Nos despedimos de Rodríguez Ramos en la puerta de los “36 Billares” y caminamos con el
Nacho Loyola algunos metros por Avenida de Mayo en dirección a la calle Salta. Al
llegar a la esquina, Loyola me tantea:
-Buena onda
Rodriguez Ramos ¿no?
-¡La mejor!,
he visto víboras más simpáticas y por cierto más creíbles…
Pude
sentir, más que observar, los ojos azules de Nacho quedar expuestos, al
levantar sus cejas.
-No te
preocupes, no es grave, pero quiero pensarlo un poco más, anda si querés, yo
prefiero caminar un poco, ayuda a repasar la película y analizar un poco más la
propuesta…
Nacho, me
mira, esboza una sonrisa y me dice:
-Sí, ya se,
ya se, la paranoia es un estado superior de la conciencia… mañana hablamos…
Loyola me abraza
y se despide, en tanto, mientras lo observo alejarse gesticulando, respiro
profundo y puedo sentir como la noche estrellada se mete dentro del pecho y una
especie de calma sacra se apodera de las contracturas.
-Es una
linda noche…
Hilvano, en
un pensamiento casi audible.
Veo a lo
lejos, a través del humo del pucho que acabo de encender, en la vereda de
enfrente, el Bar del “Hotel Castelar”, no puedo evitar que acuda a la memoria
como una flecha un episodio ocurrido en estas mismas coordenadas, muchos años
atrás y que por cierto, de algún modo sus resonancias porfían por aportar
cierta luz en el análisis de los hechos acaecidos hace minutos en los “36
Billares”.
Los hechos
sucedieron durante la desconcentración de un acto en la Plaza de Mayo, corría
el año 1972 si mal no recuerdo y el país se hallaba inmerso en los prolegómenos
de las elecciones de 1973, el retorno de inminente de Perón y otras hierbas de
similar vergel.
La Avenida
estaba cortada a los efectos de dicha desconcentración y volvíamos por el medio
de la calle, en un grupo grande de compañeros, de entre los cuales unos
cuantos, militábamos aún en ese entonces, en el PSIN (Partido Socialista de la
Izquierda Nacional) cuyo referente máximo e ideólogo supiera ser el
desaparecido Jorge Abelardo Ramos o “el colorado Ramos” a secas, como lo
llamaban con respeto, tanto fieles como detractores.
Cuando el
grupo pasó por delante de las ventanas del Bar del “Hotel Castelar” recuerdo
que Jorge Packard grito:
-¡Che! En
el Castelar está Jauretche…
Y ahí nomás
salió corriendo y se mandó a la mesa de Don Arturo.
El resto
del contingente quedamos afuera en medio de la calle siguiendo a la distancia
la escena a través de las ventanas, hasta que al cabo de unos minutos pudimos
ver la humanidad de Jorge Packard salir del Castelar y volver a reunirse con el
grupo. Para mi sorpresa la cara de Jorge no denotaba ninguna de las cosas que
yo hubiese podido suponer, ni alegría, ni euforia, ni entusiasmo, más bien se
parecía al semblante de alguien que estuviera bajo los efectos de un purgante.
El turco Freigido, entusiasmado, preguntó:
-¿y, que te
dijo el troesma?
-Nada
vamos, vamos…
El grupo
siguió su marcha en silencio y solo cuando fuimos quedando solo los más
allegados, el gordo Packard dijo:
- Che,
vamos a tomar un café a algún lado…
Terminamos
en la “Perla del Once”, y fue allí donde Jorge Packard se despachó de lo
acaecido en la mesa con Don Arturo Jauretche.
El gordo
tomo un sorbo de su té, nunca bebía café, y trasca, con cierta solemnidad, como
si estuviese compartiendo noticias sobre el apocalipsis, dijo:
-Me
presente, le dije “Don Arturo yo milito en la Izquierda Nacional y es mucha mi
admiración por su persona y por su obra”
Packard
continuó… el viejo me miró, me semblanteó de arriba abajo y con una sonrisa socarrona me dijo:
-Usted muchacho
¿está con el “Colorado Ramos”?
-Si
efectivamente en el PSIN para ser más exacto…
-Aja… mire
joven, yo a usted lo veo muy tierno y muy entusiasta y por cierto debe ser
seguramente un joven capaz y sincero en sus aspiraciones políticas, pero le
digo la verdad, tenga cuidado en donde pone las fichas, no todo lo que reluce
es oro… y para ser sincero su mentor no cuenta del todo con mis respetos…
-pero…
-no,
entiéndame bien, la historia de Ramos es por lejos uno de los aportes más
brillantes a la causa nacional y revolucionaria, pero trate de entender, no
siempre basta con trazar un mapa, hay que estar a la altura del viaje, me
entiende…
Y de algún
modo gestual dio con esto por terminada la conversación…
Todos
quedamos en silencio, sin poder penetrar el mensaje cifrado contenido en la
acotación de ese gran maestro. Comenzaríamos a entender meses después, cuando
el colorado de marras, lanzase su propia candidatura personal a presidente,
inventando una opción electoral llamada FIP (Frente de Izquierda Popular).
Muchos
de los que esa noche compartimos la mesa de “La Perla del Once” se fueron del
PSIN ya agonizante y otros fuimos expulsados por sostener que la esencia de la
“Alianza Plebeya”, una y mil veces anunciada teóricamente por la Izquierda
Nacional estaba siendo traicionada por la decisión de no cerrar filas con el
FREJULI bajo la consigna “Campora al gobierno, Perón al Poder”. Años más tarde,
en los ’90, bajo el gobierno de la innombrable “Rata Riojana” el colorado la
hizo completa, aceptando una embajada del gobierno más entreguista que
conociera la historia argentina.
“Sic
transit gloria mundi” (así pasan las glorias mundanas)
Hasta aquí
la anécdota, pero esto venía a cuento del encuentro con el “amigo” Rodríguez
Ramos en “Los 36 Billares”, no solo porque Rodríguez se llama Ramos igual que
el otro, sino porque de algún modo extraño, la vieja anécdota y el reciente
encuentro rozan una zona compartida encerrada en una pregunta:
¿Qué hace
que hombres que durante años mantienen una conducta austera, principista y
consecuente, tiren alegremente la chancleta frente a la primera oferta de Mandinga?
¿Será que
del mismo modo que en estos tiempos de materialismo crudo “La billetera mata al
galán” se pueda establecer el axioma “Candilejas matan Quijote”?
No sé, lo
cierto es que creo que parafraseando al “Che” en un célebre discurso, en este
caso, no me siento inclinado en confiar en un Rodríguez Ramos que brilla como
chafalonía en vidriera, enfundado en su uniforme de nuevo rico, ni tantito así,
nada”… es un pálpito, ojalá me equivoque.
Mañana
aconsejaré a Loyola…
Loboalpha