domingo, 11 de septiembre de 2011

La pertenencia

Vamos por Avenida Larrazábal en Mataderos.

Cortaremos por una calle llamada Zelada y allí buscaremos a Timoteo Gordillo.

Vamos al cumpleaños de un compañero. José Merino Vera.

No sé si Merino es su segundo nombre o su primer apellido, porque el siempre se presenta así:

-José Merino Vera, encantado de conocerlo – o cortesías por el estilo.

Es el cumpleaños número cincuenta del hombre y ha querido hacer una fiesta para los amigos, así que allá vamos.

En realidad el amigo de Vera es el Lobo, pero yo he sido, también, amablemente invitado.
La zona me trae recuerdos. Mi primera mujer vivía en Oliden y Rodo a unas diez cuadras de donde estamos ahora.

Oliden y Rodo está a una cuadra de donde estaba el histórico Matadero y frigorífico Lisandro de La Torre, el de las grandes luchas de los sesenta contra el plan CONINTES de Frondizi.
El glorioso barrio de Mataderos, símbolo de la insurrección de esa época contra la entrega de los patrimonios nacionales…

El Lobo me dice:

-La calle Lisandro de La Torre está por acá cerca- Me doy cuenta que está pensando lo mismo que yo seguramente. A veces me confunde esa empatía mental. No soy un místico ni un creyente. De modo que estas coincidencias sinceramente me desubican.

-Frondizi se vio obligado a instalar el Plan CONINTES como resultado de su política de sustitución de importaciones- dice mientras se rasca la barbilla.

-Dejar entrar capital extranjero, para que produzca acá bienes que se consumen y pueden importarse. La idea suena siempre agradable. Pero en general termina mal. Porque las decisiones de economía real se toman fuera de la Argentina.

Sobre el tema habíamos estado hablando cuando llevamos nuestro informe sobre la Fundación Mediterránea.

-Bueno pero algo que vimos fue que más que atarse al molde de “desarrollismo” o “no.desarrollismo”, valía discutir la idea de oportunidad. Es decir que no nos basábamos solo en la ideología, sino que explorábamos en el contexto.

Me mira con por arriba de sus lentes.

-Amigo. “Another dog with that bone! “.

Luego se arrepiente.

-No!, lo que dije tiene el tufillo idiota de Nick. A otro perro con ese hueso suena mejor. Esa política de táctica pura no es para mí. Prefiero analizar principios, ideas conductoras y después cuando hay que implementar, ver los detalles. O las “oportunidades” (y hace el gesto de encomillar) como dicen todos estos jóvenes “Camporistas” que usan Blackberry.

Ahora lo miro yo por arriba de mis lentes.

-Bueno tu hijo será una excepción concede. Pero como sea, si basás tu crecimiento en tipos que cantan acá, pero como el tero, los huevos los tienen en otro lado, estamos en serios problemas. Porque la decisión sobre los temas estratégicos no es posible. La decisión es un conflicto y como tal debe tener marcos, contextos y límites. Si todo ese entorno de decisión está fuera de nuestros problemas actuales difícilmente podamos sacar buen provecho de lo que ese movimiento económico produce.

Es increíble Mataderos. Todavía tiene un estilo de barrio de treinta años atrás o algo más cuando yo empecé a conocerlo. Las casas con entradas con pasillos, balcones con plantas, calles de baldosas desparejas…

Estaría tentado en decir que fue olvidada por los cholulos que gobiernan nuestra querida Ciudad, pero sería injusto. Hace años que Mataderos es como es.

De todos modos para mí sigue siendo bella. Allí veo una casa con su puerta abierta y asomar una maceta con un “palo de agua”. Paro el auto para mirarla. Más atrás veo un “San Cayetano” y una señora regándolo.

El Lobo me mira. – ¿Te gusta la dama?

-No es fea, pero me llama la atención su casa. Es una especie de foto de lo que estaba en mi recuerdo, sobre cómo eran las casas de este barrio. Hace más de treinta años que no ando por acá, y esa casa es la imagen que tenía en mi cabeza.

Siento una extraña nostalgia. Ese frío que recorre el cuerpo cuando sabemos que el tiempo ha pasado y que esa distancia entre el recuerdo y el hoy es tan grande como las de la Tierra y Júpiter…o más.

Pero no quiero quedarme en recuerdos. O al menos recordar solo para la nostalgia. Pensar el pasado para recuperar la energía. Eso es lo que quiero hoy.

Y eso es también el modo en el que me vuelvo a conectar con Mi Dama. La mujer que amo y siempre amaré.

-Es importante eso que decís- me comenta
- …
- Me refiero, querido amigo, a que lo que decís es una reflexión sobre la pertenencia. La pertenencia es un estímulo interno de las personas que hace que la vida tenga trascendencia. La pertenencia implica compromiso.

- Lobo, lo que querés decir es que en un modelo de capital extranjero produciendo bienes no implica pertenencia…

-Bueno no relacionaría la actividad de negocios de un capitalista con los sentimientos humanos más nobles. Pero hay una relación de concepto, que no es la de un hombre de negocios, sino la de los ciudadanos. Somos los ciudadanos los que sentimos pertenencia.

- Los ciudadanos somos los que podemos y debemos ser patriotas y tenemos que decidir sobre la riqueza que tenemos y generamos…

Ya estamos en Timoteo Gordillo y allí está la casa de Merino Vera.

Lo vemos que está hablando con otros invitados en la puerta de su garaje que está abierto y allí se ve una larga mesa.

Cuando ve que estacionamos el auto, se baja un poco para ver quienes estamos dentro y al ver al Lobo muestra esa sonrisa de dientes faltantes…

- Lobo! Amigo ¡- exclama

Bajamos del auto y comienza la sesión de abrazos. Nos presenta a su mujer, a quien no conocíamos, a sus hijos. Allá por al final del garaje y en lo que es la cabecera de la mesa vemos una señora que tiene en su rostro las marcas de la pobreza. No una pobreza actual, sino una vivida a lo largo de la infancia, la juventud, quizás los mejores años de ella como mujer, como hembra, como madre…

Sus ojos tienen una mirada distante. Cuando Merino Vera nos la presenta ella amaga levantarse pero con el Lobo nos acercamos para evitarle el esfuerzo y le damos un beso.
Veo sobre su lado izquierdo de su saco, un escudo con la foto de Cristina. En realidad es una imagen. Un logo que dice debajo Cris Pasión.

Cuando ve que lo observo lleva su mano su mano al escudo y a su corazón y suavemente los acaricia.

Le sonrío. Y entiendo lo que es la pertenencia.

El Lobo le da a Merino Vera las botellas de vino de regalo.

- Ah ¡! – dice Merino Vera. – Este vino lo abrimos después de cenar.

- Es su elección José. El vino, le pertenece- dice el Lobo mientras me guiña un ojo.
Creo que ese vino, un Merlot traído desde Mendoza, acompañado por unos pasteles de dulce de membrillo ha sido una de las más maravillosas combinaciones que he probado en los últimos tiempos.

Fue un almuerzo cálido. Lleno de sentidos, y sensaciones. La señora de Merino Vera trajo luego una torta y los pasteles de dulce de membrillo.

Y Merino sopló las velas. Dos velas con la imagen de un hombre y una mujer. Eran Cristina y Néstor.

Quizás alguna vez les cuente como conseguimos esas botellas de Merlot de una bodega boutique de Mendoza.

Pero, amigos, eso será otra charla con el Lobo Alpha.

Ebais

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