Era una noche fría y desangelada, los ecos de una agria discusión telefónica con "La Tana", aun retumbaban en mi mente. De algún modo todo aquello se asociaba a la molestia de estar en ese bar mugriento de la calle Montevideo, esperando la llegada de Ruggero .
por Jorge
Tejera.
Nada de todo
aquello me gustaba, sabia, que cuando algunas cosas
comienzan a torcerse, otras suelen seguir la misma suerte, y esta no
iba a ser la excepción.
Habían pasado dos noches, desde
que el "Tano Ruggero" me despertara, como era su costumbre,
con un llamado telefónico seco y misterioso .
Aun puedo
sentir aquel agorero:
-Lobo, nos tenemos que
ver.
Quedamos a las diez, eran las diez y media y el Tano no aparecía, pensé, me cago en él, y en sus misterios,
comenzaba a preocuparme.
-Mozo, un café-,
Y ya
era como el tercero, la acidez me estaba matando.
Afuera,
la calle se raleaba, las figuras raudas comenzaban a dar lugar a
otras, menos presurosas y más espectrales, las presencias de la noche.
Las voces en el boliche, se hacían opacas, y profundas,
como de confesionario . El gallego Gavieiro, escarbaba sus fosas
nasales en busca de tesoros ignotos y los curdas comenzaban a
cabecear.
De pronto, a través de la ventana empañada,
pude ver, lejana, la silueta del Tano enfundada en un viejo breto.
Por un momento, quede absorto recordando a Orson Wells en el "Tercer
Hombre" corriendo por las cloacas de la derruida Dresden, cuando
el vozarrón del Tano Ruggero, me devolvió abruptamente a Buenos
Aires.
- Que hacé Lobo?
El Tano estaba
demacrado, sus ojos estaban inyectados y sus manos de dedos gruesos
se entrelazaban en un enervante ejercicio.
- Tano!, queres
parar con eso..., me estas poniendo nervioso.
- Si
disculpame,... mozo una ginebra...
Los ojos de Ruggero se
movían de izquierda a derecha como dos ratas encerradas.
Estaba muy incomodo con la situación, conocía las paranoias del Tano, y nos unía una vieja y probada amistad de años, cargada de mutuas indulgencias, pero esa vez era distinto.
Me me sentía emantanado, en un
sórdido territorio de fracasos, donde el curso
del tiempo se precipitaba hacia una fosa negra, que no terminaba de
aceptar como destino. Por esto, como todo animal acorralado, miserable y patético, no me
sentía propenso al altruismo.
Encaré al tano con la
furia ciega, de aquel que cree preservarse de la desintegración .
-
Bueno Tano, dale, largá el rollo, esta vez en que balurdo me querés
enroscar?
El Tano abrió grandes sus ojos surcados de
hilos rojos y levanto sus manos grandes con las palmas abiertas,
echándolas hacia atrás.
- Bueno, hermano, no sabia que
te lo ibas a tomar así... disculpá, no tenia a quien acudir... pero
si es así...
Y metiendo la mano en el bolsillo de ese
sobretodo que sin duda conociera épocas mejores, llamó al mozo.
-
Mozo, me cobra por favor...
- Pará, Tano... adonde
vas?
- Me voy, veo que el horno no está para bollos... me
voy...
que queres que te diga?
- Tano!... por favor
quedate... estoy nervioso (agregué en forma de disculpa)
El
Tano me envolvió con su mirada y pude percibir como ese rostro
tallado en roca se iluminaba de ternura.
Inmediatamente
agrego para romper el clima:
- Esta bien, me quedo, pero
tengo que ir a mear...
No le gustaban las
mariconeadas...,
Sin esperar comentarios, el Tano giro
sobre sí mismo para perderse en el pasillo que conducía a ese
compartimento húmedo que el Gallego Gavieiro dio en llamar
pomposamente "Toilette". Me serene y volví la atención a
la calle Montevideo que a esta altura de la noche no ofrecía mayores
atractivos.
Pensé, en Ruggero, sin duda un alma grande,
pensé en la extraña alquimia de la gran ciudad, capaz de destruir a
los mejores hombres y , engordar de vanas materias a un ejercito de
sombras...y por ultimo pensé en mi... en ese hecho miserable que
acaba de provocar, cargado de toda esa violencia que conlleva la
cobardía ceremonial que sabemos practicar los hombres pequeños.
Estaba absorto en estos pensamientos, cuando alguien
arrojo sobre la mesa un billete de lotería. Levante bruscamente la
mirada y vi el rostro sonriente de un vendedor que me dijo:
-La
suerte muchacho, el "18"... la sangre...
-No
gracias...
-Sortea el viernes, con la nacional, son dos
pesitos...
-No gracias, macho, si yo juego un numero
seguro sale una letra.
Sentencié, a modo de broche y
mientras el vendedor se perdía entre las mesas, pude observar que
según el gran reloj de madera que presidía el establecimiento de
Gavieiro, habían pasado mas de veinte minutos desde la desaparición
del Tano Ruggero al fin del pasillo del "Toilette".
Espere en vano cinco, diez minutos mas, y apenas
conteniéndome para no correr, me precipite al baño atenazado por un
impulso visceral.
Llegue hasta el baño , toque a la
puerta del excusado y al no obtener respuesta tome el picaporte, y al
girarlo ... mis ojos se toparon, con un grueso hilo de sangre que
fluía por las baldosas gastadas, un río que fluía hasta dar en la
mar, que en este caso era solo un charco del color del vino.
Mi
corazón latía con fuerza, abrí la puerta del excusado y pude ver
el cadáver del Tano, yacía enfundado en su viejo breto, yacía como
un absurdo gladiador , derribado en una arena por demás indigna de
su perfomance.
En el final de esa noche, lejos de la
escena, lloraría amargamente.
Jamas podré contarle al
Tano los pensamientos de esa noche, jamas volveré a palmear esas
manos rugosas...
Tirado en la cama desvencijada del Hotel
Nebraska, tomé mi ultima ranitidina con un resto de ginebra que aun
quedaba en el fondo del vaso, mientras trataba de calmar los
pensamientos.
Me perforaba la impotencia de no poder
conocer la causa de esa horrible boleta que una mano artera le
facturó al Tano, pero todo resultaba inútil, nunca podré sacarme
de las entrañas, la pesada carga de haber basureado a un hombre que
venia cuerpeándole a la muerte.
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