por Gabriela Sharpe
Durante mucho tiempo la artería principal del porteño fue su calle Corrientes, que fue bautizada como "la que nunca duerme", y su corazón latió en Corrientes y Esmeralda, esquina en que Scalabrini Ortiz sitúo al "hombre que está solo y espera". Con el correr de los años su pulso se trasladó a otra esquina: Corrientes y Montevideo. El Ramos, Pernambuco, La Paz fueron algunos bares que marcaron el nuevo ritmo.
El café La Paz, fundado en la década del ’40, comienza a tener brillo propio a partir de 1960 cuando la bohemia porteña decidió ocupar sus mesas.
En él se reunían literatos, cineastas, músicos, principiantes psicoanalistas. Todos jóvenes y noveles.
Durante la década del ’60 y fines de 1975 sus habitúes se caracterizaron por sus barbas , las mujeres por sus pechos sin sostenes que se adherían a las musculosas, por los atados de cigarrillos negros Particulares sin filtro, los fuertes Parissiens o los Jockey Club, también por la variada temática de los libros depositados en las mesas y algunos por sus pipas.
Típico bar porteño, con sus ventanas tipo guillotinas (esas que se abren para arriba), siempre abiertas ya que eran tiempos en que el aire acondicionado no existía - se escuchaba el monótono ruido de los ventiladores -y era frecuente ver a una persona del lado de afuera acodada en la ventana charlando con otra sentada en una mesa de esas que permiten ver la vida a través de un vidrio.
En una mesa de cuatro, cabían diez y consumían dos.
A cualquier hora había gente, mucha. Cumplía las funciones de "bar vidriera", si uno caminaba por Corrientes, inevitable cruzarse hasta Montevideo y pispear si se encontraba algún conocido.
En distintas mesas se los podía ver a Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, el "Mono" Villegas o David Viñas.
Época de bullicio, de discusiones, donde el murmullo no tenía cabida.
Tenía vida.
Épocas de cafés, de ginebras, aperitivos o whiskys. Y de levantes!
Épocas de ideas, ardides y demás.
Había energía.
Luego vino la dictadura militar de 1976, y con ella las razzias, los sinsabores. Muchos de aquellos que ocuparon sus mesas hoy están desaparecidos, otros debieron exiliarse.
El país y el bar La Paz comenzaron a languidecer.
La polémica, la alegría, la bronca, la vida que forjaron sus mesas se fueron para no volver.
En 1980 estuvo a punto de cerrar, siendo rescatado, en 1997, por el Gobierno de la Ciudad y a partir de entonces es uno de los bares notables.
Hoy que tiene aire acondicionada, que se puede pedir comida, que tiene un sector para fumadores y unas tenues luces. Hoy no tiene gente. Languidece. Está vacío.
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