zeballos donde vivía su amigo Manuel Kirshbaum “dueño de una caligrafía pasmosamente parecida a la de Alfonsina Storni”, confesará el malhechor.

Si bien César Tiempo será expulsado del grupo de Boedo, a partir de ese momento merecerá el respeto por la calidad de su poesía que su corta edad le habían impedido obtener, recibiendo a cambio el negro odio de muchos de sus viejos amigos.

 “No era una prostituta –declaró resentido Elías Castelnuovo– sino un prostituto”

viernes, 9 de diciembre de 2022

La verdad verdadera del gaucho Juan Moreira.

por Teodoro Boot. (*)- Con una biografía de culebrón pampeano inspirada en el Martín Fierro y más tarde plagiada por célebres salteadores como Juan Bautista Bairoletto o Segundo David Peralta, Juan Moreira, hijo del gallego (o, portugués, o “judío español de origen sefardí”, según el tradicionalista Diego Novillo Quiroga) José Custodio Moreira, o acaso Juan Gregorio Blanco, hijo del también gallego Mateo Blanco, nació en los bañados del Partido de Flores, al parecer en 1835 o 1838.

Fuera Moreira o Blanco, portugués o judío, en tiempos de Rosas el español había integrado el Cuerpo de Serenos y revistaba en la Mazorca, policía y fuerza de choque de la Sociedad Popular Restauradora dirigida por Ciriaco Cuitiño, hasta que, debido a algunos excesos, el Restaurador de las Leyes habría ordenado su ejecución. Como para seguir el culebrón, según algunos y como  inspirado en la mitología griega don Juan Manuel habría enviado  al mazorquero a Santos Lugares con una carta dirigida al comandante Antonino Reyes en la que le ordenaba fusilar al mensajero. En el caso de Blanco o Moreira, a diferencia de lo ocurrido a Belerofonte, la orden fue cumplida.

Criado por su madre María Ventura Núñez en las vecindades de Lobos y ya definitivamente apellidado Moreira, una vez mozo, fue peón en la estancia de los Correa Morales. Trabajador, jinete, habilidoso con la guitarra pero alejado de vicios como el alcohol, el juego y las riñas de las pulperías, en cuyas trastiendas reinaba la algarabía prostibularia, Moreira era fornido, de alta estatura, pelo castaño y tez blanca –“colorada” establece el prontuario policial– picada por la viruela. Como si hiciera falta más, respetuoso y de buenos modales, tenía que enamorar a la joven y presumiblemente bella Vicenta Santillán, quien contando con el consentimiento paterno, decidió compartir su vida, su rancho y su humilde catre, previo enlace, porque así de modoso y comedido era Moreira. Hasta ese fatídico día.

Quiso el destino que también pretendiera a la Vicenta un ruin sujeto conocido como don Francisco, Teniente Alcalde de Lobos, quien despechado y herido en su amor propio, comenzó a acusar a su rival de diversas irregularidades e infracciones, comenzando por multarlo con 500 pesos por haber celebrado una fiesta de bodas sin contar con su previa autorización.

Dueño de una tropilla, una majada y algunas cabezas de ganado, Moreira hubiera podido pagar la multa de no ser porque había prestado 10 mil pesos al almacenero Sardetti. Como corresponde, Sardetti negó la deuda y el rencoroso Teniente Alcalde, esperanzado en conseguir mediante malos ardides lo que no había podido obtener leal y decentemente, condenó a Moreira al cepo, por gaucho malo, matón y mentiroso.

Fue así que, sin jamás poder apartarse del destino de Fierro de gaucho engañado por el gringo ladino, y perseguido injustamente por una autoridad atrabiliaria, al ser liberado, mató en duelo criollo al bolichero, a don Francisco, a dos de los cuatro soldados que habían intentado aprehenderlo y se lanzó –o fue lanzado– a una vida de excesos y pendencias.

Tras algunos duelos criollos en los que despachó a más de uno, con la esperanza de “limpiar su nombre” entró al servicio de Adolfo Alsina, candidato a gobernador de la provincia. Su tarea: enseñar a los votantes a ejercer el derecho de sufragio en la dirección correcta. Al parecer, su eficiencia fue mucha y el caudillo porteño lo premió con un magnífico flete, con el que corrió en cuadreras, y una daga de más de 63 centímetros, cuyo gavilán en S el propio Moreira reemplazó por uno en forma de U, para detener mejor los hachazos de sus rivales.

Lejos de limpiarse, su prontuario se abultó: la fama lo expondría a permanentes desafíos de rivales que ansiaban ganarla a sus expensas, lo cual a su vez le valió más y mayores enemigos, como Juan Córdoba, teniente alcalde de Navarro, a quien despenó de 29 puñaladas en la pulpería de don Antonio Crovetto.

De ahí en más, montado en un bayo malacara al que –habladurías de puebleros ignorantes– jamás sacaba el recado para poder huir, y con la sola compañía de un cuzco llamado Cacique, su daga y dos trabucos, recorrerá la campaña bonaerense de Lobos a Bragado, llegando a buscar refugio en las inmediaciones de Junín donde se alzaban las tolderías de Simón Coliqueo.

Hacia 1872 retornará a la política, esta vez en el bando de Eduardo Costa, enfrentado a Adolfo Alsina en una nueva disputa por la gobernación. Convertido en “hombre fuerte” de Partido Nacionalista de Mitre, uno a uno va dando cuenta de los cuchilleros alsinistas José Leguizamón, Melquíades Ramallo y Juan Garroch.

Sumaba quince muertos cuando en abril de 1874, más de veinte policías de la Provincia conducidos por el comandante Bosch lo sorprenden holgando en la trastienda de la pulpería "La Estrella", en la esquina de Chacabuco y Cardoner, donde en la actualidad se encuentra el Sanatorio Lobos. Herido de muerte por la bayoneta del sargento Chirino, a quien, tras cercenarle cuatro dedos de un hachazo, hirió en el rostro con un disparo, antes de expirar con dos vómitos de sangre, todavía tuvo fuerzas para herir de gravedad a Eulogio Varela.

Ahí moría el cuchillero y comenzaba la leyenda. Su cuerpo permaneció expuesto varios días a la curiosidad pública y tres años más tarde, su cráneo fue sometido a los correspondientes estudios frenopáticos por el doctor Eulogio de Mármol, quien no encontrando malformaciones que explicaran su inclinación al crimen y no sabiendo qué hacer con él, lo obsequió a su amigo, el doctor Tomás Liberato Perón, quien tampoco consiguió llegar a conclusión alguna.

A la muerte de Tomás Liberato, el cráneo fue a parar al escritorio de su hijo, el oficial de Justicia Mario Tomás Perón, donde hizo las veces de pisapapeles hasta que el pequeño Juan Domingo pretendió usarlo para asustar a una niña de la vecindad, circunstancia en que lo que quedaba de Moreira cayó al suelo, perdiendo algunos dientes a manos del futuro Tirano Prófugo. En ese estado, junto con la daga, es exhibido en el museo de la localidad de Lobos.

Todo habría quedado ahí, como una de las tantas historias de gauchos alzados contra el sistema precapitalista de no ser porque Eduardo Gutiérrez tuvo la malhadada idea de convertir su vida en un folletín, que fue publicándose entre noviembre de 1879 y enero de 1880, en el diario La Patria Argentina.

Convertido en novela, el folletín inspiró al gran actor oriental José Podestá para presentar en junio de 1884 la pantomima “Juan Moreira”, momento inicial del teatro criollo y origen de una enorme cantidad de incidentes, entreveros y malos entendidos. No serían pocos los paisanos que, facón en mano, saltaran a la arena del circo en defensa del gaucho acorralado por la partida policial, poniendo en grave riesgo la integridad de actores y comparsas. Y Moreira seguiría haciendo de las suyas, mucho más allá de su muerte, que, según algunas actuaciones judiciales, tal vez hasta haya sido ficticia.

Cuenta Enrique Oliva en el prólogo al libro de Enrique Manson “El historiador del pueblo”, que en una oportunidad, cuando se desempeñaba como juez en Santa Fe, el joven José María Rosa hubo de juzgar a un mozo alborotador que se había visto envuelto en varias peleas. Recordaba el historiador que la madre del joven, una mujer criolla muy humilde, lo visitó para pedir clemencia por su hijo, único sostén de la familia. La mujer reconocía que, si bien su hijo era muy bueno, no era manso ni admitía ofensa alguna y jamás esquivaba el bulto al momento de meterse en entreveros en defensa propia o de sus amigos.

–Le han hecho fama de pendenciero –justificó la buena mujer–, pero él no tiene la culpa. Es que lo lleva en la sangre.

Relata Oliva que al escuchar este argumento, el juez le pide que le aclare eso de la herencia. Le mujer explica:

–Es hijo mío y de Juan Moreira.

Es fácil imaginar la sorpresa del magistrado, pero al no coincidirle las fechas y lugares, volvió a preguntar:

–¿Dónde conoció a Moreira?

–En mi pueblo –repuso la mujer–, cerca de acá… Vino con un circo.

(*) Teodoro Boot fue, además de un amigo, un prolífico escritor. Peronista, humorista, historiador, escribe sobre la comedia humana expresada por la lucha del pueblo argentino por su liberación desde la mirada inocente y cómplice a su vez de una «Clase un cuarto» dirían Victor y Hugo Muleiro, que se halla en los barrios. Es tan rica la selva y los jardines del peronismo que no pueden ser otra cosa que fascinantes.

En el decir de su amigo Leonardo Killian en esta semblanza escrita en ocasión de su reciente partida: 

“Teo”-

Con ese aspecto de un escritor ruso de fines del S.XIX, de un bukowski porteño, o de un gaucho matrero (esa te gustaba más) Teodoro Boot (el nombre de guerra de Raúl Blanco) es (me cuesta decir fue), entre un montón de oficios terrestres, un escritor polifacético. Me corrijo, un gran escritor y un excelente analista de nuestra historia, de la economía y, sobre todo, de la cultura popular de los argentinos.
Escritor de manuales de mitología y de desopilantes novelas, es (me niego a decir fue) el que mejor retrató al peronismo de los barrios, especialmente de su querida Paternal; ese de los primeros años de la Resistencia. Creador de una saga donde la historia real y la ficción se tejen con personajes entrañables, héroes anónimos y de los otros, los que están en la memoria colectiva como lo que fueron, los asesinos del pueblo. El que mejor recogiò el legado de los viejos radicales irigoyenistas. Soñaba con juntarlos a todos.
Jamás tuve una charla con él que no fuera en un bar o en uno de esos lugares de su culto personal (me niego a llamarlos restaurantes) donde se Juntaba a comer con sus compañeros y amigos. Jamás.
En un increíble, por lo casual, viaje en tren a Mar del Plata donde compartimos el mismo vagón junto a Mirta y a Susy, la larguísima charla (que duró lo que el viaje) sucedió, como no podía ser de otra manera, en el salón comedor.
Para alguien que ha llevado una vida mediocre y conservadora, escuchar a Teo era sumergirse en la aventura de un tipo que parecía haberlo vivido todo (ya estoy escribiendo en pasado).
Sus viajes por casi toda América (otra que Kerouac), por España, su vida de paisano trabajador de un campo en Entre Ríos, sus mil y un andanzas en la complicada política peronista. La cárcel o la vida de los pájaros, la literatura o la mejor manera de cocinar un pescado o las variantes de la música litoraleña.  Que placer escucharte amigo.
Querido Raúl, tan generoso como para ofrecerme prologar dos de sus libros. Libros que me hicieron reír, llorar, y añorar lo que apenas viví muy de lejos o que apenas intuí.
La muerte de los otros, de los queridos amigos, me produce un sentimiento egoísta. Ahora que el corazón está tan lleno de ausencias, puteo y puteo ¿por qué me dejaron?
 Porque ahora estoy más solo. Como lo sentí con Rodolfo, con Jorge, con Carlos, con Beto y todos los queridos compañeros de la vida que se fueron y que extraño tanto, tanto.
Me dicen que un rayo te fulminó esa bella y noble cabeza. Que todavía respiras pero que ya nunca vas a volver a abrir los ojos, ni a hablar ni a sentir ni a andar con tu paso rengo por esta vida que embelleciste con tu literatura. Qué paradoja desear que te lleve la muerte, amigo del alma.
Te voy a extrañar hasta el último día de mi vida.

Anexo:

CONVERSACIÓN ENTRE PERONISTAS CON EL ESCRITOR TEODORO BOOT

Reportaje de Martín García para «Fuera de Agenda» su programa de la MUGICA TV 26/09/2019

martes, 21 de diciembre de 2021

LA BOTELLA DE GRAPA

Hace ya unos años, mas de 30, llego a mi de mano de mi padre, una vieja botella vacía de grapa Chisotti, cuya etiqueta estaba cubierta de firmas y dedicatorias. Parece ser según el relato, que esa botella había sido descorchada en la casa de mi bisabuelo, Don Egidio Ricco, la noche en que le fuera ofrecido por mi abuelo Melchor y por mi padre, el gran honor de convertirse, en mi padrino de bautismo, las firmas en la blanca etiqueta, vendrían a conmemorar la cosa. Por un largo tiempo, cada vez que tenía esa botella en mis manos, la imaginación se empeñaba en  tratar de reconstruir toda la escena, de aquella noche lejana.

Don Egidio, zapatero remendón, tenía su taller y vivienda, en la calle El Salvador, casi esquina Salguero. El olor a cuero y a madera vieja, lo dominaba todo en aquella casa. 

Siempre imaginaba a todos reunidos en torno a la mesa del comedor y al viejo descendiendo al ominoso y oscuro sótano en busca de la legendaria botella, ya que allí,  era donde él  guardaba sus brebajes. 

Imaginaba el brindis de aquellos viejos inmigrantes emocionados, el gallego por su primer nieto y el bis-nono calabrés por estrenarse como bisabuelo. 

Pagaría por conocer las fantasías y sueños de esos hombres, la aventura de llegar a otras tierras, formar una familia, tener hijos, un negocio, un oficio, una profesión y ahora, este posgrado, que suponía, la proyección de sus sueños en ese niño recién llegado y en todo lo que podría llegar a ser. 

Pensar esto me hacía sentir importante, tanta gente  alrededor de la botella pensando en el futuro y cinchando por mi… sin embargo, esa sensación se fue desdibujando con el correr de los años, y aunque hace ya mucho tiempo que no he vuelto a saber de la vieja botella, seguramente perdida en algún paraje a causa de los trajines de tanto edificar y derrumbar presentes. 

Esa sensación, ese optimismo, han devenido en tristeza, melancolía y profunda decepción, al corroborar que al fin de cuentas, los sueños de aquella gente han quedado esparcidos en un mar de sargazos, junto a los restos de un naufragio terminal. Ya soy viejo, el futuro ya pasó y las nobles expectativas de aquellos hombres se han visto traicionadas por los años. Todo el panorama, aunque, sin los “Pergaminos del gitano Melquiades”,  se asemeja en demasía, al  triste y definitivo final de todas las estirpes condenadas, a “Cien años de Soledad”.

Jorge Tejera.

miércoles, 13 de octubre de 2021

LA VIUDA DE GARDEL.

Nació en Buenos Aires el 27 de abril de 1913. Se llamaba Isaac Rosofsky. Y aunque cambió su hebraico nombre por el británico seudónimo de Julio Jorge Nelson, el cachador ambiente del tango lo conoció por La Viuda.

Nelson convirtió en culto el recuerdo de Gardel. Él lo llamó El bronce que sonríe. Él aseguró que «cada día canta mejor», única frase hecha absolutamente veraz. Mientras algunos sospechaban que El Rusito quería vivir de la memoria de El Zorzal, otros sostenían que Gardel le debía en buena parte su perduración. De hecho, desde la muerte de Nelson, la voz de El Morocho del Abasto fue desapareciendo de las radios argentinas, salvo algún ocasional rebrote de aniversario. La mayoría del pueblo ni siquiera lo reconocería hoy si lo oyera, sobre todo al mejor Gardel, al de su etapa culminante entre 1926 y 1928. Así como no hubo otro Gardel, tampoco hubo otro Julio Jorge Nelson. Parodiado por todos los imitadores, fue un clásico de la radiofonía argentina.
Isaac, hijo de un zapatero, se crió en Villa Crespo. Su casa estaba en Triunvirato 225, dirección luego convertida en Corrientes 4943, frente al teatro Florencio Sánchez. Entreverado desde niño en el ambiente teatral y en el incipiente mundo de la radio, a los catorce años resolvió no estudiar más, decisión que le valió ser echado a la calle por el padre. Venido para el Centro, trabajó en la compañía de Angelina Pagano junto a Rosa Rosen, Marcos Zucker e Irma Córdoba. En los cafés vio que las orquestas no tenían quién le anunciase al público los temas. A falta de animador o glosista, alguno de los músicos anotaba con tiza el título en una pizarra. Esto le hizo imaginar que podría haber un lugar para su verba.
La vinculación de su destino con el de Gardel comenzó en 1933 cuando, por única vez, presentó como speaker una actuación del artista en el Teatro Nacional. En 1934 Nelson empezó a emitir por radio Buenos Aires el programa Escuche esta noche a Gardel, que intentaba mantener vivo el interés del público por un cantor ausente del país desde el año anterior. El 24 de junio de 1935, la noticia del accidente de Medellín sorprende a Nelson en el café Los 36 Billares, traída por Francisco Canaro y José Razzano. Poco después, por Radio Callao, inaugurada en enero de ese año, el locutor Carlos Enrique Cecchetti comenzó a difundir una audición totalmente consagrada al Morocho, que Julio Jorge pasó a conducir en 1936, bautizándola El bronce que sonríe. Ese programa se mudó en 1944 a Radio Mitre. Cada emisión diaria se iniciaba con esta portada: «A través del tiempo y la distancia perdura su nombre como el más auténtico símbolo de nuestro arte menor. Carlos Gardel, el bronce que sonríe». Nelson no olvidó el toque necrofílico, pertinente en la creación de cualquier mito, y tras la repatriación de los restos del Mudo, llegados desde Colombia el 5 de febrero de 1936, transmitió un programa desde la sepultura en Chacarita.
Otra audición diaria que le dio gran popularidad fue El éxito de cada orquesta, que creó en Radio Callao (emisora en la que además dirigió La Pandilla Corazón) para transferir luego a Mitre y finalmente a Rivadavia. Conociendo el valor de las fórmulas rituales, Nelson concluía cada programa con la misma despedida: «Hasta mañana, si Dios así lo permite». No era en absoluto religioso, pero aquello de prosternarse ante la voluntad del Supremo sonaba humilde y devocional. Uno y otro programa se mantuvieron empecinadamente en el aire, mucho después de que las emisoras empezasen a ralear sus espacios de tango.
En 1936, unió su vida a la de Margarita Ibarrola Isaurralde, cuando ella tenía 17 años, pero se separaron en 1945, dejando a su hijo de 7 años, Julio Carlos, (Cachito), con los abuelos paternos. El niño se colgó de su abuelo y ya no quiso soltarlo. Margarita emigró a Brasil, donde se casó con un alemán y tuvo con él dos hijos: Susana Carolina y Guillermo Federico Müller, pero volvió a separarse. Con el tiempo se perdió todo contacto con ella. Julio se casó en 1951 con Susana Carballo una cantante de tangos conocida como Susana Ocampo. Ese matrimonio no duró más que un año y medio. Se separaron entonces, pero sin formalizar el divorcio. Tras la muerte de Julio, Susana se presentó como heredera.
Julio iba todos los días a ver a sus padres, con los que vivía su hijo. Este fue al mismo colegio que él: el Francisco de Victoria, en Julián Álvarez 240. Cuando Cacho creció iba a verlo a Radio Mitre, en Arenales 1925, y hasta vivió un tiempo con él. Pero un día, a la edad de 14 años, se escapó de la casa de los abuelos, dejando una carta en la que les explicaba que se iba al sur. La verdad era que se marchaba hacia Guayaquil con dos amigos ecuatorianos. En Bolivia los detuvieron, pero consiguieron seguir viaje con un pasaporte colectivo. Llegados a destino, Cacho encontró empleo en el Club Barcelona. Tiempo después, oyó que llegaba de visita el Racing de Avellaneda, del que Julio era fanático. Empezó a merodear el Hotel Plaza, donde se hospedaban los racinguistas, hasta que logró entrar en el hall. En ese momento, el delantero Tucho Méndez, amigo de Julio y enterado de la desaparición del hijo, lo reconoció con enorme sorpresa. De inmediato telefoneó a Buenos Aires, y poco después, a través de un enlace con una radio de Guayaquil, Julio —que nunca le había demostrado afecto a su hijo— le pidió que volviera. Y Cacho volvió.
En 1972, cuatro años antes de morir, Julio fue a vivir con él, ya casado y con dos hijos, luego de haber sufrido dos infartos. Una mañana sonó el timbre de calle. Cuando Cacho abrió la puerta encontró ante sí una muchacha morena, de ojos negros, que simplemente le dijo: «Soy Susana. Soy tu hermana». Julio murió el 6 de marzo de 1976. Pocas semanas antes había abandonado la casa de su hijo en Martínez para instalarse en el Hotel Wilton, cerca de donde entonces estaba la radio. Pero el 2 de marzo le sobrevino un nuevo infarto, del que ya no pudo recobrarse. Estaba internado en el Anchorena. Su última aventura fue escabullirse de su cuarto hasta el de Julián Centeya cuando supo que también lo habían internado.
Aunque como letrista firmó varios tangos de cierta difusión, su éxito absoluto fue “Margarita Gauthier”, con música del talentoso Joaquín Mora. La pieza, que evoca al personaje de La Dama de las Camelias, atrae por su mórbido romanticismo, aunque lo mejor que puede decirse de esos versos es que no estorban el disfrute de la refinada melodía. Este tango fue grabado por Alberto Gómez en 1935, pero realmente se impuso a partir de la versión de Miguel Caló con Raúl Berón, en 1942, a la que siguió la de Aníbal Troilo con Fiorentino, en 1943. Entre las diversas interpretaciones posteriores pueden destacarse la de Osmar Maderna con Pedro Dátila, en 1947, y, tras la muerte de Maderna, la puramente instrumental de la Orquesta Símbolo, dirigida por Aquiles Roggero, y las de Astor Piazzolla: con Roberto Yanés, en 1964 y en solo de bandoneón en 1971.
Nelson —protagonista demoníaco en Megafón, o la Guerra, la novela póstuma de Leopoldo Marechal— fue autor también de los tangos “Carriego”, “Óyeme, mamá”, “Qué será de ti”, “No debemos retornar”, “Nocturno de tango”, “La casa vacía”, “Escuchando tu voz”, “Al volverte a ver”, “Junto al piano”, “Cuento azul” y “Derrotao”, entre otros. No formó un binomio creador con ningún compositor en particular, firmando sus tangos con músicos tan diversos como el ya mencionado Mora, Armando Baliotti, Roberto Nievas Blanco, José García, Miguel Nijensohn y Marcos Larrosa, entre otros. Tuvo además dos incursiones en el cine, en las películas Historia de un Ídolo y Soy del Tiempo de Gardel, ese tiempo que él contribuyó como nadie a prolongar.
Extraído del libro Tango Judío. Del ghetto a la milonga, De Julio Nudler, Editorial Sudamericana.

lunes, 30 de agosto de 2021

SOBRE MI CABEZA, EL SOMBRERO...

"Sobre mi cabeza, el sombrero, bajo mis pies, el mundo entero", rezaba un viejo dicho anarquista, todo un manifiesto y alarde de voluntarismo en el que se reafirmaba la condición de ateo, al mismo tiempo que la actitud de vida de mantener erguida la frente y jamás dejarse ensillar.

Pero el siglo no cumplió sus promesas, las guerras por la libertad dejaron paso a las contiendas de la codicia. Las nobles causas perdieron brillo y la cancha se embarró. La vida se fue apagando, mutaron los oficios, ya no hubo donde volver, tampoco donde ir, restaba solo esperar, darle de comer al canario, atrapar algún miserable rayo de sol en una mañana cualquiera y con la mirada fija en algún punto remoto de las cavernas del adentro, seguir maldiciendo a ese Dios. que de tanto negarlo una vida entera, ahora una vez ido,  ahora que ya nadie lo nombra, comenzamos a extrañarlo dolorosamente, como a un camarada muerto.

Tanto se ha escrito y oído de una edad de oro,de un mítico granero de vaya saber que mundo, que nadie ha echado en falta crónica alguna, acerca de fantasmales y vencidos quijotes, vagando sin descanso, los amargos eriales del olvido.

martes, 15 de junio de 2021

TRELEW, NICOLA & BART.


Estamos caminando por Avenida Patricios. El límite de la Boca y Barracas. Al menos el límite que nosotros conocemos mas allá del catastro municipal.

El Lobo está mirando las construcciones. Hace unos minutos estuvimos en el viejo edifico de California y Avenida Patricios, donde funcionaba la fabrica Noel.

Habíamos ido a recorrerla acompañados por la inmobiliaria que desde hace años trata de vender ese predio, sin demasiada suerte. Entonces la alquilan para producciones de publicidad o para tomas cinematográficas.

Eso es lo que el Lobo había ido a averiguar ya que está interesado en producir una película y había ido a ver a Suar y Campanella.

- Son dos turros egoístas. Y el peor ese pasota de Campanella que solo por haber ganado el Oscar piensa que no debe comprometerse, además de creerse con derecho a producir todo el contenido del canal Encuentro.

- ¿ “Solo por ganar el Oscar”? Me parece que te fuiste a la mierda. Ganar el Oscar no es “solo”, es “todo”- Le respondo cortante

Hace como que no me escucha. Y se vuelve para mirar la fábrica Noel mientras, con los pulgares y los índices de cada mano, hace un cuadro y simula un enfoque.

- Carlos Noel, el fundador de la fabrica era vasco. Y su nieto, Carlos también fue presidente del Unión Industrial y Alvear lo llamo para que fuera Intendente de la Ciudad

- Uy…Intendente , Como Macri… –digo, para empujarlo un poco a que saque un tema
-
- Perdon- me corrige- Mauricio es Jefe de Gobierno- como sus alcahuetes y los alcahuetes de los medios que le dan soporte lo recuerdan…-

- Ahá -

¿ Qué día es hoy ? – pregunta, aunque se de antemano que sabe perfectamente que es 23 de Agosto, las vísperas de un aniversario más de lo que llamamos la masacre de Trelew.

- El día siguiente al aniversario de la masacre de Trelew- comento

- Estimado amigo me alegra que conserves memoria histórica. La masacre de Trelew represento para nuestra generación un símbolo de unidad en la lucha.

- Si recuerdo cuando se hizo el velorio en la sede del Partido Justicialista. Esa fue una decisión de Cámpora antes de las elecciones del 73.-

- Ese día estuvimos en la sede de Avenida La Plata y como era habitual, cobramos. La policía que la comandaba Villar, pego hasta cansarse.

En esa época al lobo le gustaba tocar la guitarra y a veces particpaba de alguna banda de rock. Yo en cambio militaba a tiempo completo, mientras estudiaba en la Universidad.

En mi tiempo libre hacía algo que siempre me gusto hacer: levantarme minas…

- Si. Fue un día de mucho bardo. De adrenalina…

Saca un cigarrillo y ceremoniosamente lo lleva a su boca, con una rara maniobra de sus dedos. No sé por qué hace esas cosas ya que a veces el cigarrillo termina en el suelo. Pero al Lobo no le gustan las cosas fáciles…
-
- Acá cerca está el viejo local de la F.O.R.A. la federación obrera anarquista. La Boca tiene esto – y señala en su derredor- más profundo, más rico que Caminito y la pizza de Banchero. De acá salió el apoyo básico a Palacios el primer diputado obrero de América Latina, cuando era un dirigente de la lucha social y no el monigote del sistema en el que después devino.

Es cierto lo que dice. Se respira en esas calles con casas de chapas, chicos jugando en la vereda y basura en las esquinas, que allí no solo hay vida sino una inmensa historia, que aun no se conto.

En la vereda de enfrente dos muchachos, fuman un porro en la galería de una casa vieja. Quizas sea una casa tomada…

- Los anarquistas eran luchadores honestos. Comprometidos.-

De pronto se detiene y me dice:

- Ahora entiendo por qué te pregunté qué fecha era hoy. 23 de Agosto, es un aniversario del asesinato de Sacco y Vanzetti. Todo este entorno, la riqueza inmanente de este barrio lo trajo a mi inconsciente.

Trelew…Sacco y Vanzetti. Parece que el espíritu de los luchadores está presente hoy. Por lo menos para nosotros dos amigo…

Hace una pausa:

- Quizás las nuevas generaciones no tengan demasiada información sobre esto que hablamos. Pero me gustaría que de tener información no fuera la de las meras efemérides. El recordatorio políticamente correcto. Sacco, Vanzetti o los nuestros Pujadas, Haidar, Bonet, eran personas comprometidas. Que amaban, que tenían ilusiones, algunos de ellos tuvieron hijos.

Se lo que está pensando. Ahora, como tantas veces, su cabeza estará clavada en algún momento de su juventud. Pensando que dejo muchas cosas en la juventud, por comprometerse con sus, nuestras, ideas. Y a veces a esta altura se que siente bronca…
No por la elección, sino por lo que el cree una falta de reconocimiento.

A veces me parece algo débil de parte de él, creer que el reconocimiento es una moneda esperable en la vida.

- Mira me dice. Todo está manejado desde el universo

Lo miro por encima de los lentes: - ¿Te volviste místico chabon?

- ¿Decime qué hora es?

- La una

- ¿Y que tenemos ahí enfrente?

La esquina de Quinquela y Avenida Patricos. El restaurante Quinquela. Un bodegón adecuado a los tiempos, que permite que vayan turistas y cristianos de a pie. Como el Lobo y yo.

- Canelones con bolognesa

- Yo, ravioles con salsa a la crema

- ¿Syrah?

- ¿Y como no?

Al entrar la vimos a Valeria. Una de mis compañeras de tango. Me gusta esa mujer. Pero es muy joven para mí. Y aun, cuando me cautiva su perfume cuando bailamos, mi corazón sigue perteneciendo a Mi Dama. Como el corazón noble de todo hombre que solo sabe amar una vez…

Ebais