lunes, 30 de abril de 2012

Cuando este hombre ama a esa Mujer

Cuando la conoció, ella tenía veintiún años, el veinticinco, ambos estaban casados y se conocieron en una oficina, como compañeros de trabajo.

Después de más de veinticinco años juntos-después de haber compartido  la cama, los cuerpos, los anhelos, los hijos… -se habían separado.

Él no podía olvidarla, aun cuando buscase en todas las mujeres sus ojos almendra, ese gesto de ternura eterna que con los años se había ido disipando.

Ella había decidido que lo que le quedaba de vida lo iba a hacer sin él, y él lo sabía.
Hubo años en que- pese a tratarse todos los días – se ignoraron. Se ignoraron en lo que luego los iba a unir: El amor

En esos años el quemaba parte de su tiempo con otras mujeres y corría una carrera sin saber para y por qué.

Lo que estaba edificando esos días, no sería la mejor parte de su futuro, pero sería la arcilla para construirlo.

De todos modos su vida venia cargada, ella tomaría esas cosas como beneficio de inventario y quizás fueron parte de lo que la atrajo de él.

El había tenido dos hijas de su primer matrimonio y un hijo con una compañera de trabajo.

Y ella lo sabía. Lo sabía todo.

Sabia del hijo con la compañera de trabajo porque era amiga de esa mujer y compañera de oficina de él y porque el destino quería que sus vidas se imbricasen, se montasen como las capas de rocas cuando la tierra cruje,

Ella,  sabía todo eso,  a él, la certeza  lo angustiaba y le quitaba el aire

Ella sabía que él amaba a sus hijas y que temía perderlas, como si perder los hijos fuese lo mismo que perder una billetera.

Ella sabía lo que sentía dentro, lo percibía, porque su instinto de hembra la hacía reparar en esas cosas en el afán de conquistar su amor.

Ella era una buena mujer y una linda mina, que ya tenía veintisiete años, que se había casado, separado, tenido otros novios y estaba sola,  Irresistiblemente sola como para que el, cazador de hembras, la dejase pasar.

Y un día ocurrió, se dio eso que estaba flotando en el aire.

Empezaron a andar juntos, en una  tormenta de deseo, de compañías y anhelos,  dos almas que porfiaban por encontrar el meollo de su amor.

Dentro de tanta pasión desbordada el amor latía y empezó a parir
Ella quedo embarazada del primer en un verano del 86, un verano de pasión, de búsquedas y de fascinación de estar uno con el otro.

EL dudó en ese momento, pero ella estaba convencida y el embarazo siguió.

Él se debatía en tratar de entender su separación, en cómo encarar con sus hijas pequeñas, su nueva pareja, su nueva situación.

Pero la vida produce saltos cuánticos en los que sin continuidad, los espacios y la materia entran en otro estado.

Cuanto agradeció el -años después-esa decisión sabia y valiente.
Aun  pasados más de veinticinco años, él la miraba dormir y un volcán amenazaba estallar desde dentro. Tantas veces deseo a esa mujer,  tantas veces la amo.

Amaba besarla detrás de la oreja cuando ella se acomodaba en la cama de espaldas hacia él y dejaba salir su hombro desnudo por sobre las sabanas.

El cuerpo tibio, la piel suave. ¡Cuánto significaba ese momento!

Era la revancha de los años de soledad, de mujer en mujer.

Era la revancha de quien cree que puede seguir amando y lo logra.

Ese cuerpo tibio…-pensaba. Y se decía: - Dios, no hay nada más bello en tu universo ¡!
Ella sintió con el paso de los años que la historia de él producía fantasmas recurrentes y lo que era peor, realidades fantasmales.

Al principio fue la distancia de sus hijas, siempre en paralelo con esa fiereza que el ponía para con su profesión.

Como si quisiese conseguir un reconocimiento tan grande de su tarea que solo las palabras nunca dichas podrían describirlo.

Y ella entendía esa pasión, pero era dolorosa, porque le quitaba la sonrisa a ese hombre que ella amaba.

Ella entendía, pero extrañaba al hombre capaz de compartir los crucigramas como hacían al principio de la relación, en esa camaradería que siempre terminaba con los dos desnudos devorándose.
El tiempo, la necesidad de amarse y formar una familia trajeron dos hermosos hijos más.

Luego fue la vehemencia porque la empresa en la que trabajaba saliese a flote, y ella sola, sin tiempo con él. Tan terriblemente sola en esa casa en construcción, en esas calles de tierra, lejos de todo lo que amaba.
Entonces ella pensó que pese a tener tres hijos pequeños no podía quedarse allí, y se marchó, se fue a su ciudad, a su barrio, intentó comenzar de vuelta.

Su alma de Paloma empezó a batir alas con fuerza por primera vez.

Él no podía estar sin ella, sin sus hijos.

Entonces abandono lo poco que quedaba en esa remota ciudad del sur y volvió a Buenos Aires.

Para estar con ella, para empezar otra vez.

Con miedos enormes ya que tenía 43 años y lo más rico de su profesión lo había desarrollado a miles de kilómetros de Buenos Aires. Volver a Buenos Aires significaba comenzar de nuevo…

Pero allí el mostro de que madera estaba hecho. Como cuando decidió dejar la profesión para la que había dedicado casi ocho años de estudio universitario y se dedico con pasión a programar computadoras y a enseñar a programarlas.

Se rehízo, en la gran ciudad. A  los 43 se rehízo. Como quien se reinventa para que su cuerpo quepa en el traje que le ofrecen.

Y empezó a sentir orgullo de eso.

Pero nuevamente el pasado traía sus mensajes con el hijo que había tenido estando casado todavía con su primera mujer.

Y nuevamente los fantasmas, los silencios, los dolores…y ella allí, sin saber cómo derramar su miel sobre su héroe, como dar una caricia a ese hombre que parecía necesitado de tormentos.
En el medio intentaron construir de nuevo algo, juntos.

Compraron su primer auto, su segunda casa, aunque esta a diferencia de la anterior pudieron pagarla
Ella dejo de trabajar y comenzó a quedarse en la casa para dar ese sabor de hogar a una familia, Ese sabor que da la mama en la casa.

Y crecieron los hijos al cuidado de esa madre y bajo la mirada del padre…
Un día el pasado volvió a llamar a la puerta. O mejor dicho el se encargo que el pasado volviese a llamar a la puerta.

Un profiláctico en el auto, una noche de juerga con compañeros de trabajo y en ella se hizo vivo el viejo, el enorme.

La confirmación de su constante falta de confianza. Es que cuando se es mujeriego, es imposible cambiar- pensó.

Él le hizo un relato que ella intento creer.

Ambos hicieron terapia y volvieron a intentar.

A buscarse en las noches.

A esperar la noche del Sábado para encontrarse.

A tomar salidas juntos, de unos pocos días en los que la intimidad se fortalecía.

La vida siguió no sin tropiezos y la búsqueda de trabajo lo llevo a él a intentar en Brasil.

Lo hizo igual que siempre. Con fiereza, entregándose de cuerpo y alma a que eso fuese para adelante.

Y ella volvió a sentir soledad. Volvió a sentir abandono como cuando el viajo al sur hacía ya catorce años.

Y de vuelta la sensación del abandono. De vuelta los fantasmas de otras mujeres que podían estar con él.

Él lo presentía y sabia que su vida de fidelidad en Brasil solo iba a servir para que no existiese un hecho concreto.

Pero la confianza se basa en aspectos más sutiles, más intrincados y la confianza no existía por parte de ella.

Solo años después y ya separado pudo percibir ese mecanismo de sutileza que lleva a la confianza del otro.

Tres años duro esa campaña en Brasil y finalmente pudo acordar con el dueño de su empresa de cerrar ese negocio que lo tenía como referente exclusivo y central.

Y eso le permitía estar en buenos Aires todos los días, cenar  en su casa todos los días, dormir en la cama con su mujer todos los días.
Pero ya nada sería igual, pese a un último gran intento en unas maravillosas vacaciones juntos, en Pinamar, ella vivió ese año con una tensión y una angustia que a él lo confundía y atormentaba.

Un día se sentía atragantada y sentía que no podía respirar.

El la tranquilizo, le pidió que se quedase tranquila, que no forzase la respiración.

Y ella volvió a respirar.

..Y estaba atragantada. La hija mayor de él que vivía en EEUU se iba a casar y no había partido la invitación para ella.

Para ella que había conocido a su hija mayor desde que tenía siete años y la había recibido en su casa en los primeros tiempos de su relación con él.

Él lo había hablado con su hija, pero la hija dio la excusa recurrente. Que su madre no había superado “aquello”. Una separación de veinte años ¡!!

Dios, pensaba él, quiero salir de este círculo, de este encierro de posiciones donde nada avanza sino que como la noria, vuelve su pesada carga al punto de partida.

Y el viajo a EEUU a la boda de su hija y ella quedo acá. Sintiéndose sola. Sintiendo el abandono como la sombra compañera, como el zumo último de la relación.

Y ella comenzó a agitar sus alas de Paloma.

A agitar sus alas blancas para que los pinceles pintasen los cuadros más bellos, los colores reflejasen los estados de su alma y el lienzo supiese del talento de esa mujer.

La Paloma comenzó a escribir poemas bellos y cuentos intensos y a atraer la mirada de otros escritores y otros artistas que ayudaron a que ella confiase en sí.
Y entonces ella vio que la vida latía en otros sentidos, que vibraba en cuerdas que sus manos no habían imaginado y se dio cuenta que ya no podía estar con el

Entonces comenzó su vuelo, pero lo detuvo, muchas veces para ayudar a que el entendiese.

Su noble alma de Paloma no quería herirlo y sentía por el amor.

Solo que ya no era mujer de un hombre.

Era ella misma.

Y cuando vio que comenzó a entender, cuando vio que ya no quedaba rencor, sino el recuerdo dulce del vino compartido batió las alas.

Esas alas bellas que parecían un pañuelo del alma y en forma de corazón lo saludo

Y él la vio partir y en su corazón se mezclo la pérdida del amor que no se tendrá y el orgullo de entender que el amor no se refleja en la posesión sino en la felicidad de aquel que se ama.

-Adiós Paloma, se dijo y camino solo por la calle mientras la luz de la luna le marcaba el rumbo.

Ebais

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