lunes, 23 de abril de 2012

Sobre héroes y tumbas


Allá lejos, a fines del año 69, aunque parece que fue ayer, había yo terminado la escuela secundaria y andaba más perdido de vocación y de Norte, que Adán en el día de la madre.

Al garete y sin mucha ocupación, solía, en al afán de calmar mis ansiedades, emprender largas caminatas por la ciudad sin otro propósito que tratar de encontrarle el agujero al mate.

Remataba los días recalando en la mesa de algún café de la calle Corrientes y allí dejaba pasar las horas hasta que el cansancio y el hartazgo me encaminaran en dirección de una cama en el sur de la ciudad, donde las más de las veces no lograba conciliar el sueño por muchas horas más.

Un día, de vuelta al redil, harto de esos vanos prolegómenos, decidí que esa noche no se podía volver a repetir el desastroso ritual del insomnio suburbano y entré decidido en la librería “De las Artes”, una de las tantas que en ese entonces no cerraban hasta altas horas de la madrugada.

Una vez dentro del local, y tras el vehemente impulso inicial, algo me frenó, no sabía que hostias pedir, en realidad íntimamente lo que deseaba era hallar por arte de magia una lectura capaz no solo de combatir las horas vacías de mi vida de adolescente, sino que me proporcionase de alguna forma una revelación que cambiara el curso de mi vida.

Fue entonces que me encaró un vendedor y amablemente me dijo:

- ¿Que andás buscando?

Lo mire espantado, mientras una parejita de intectualosos esperaban a un lado que el vendedor se desocupase y le tiré, de una al vendedor, un título que recordaba por haberlo leído en no sé cuál revista del momento. Le dije:

- Algo sobre héroes y tumbas, algo así…

Los intectualosos se cagaron de risa, lo que me arrebató con una mezcla de vergüenza y odio que nunca pude olvidar. Después supe que era un libro re manyado y sumamente exitoso en ese momento y que todo el mundo lo había leído, menos, obviamente yo.

El vendedor, canchero, le puso paños fríos al asunto, manoteó el libro enseguida de un estante y con cara de boludo preguntó:

-¿algo más?

Pague y en segundos estaba nuevamente en la calle con el libro bajo el brazo, llegue a casa y lo leí casi de un tirón.

No podría decir exactamente que ese libro me cambió la vida, pero lo que si es cierto que marcó el comienzo de una nueva etapa en vida, porque si bien no encontré en el ninguna respuesta de las que esperaba encontrar, me planteó muchas nuevas preguntas que aún no había logrado siquiera sospechar.

Sobre Héroes y Tumbas fue para mí un maravilloso espejo donde redescubrí otra mirada posible de los paisajes habituales de esa adolescencia, que estaba a punto de perder para siempre.

Loboalpha

La novela

Sobre héroes y tumbas se publicó en 1961 en Buenos Aires, ciudad que asoma latiendo en cada página, en cada escena, y se impone en nuestra visión de lectores, se yergue desafiante por mucho que nunca hayamos estado allí. La ciudad profunda aparece en todas sus dimensiones, desde los miradores al alcantarillado, como pieza clave donde se desenvuelven las ansias de los personajes.

La ciudad en un aquí y ahora, coordenadas con que estos personajes se sitúan en el mundo en circunstancias determinadas. Sábato no elude el peronismo, las diferencias sociales, el subte, los viejos de los parques... muy al contrario, utiliza todos estos elementos y los absorbe para lograr un testimonio integral: la realidad de Buenos Aires en los años 60 fundida con un espacio de sueño, delirio, pesadillas universales y atemporales que acechan cada noche en una piecita, en un caserón abandonado. En esa fusión reside uno de los aspectos de la grandeza de esta novela.

A partir de la ciudad, Sábato habla de la argentinidad como sentimiento, esa nostalgia permanente de haber perdido lo que nunca se llegó a tener, una sensación que cada personaje desarrolla a su manera para mostrar o intentar ocultar sus carencias, sus miedos, sus frustraciones. De ahí el sarcasmo, la violencia, el doble juego que nos lleva a uno de los motivos de la novela: la máscara.

"siempre es terrible ver a un hombre que se cree absoluta y seguramente solo, pues hay en él algo de trágico, quizá hasta de sagrado, y a la vez de horrendo y vergonzoso"

Sábato se pregunta qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, ante nuestra conciencia, enfrentados a un yo que, como en el caso de Fernando Vidal, uno de los personajes clave de la novela y artífice del "Informe sobre ciegos" (parte III de Sobre héroes y tumbas), puede deformarse y metamorfosearse continuamente. O como Alejandra, la otra gran protagonista, atormentada por fuerzas extrañas, oscuras, destructivas contra las que a veces no es posible ni siquiera luchar. Fernando y Alejandra desarrollan a lo largo de la novela una relación cuya evolución y complejidad el lector no puede más que intuir, y ahí residen su fuerza y su tragedia, su atracción. Un padre y una hija con un pasado oscuro, que se odian hasta la muerte, se aman hasta el incesto, se destruyem mediante un fuego purificador... y todo ello narrado por la velada emoción de Bruno, las impresiones entrecortadas de Martín, las palabras desgarradoras de Alejandra y la obsesión por los ciegos de Fernando, que es la esencia de la novela y que se condensa en frase como ésta:

"La noche, la infancia, las tinieblas, el terror y la sangre, sangre, carne y sangre, los sueños, abismos, abismos insondables, soledad soledad soledad, tocamos pero estamos a distancias inconmesurables, tocamos pero estamos solos".

Sobre héroes y tumbas es una novela conmovedora y trágica. Lo que se propone Sábato, y lo consigue con creces, es sacudir y despertar al lector, de modo que éste, al acabar la lectura, ya no sea el mismo, igual que el escritor no lo fue al acabar de escribir. Pero lo más emocionante y admirable de la narración es que logra superar la maldición latente de la resignación, y aunque la felicidad absoluta no existe, como nos hacían creer de chicos, sí es posible apreciar y disfrutar las pequeñas felicidades, las que narra Hortensia Paz, esos frágiles y fugaces momentos de amor o de éxtasis que el arte es capaz de eternizar. Y ésta es la única felicidad que existe en medio del perpetuo desencuentro que es la vida. Así, Ernesto Sábato cumple lo que él mismo definió como "novela profunda":

"Una novela profunda surge frente a situaciones límite de la existencia, dolorosas encrucijadas en que intuimos la insoslayable presencia de la muerte. En medio de un temblor existencial, la obra es nuestro intento, jamás del todo logrado, por reconquistar la unidad inefable de la vida"

(de Antes del Fin)

por Blanca Gago domínguez

El nacimiento de un libro (Mario Sabato, 1963)

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