Me despedí del
Nacho Loyola en el “Nuevo Paris”, no me dejó pagar la cuenta.
Miré el cielo nocturno y camine una cuadra para tomar el bondi
frente al correo, en Almirante Brown y Pérez Galdós.
En la parada,
mientras redescubría el viejo edificio, donde cuentan que funcionó
un mítico fumadero de opio, imaginé un tiempo brumoso en que los
hombres de puerto buscaban alivio a los padecimientos de la distancia
en esos sitios. Me descubrí sintiendo, casi físicamente, como en mi
mente taladraba sin cesar el relato de esa muerte reciente, que me
fuera referida por Loyola.
La historia de “El
Tordillo”, casas más, casas menos, no es diferente a historias que
llevo indeleblemente marcadas en el trazo de mi memoria personal. En
lo que a los seres queridos respecta ya van como tres generaciones de
las que tengo memoria y testimonio de lucha descarnada contra la
contingencia. Bisabuelos, abuelos y mi padre se fueron casi todos
vencidos y encajonados en el molde jodido de la intrascendencia.
Las aguas espesas de
la injusticia terminan muchas veces por vencer el brazo del remero
más porfiado, cuando no, por romper el remo. Este paradigma se
potencia cuando al cuadro se le suma la condición de lucha y
rebeldía de los que desafían el determinismo de la derrota
implícita en todo orden injusto.
-Hasta Corrientes y
Libertad
Le digo al
colectivero, que esta de mal humor.
Por suerte el bondi
está casi vacío y me puedo sentar del lado de una ventanilla.
Pienso en la naturaleza de la categoría “orden social” y me
pregunto si su misma definición acaso no contiene el germen de la
injusticia.
Recuerdo una vieja
lectura de la obra de Engels “Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana”
Allí Engels
abordaba el análisis de una tesis de Hegel que en criollo es algo
más o menos así:
«Todo lo real es
racional, y todo lo racional es real»
Este razonamiento
bien podría ser interpretado, y de hecho lo fue, por cualquier
poder gobernante, como la bendición del orden imperante cualquiera
sea este, por el solo hecho de ser.
Pero la cosa tiene
otro costado: La república romana era real, y el imperio romano que
la desplazó lo era también. El imperio del Norte por cierto es
real pero la inmensa irracionalidad e injusticia que representa para
millones lo cuestiona.
“Todo lo que es
real, dentro de los dominios de la historia humana, se convierte con
el tiempo en irracional y todo lo que es racional en la cabeza del
hombre se halla destinado a ser un día real, por mucho que hoy
choque todavía con la aparente realidad existente.”
La tesis de que todo
lo real es racional se resuelve, , en esta otra: “todo lo que
existe merece perecer.”
Que antiguo me suena
esto, y a la vez que vigente, en estos agitados días de cambio que
nos tocan vivir. Mucho agua ha corrido bajo los puentes desde que la
Revolución Francesa de 1789 marcara el inicio de la época
Contemporánea, bajo la triple consigna de Libertad, Igualdad,
Fraternidad.
Esta revolución
enterró la monarquía, el absolutismo y los privilegios de la
nobleza, pero ni lejanamente instauró las tres consignas enunciadas.
Solo preparo el terreno para entronizar el poder de la burguesía y
las bases de un nuevo sistema, “EL Capitalismo”.
¡Carajo! , casi me
paso. Toco el timbre y me apuro a bajar en Corrientes y Libertad,
recibiendo por el espejo, la mirada fiera del colectivero mala onda.
-se podía haber
acordado antes ¿no?
-andá a cagar,
conseguite un laburo de gerente si no te gusta manejar un bondi ¡gil!
Ya en la esquina,
prendo un faso y tomo la decisión solida de comerme unas porciones
de pizza con moscato, en el viejo Guerrin.
Son como las nueve
de la noche de un jueves y la calle está animada, mucha gente en las
pizzerías y hay colas en los cines y teatros.
Hay guita en la
calle, poder adquisitivo en la clase media y en parte del pueblo
trabajador, aquí se palpa la vigencia del “Modelo”, ese que
según las aspiraciones de muchos sectores vivos de la sociedad, se
debe profundizar.
Pienso en la frase
“Profundizar el modelo”, y estoy seguro que no todos los que la
pronuncian y agitan, tienen en mente la misma cosa. No todos están
signados a morir en una cama de hospital como “El Tordillo”, no
todos reman en las mismas aguas y tras las mismas metas, por eso hay
que tomar con mucho cuidado y respeto el manejo de palabras como
“Igualdad” “Libertad”, “Fraternidad”, “Inclusión”,
son solo palabras y parafraseando al poeta Rafael Alberti “siento
en estos tiempos heridas de muerte las palabras”.
La pizzería está
repleta, me abro paso a codazos, logro sacar un vale y juntarme con
las anheladas porciones de pizza y el moscato ritual. Me acomodo en
un lugar del mostrador y mientras veo a través de la ventana, vuelvo
al hilo de los pensamientos.
Hay en el mundo una
crisis sistémica del Capitalismo, hay al mismo tiempo una verdad
amenazante, siempre puede suceder algo peor. El camino no se tiende
despejado hacia adelante, el hecho de que el sistema se pudra, no
implica que lo va a sustituir algo mejor, siempre acecharán los
fantasmas de la barbarie, la involución y la muerte.
No me cierra la idea
de que en Argentina estamos reinventando la pólvora y que este
invento sea como el dulce de leche, el neo-desarrollismo tiene
límites y seguramente pronto los alcanzará, la profundización del
modelo, también. Los límites están en la concepción filosófica
del hombre, en la Constitución Nacional y en las leyes, como en las
fuerzas políticas y corporativas del viejo país.
Queda mucho por
hacer, por nuestros muertos como “El Tordillo” y mucho más por
nuestros vivos y por las generaciones venideras.
Esto no se hará por
el camino de las certezas dogmáticas, solo podrá ser alcanzado por
el camino de conocer lo que se ignora, indagar estudiar, polemizar y
poder verle el culo a los santos sin sonrojarse.
Pero algo si es bien
cierto, la pizza de Guerrin estuvo muy buena, me parece que me juego
a una porción más, esta vez con fainá y otro moscato para brindar
por “El Tordillo”, por todos nuestros muertos y también por los
imprescindibles.
Jorge Tejera Soengas
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