miércoles, 19 de octubre de 2011

ACERCA DE LUDWIG FEUERBACH, EL FIN DE LA FILOSOFIA CLASICA ALEMANA, LA MUERTE DEL TORDILLO Y LA PIZZA DE GUERRIN.


Me despedí del Nacho Loyola en el “Nuevo Paris”, no me dejó pagar la cuenta. Miré el cielo nocturno y camine una cuadra para tomar el bondi frente al correo, en Almirante Brown y Pérez Galdós.

En la parada, mientras redescubría el viejo edificio, donde cuentan que funcionó un mítico fumadero de opio, imaginé un tiempo brumoso en que los hombres de puerto buscaban alivio a los padecimientos de la distancia en esos sitios. Me descubrí sintiendo, casi físicamente, como en mi mente taladraba sin cesar el relato de esa muerte reciente, que me fuera referida por Loyola.

La historia de “El Tordillo”, casas más, casas menos, no es diferente a historias que llevo indeleblemente marcadas en el trazo de mi memoria personal. En lo que a los seres queridos respecta ya van como tres generaciones de las que tengo memoria y testimonio de lucha descarnada contra la contingencia. Bisabuelos, abuelos y mi padre se fueron casi todos vencidos y encajonados en el molde jodido de la intrascendencia.

Las aguas espesas de la injusticia terminan muchas veces por vencer el brazo del remero más porfiado, cuando no, por romper el remo. Este paradigma se potencia cuando al cuadro se le suma la condición de lucha y rebeldía de los que desafían el determinismo de la derrota implícita en todo orden injusto.

-Hasta Corrientes y Libertad

Le digo al colectivero, que esta de mal humor.

Por suerte el bondi está casi vacío y me puedo sentar del lado de una ventanilla. Pienso en la naturaleza de la categoría “orden social” y me pregunto si su misma definición acaso no contiene el germen de la injusticia.

Recuerdo una vieja lectura de la obra de Engels “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”

Allí Engels abordaba el análisis de una tesis de Hegel que en criollo es algo más o menos así:

«Todo lo real es racional, y todo lo racional es real»

Este razonamiento bien podría ser interpretado, y de hecho lo fue, por cualquier poder gobernante, como la bendición del orden imperante cualquiera sea este, por el solo hecho de ser.

Pero la cosa tiene otro costado: La república romana era real, y el imperio romano que la desplazó lo era también. El imperio del Norte por cierto es real pero la inmensa irracionalidad e injusticia que representa para millones lo cuestiona.

“Todo lo que es real, dentro de los dominios de la historia humana, se convierte con el tiempo en irracional y todo lo que es racional en la cabeza del hombre se halla destinado a ser un día real, por mucho que hoy choque todavía con la aparente realidad existente.”

La tesis de que todo lo real es racional se resuelve, , en esta otra: “todo lo que existe merece perecer.”


Que antiguo me suena esto, y a la vez que vigente, en estos agitados días de cambio que nos tocan vivir. Mucho agua ha corrido bajo los puentes desde que la Revolución Francesa de 1789 marcara el inicio de la época Contemporánea, bajo la triple consigna de Libertad, Igualdad, Fraternidad.

Esta revolución enterró la monarquía, el absolutismo y los privilegios de la nobleza, pero ni lejanamente instauró las tres consignas enunciadas. Solo preparo el terreno para entronizar el poder de la burguesía y las bases de un nuevo sistema, “EL Capitalismo”.

¡Carajo! , casi me paso. Toco el timbre y me apuro a bajar en Corrientes y Libertad, recibiendo por el espejo, la mirada fiera del colectivero mala onda.

-se podía haber acordado antes ¿no?

-andá a cagar, conseguite un laburo de gerente si no te gusta manejar un bondi ¡gil!

Ya en la esquina, prendo un faso y tomo la decisión solida de comerme unas porciones de pizza con moscato, en el viejo Guerrin.

Son como las nueve de la noche de un jueves y la calle está animada, mucha gente en las pizzerías y hay colas en los cines y teatros.

Hay guita en la calle, poder adquisitivo en la clase media y en parte del pueblo trabajador, aquí se palpa la vigencia del “Modelo”, ese que según las aspiraciones de muchos sectores vivos de la sociedad, se debe profundizar.

Pienso en la frase “Profundizar el modelo”, y estoy seguro que no todos los que la pronuncian y agitan, tienen en mente la misma cosa. No todos están signados a morir en una cama de hospital como “El Tordillo”, no todos reman en las mismas aguas y tras las mismas metas, por eso hay que tomar con mucho cuidado y respeto el manejo de palabras como “Igualdad” “Libertad”, “Fraternidad”, “Inclusión”, son solo palabras y parafraseando al poeta Rafael Alberti “siento en estos tiempos heridas de muerte las palabras”.

La pizzería está repleta, me abro paso a codazos, logro sacar un vale y juntarme con las anheladas porciones de pizza y el moscato ritual. Me acomodo en un lugar del mostrador y mientras veo a través de la ventana, vuelvo al hilo de los pensamientos.

Hay en el mundo una crisis sistémica del Capitalismo, hay al mismo tiempo una verdad amenazante, siempre puede suceder algo peor. El camino no se tiende despejado hacia adelante, el hecho de que el sistema se pudra, no implica que lo va a sustituir algo mejor, siempre acecharán los fantasmas de la barbarie, la involución y la muerte.

No me cierra la idea de que en Argentina estamos reinventando la pólvora y que este invento sea como el dulce de leche, el neo-desarrollismo tiene límites y seguramente pronto los alcanzará, la profundización del modelo, también. Los límites están en la concepción filosófica del hombre, en la Constitución Nacional y en las leyes, como en las fuerzas políticas y corporativas del viejo país.

Queda mucho por hacer, por nuestros muertos como “El Tordillo” y mucho más por nuestros vivos y por las generaciones venideras.

Esto no se hará por el camino de las certezas dogmáticas, solo podrá ser alcanzado por el camino de conocer lo que se ignora, indagar estudiar, polemizar y poder verle el culo a los santos sin sonrojarse.

Pero algo si es bien cierto, la pizza de Guerrin estuvo muy buena, me parece que me juego a una porción más, esta vez con fainá y otro moscato para brindar por “El Tordillo”, por todos nuestros muertos y también por los imprescindibles.

Jorge Tejera Soengas

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