viernes, 17 de marzo de 2023
Alvaro Yunque. #Boedo (La Parca lo encontró silenciado)
Silenciado por la dictadura del Proceso de Destrucción Nacional desde 1976. Prohibido y con libros quemados como tantos otros escritores y pensadores argentinos. La Parca, esa deidad que corta el hilo de la vida del hombre, lo arranca de entre nosotros cuando comenzaba la agonía del gobierno genocida.
Álvaro Yunque, seudónimo de Arístides Gandolfi Herrero, nació el 20 de junio deAlvaro Yunque. #Boedo (La Parca lo encontró silenciado) 1889, en la ciudad de La Plata.
Sus padres fueron Adán Gandolfi, nacido en Milán - Italia, y Angelina Herrero, argentina.
Por una suerte de capricho paterno o materno (o de ambos) o por espíritu lúdico, todos los hijos de este matrimonio (9 en total) llevan nombres (como sus padres) que comienzan con la letra A: Álvaro (el mayor), Arístides, Ángel, Adrián, Angelina, Augusto, Ada, Alejandro y Alcides.
Si bien su hermano Ángel adoptó el seudónimo de Ángel Walk y fue pionero, junto con su esposa, Olga Casares Pearson, del radioteatro argentino, la estrella de la familia siempre fue Álvaro, quien a partir de 1922 se convierte en uno de los grandes animadores de las letras argentinas; definiendo y otorgándole a su literatura un sentido popular.
RETRUQUE A UN POETA DE FLORIDA
¿Pa' vos es una blasfemia
que yo afile versos rantes?
Seguí vos con tu Academia,
yo me junto con Cervantes.
¿Vos le negás tu versada
a las chusmas del suburbio;
vos sos agua filtrada
y ellos son arroyo turbio?
No esperaré que apadrines
nuestro canyengue, es bastardo;
vos seguí con tus latines,
yo me quedo en mi lunfardo.
Veremos, a fin de cuentas,
quién de los dos era el turro,
si vos con tus ornamentas
o si yo con mi champurro*.
Ya alumbraremos la vida
si nos da fósforo el genio;
vos, poeta de Florida,
yo del arrabal porteño.
jueves, 9 de marzo de 2023
ADÁN
Según todas las presunciones Adán fue el primer hombre. Charles Darwin, que no alcanzó a conocerlo, apenas se casó escribió un libro titulado The origin of the species by means of natural selection donde trató de convencernos de que el hombre descendía del mono, cosa que puso de mal humor a los lectores de la Biblia y de buen humor a los gorilas. Adán no se enojó porque no pudo enterarse. No leía los diarios. ¡Carencias y privilegios de la antigüedad despreocupada y feliz!
Adán vivió una infancia dichosa en el jardín del Edén, solo como un punto sobre una jota. No iba a la escuela, no hacía mandados, no se cortaba el pelo, no lo fotografiaban redondo y desnudo para los álbumes de las tías.
Para distraerlo, el Creador inventó los animales y Adán se encargó de darles los nombres correspondientes. Muchas veces nos hemos preocupado por conocer el origen de las denominaciones. Por qué el perro se llama perro, la vaca vaca, el gato gato, el león león. Ahora lo sabemos. Porque así se le antojó a Adán. De algún modo tenía que llamarlos. Y él los llamó de ese modo. Mejor dicho, primero los llamó a gritos. Después por sus nombres.
Adán crecía y aquellos juegos empezaron a cansarlo. Resolvió hablarle al señor Dios.
—Tata, ¿no le parece que pasarse la vida entre animales no es una cosa muy divertida?
—¿Te gustaría ir al cine? Te lo invento.
—Solo no. Tendría miedo.
—Bueno, mientras haces la siesta voy a pensarlo.
Adán se durmió, el Creador le extrajo una costilla, la rellenó y formó a la mujer. (¡Ahora no va a venir Darwin a decirnos que también desciende del mono...!) Así nació Eva, tan hermosa que, al verla, sólo atinó a decirle:
—¡Ave!
Con lo que inauguró el vesrre, antes que los profetas del lunfardo.
Adán y Eva jugaron a todo lo que pueden jugar dos muchachos sanos y fuertes. Pero los mismos juegos terminan por hartar. Y Eva, con más imaginación que Adán, se puso a maquinar algo distinto. Pero como a un micronovelista de teleteatro en tren de fabricar el capítulo XXI, después de haber fabricado otros veinte reiterativos, abusivos y baldíos, no se le ocurría nada. Una serpiente vino a sacarla del apuro. No olvidemos que las serpientes suelen ser verdes. Le aconsejó a Eva, todo inocencia, comer el fruto del árbol prohibido. Un manzano enraizado en los alrededores del Edén, así como se sale, a la derecha, cuyas manzanas se reservaban para las grandes ocasiones. Las manzanas eran de tipo carasucia, pero el Señor las había lustrado esperando que brillaran por su ausencia. Eva empezó con los arrumacos y carantoñas de práctica. Y Adán mordió. Comieron.
Al enterarse de lo que habían hecho, Dios montó el picazo. Envió a Eva a un internado de señoritas y obligó a Adán a realizar las más duras tareas del campo. De primer hombre Adán se convirtió en el primer terrateniente. Cercó su campo y dijo: “Esto es mío”. Fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Juan Jacobo Rousseau en su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, sugiere que Dios hubiera ahorrado al género humano crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores si arrancando las estacas y cegando y borrando el foso, le hubiese dicho a Adán que era un impostor y que con su actitud estaba perdiendo para siempre a la humanidad al olvidar que los frutos son para todos y que la tierra no pertenece a nadie.
Adán, con tierras, desterrado, y entre animales solo, empezó a ser socavado por tremendas nostalgias. Logró filtrar su voz por la radio y acribillar de poemas alusivos a la mujer de sus sueños. Una de sus poesías empezaba así:
“Es otoño. Estoy triste. Pienso en ti. Caen las hojas...”
Eva se enteró mucho más tarde —cuando se le ocurrió viajar a Buenos Aires— que el alejandrino pertenecía a Pedro Miguel Obligado. Pero su amor por Adán se mantuvo invariable. Todavía tuvo tiempo de cantarle con música de Marina: “No es verdad que con la ausencia/del amor se extinga el culto/si en el alma vive oculto/con la ausencia crece más”. Cuando el Señor se enteró de esos trapicheos sentimentales se puso furioso. Resolvió que Adán moriría ese mismo día, pero como un día para la Divinidad son mil años, le permitió vivir 930, y los 70 restantes quedaron asignados como vida normal de sus descendientes.
Expulsados del paraíso, Adán y Eva tuvieron que ponerse a trabajar. Él se empleó en la Defensa Agrícola y ella se dedicó a los quehaceres propios de su sexo. Tuvieron tres hijos. Dos famosos: Abel y Caín. Y un tercero llamado Set que, llevado por su nombre, se dedicó al cine. Asistió a la imperdonable liquidación de Abel por Caín, liquidación cuyo saldo fue la creación del Código Penal, y filmó la escena fatídica, habiéndose perdido el rollo desgraciadamente en los incendios provocados durante la epidemia de fiebre amarilla. Pero que el episodio fratricida ocurrió tal como se cuenta, no podemos ponerlo en duda, pues Abel, efectivamente, dejó de existir. Caín se incorporó a la Legión Extranjera y se dejó la barba, cosa que parece contradictoria pero no lo es. Ya se sabe que en casa de herrero cuchillo de palo. Y él no era precisamente un herrero, sino un guerrero. Ahora cuesta reconocerlo. Eso sí, todavía tiene la captura recomendada.
Adán no tuvo abuela, ni suegra, ni tíos, ni sobrinos. Jamás se sacó una camisa porque jamás tuvo oportunidad de ponérsela. Jamás vio televisión. Jamás viajó en ómnibus. Jamás asistió a una mesa redonda. Fue un pan de Dios.
Además, fue el primer hombre que se atrevió a dar una vuelta a la manzana. Gracias a él, ustedes y yo estamos en el mundo. Gracias a él, a Adán —y naturalmente, a Eva. Y no, gracias al mono...
De Clara Beter y otras fatamorganas, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1974.
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Israel Zeitlin -más conocido por su seudónimo, César Tiempo- nació en Ekaterinoslaw (actualmente Dniepropetrowsk), Ucrania, el 3 de marzo de 1906. En diciembre de ese mismo año, llegó junto a su familia a Buenos Aires. Su infancia transcurrió entre los barrios Villa Crespo y San Cristóba. Falleció en Buenos Aires el 24 de octubre de 1980. Fue un escritor, periodista, editor, dramaturgo y guionista argentino.
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9sar_Tiempo
martes, 7 de marzo de 2023
EL DÍA QUE FLORENTINO ARIZA SE FUE CON LA DISPOSICIÓN IRREVOCABLE DE NO VOLVER JAMAS.
Gabriel García Marquez (fragmento de "El amor en los tiempos del cólera").
EL POEMA "AMANECER" DE BORGES, SOBRE LA FILOSOFIA DE BERKELEY .
Así, pues, haciendo abstracción de nuestras percepciones, para Berkeley las cosas sensibles no son nada. Por consiguiente sólo hay seres que perciben y son percibidos, o con otras palabras: "sólo hay ideas y espíritus..."
La idea fué recogida por J.L.Borges, como inspiración para escribir su poema "Amanecer", publicado en su libro de poemas "Fervor de Buenos Aires(1923)":
AMANECER
En la honda noche universal
que apenas contradicen los faroles
una racha perdida
ha ofendido las calles taciturnas
como presentimeinto tembloroso
del amanecer horrible que ronda
los arrabales desmantelados del mundo.
Curioso de la sombra
y acobardado por la amenaza del alba
reviví la tremenda conjetura
de Schopenhauer y de Berkeley
que declara que el mundo
es una actividad de la mente,
un sueño de almas,
sin base ni propósito ni volumen.
Y ya que las ideas
no son eternas como el mármol
sino inmortales como un bosque o río
la doctrina anterior
asumió otra forma en el alba
y la superstición de esa hora
cuando la luz como una enredadera
va a implicar las paredes de la sombra,
doblegó mi razón
y trazó el capricho siguiente:
Si están ajenas de sustancia las cosas
y si esta numerosa Buenos Aires
no es más que un sueño
que erigen en compartida magia las almas,
hay un instante
en que peligra desaforadamente su ser
y es el instante estremecido del alba,
cuando son pocos los que sueñan el mundo
y sólo algunos trasnochadores conservan,
cenicienta y apenas bosquejada,
la imagen de las calles
que definirán después con los otros.
¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida
corre peligro de quebranto,
hora en que le sería fácil a Dios
matar del todo Su obra!
Pero de nuevo el mundo se ha salvado.
La luz discurre inventando sucios colores
y con algún remordimiento
de mi complicidad en el resurgimiento del día
solicito mi casa,
atónita y glacial en la luz blanca,
mientras un pájaro detiene el silencio
y la noche gastada
se ha quedado en los ojos de los ciegos.
(J.L.Borges "Amanecer") Ver menos
sábado, 25 de febrero de 2023
MONIKA ERTL: LA MUJER QUE VENGÓ A ERNESTO GUEVARA.
viernes, 17 de febrero de 2023
ANGEL VILLOLDO ARROYO, PADRE DEL TANGO Y ABUSADOR DE LOS ALIAS.
No dio resultado: ya desde niño Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, quien abusaría de los alias (A. Gregorio, Fray Pimiento, Gregorio Giménez, Ángel Arroyo, Mario Reguero, Lope de la Verga, Antonio Techotra y otras lindezas de similar tenor) fue canillita, resero, cuarteador, clown en un circo de San Cristóbal, tipógrafo en el diario La Nación, hasta adecentarse tras su paso por quilombos y lupanares, como recitador, cantor, letrista y compositor. Diestro para el piano, el violín, la guitarra y la armónica, instrumentos estos dos que ejecutaba a un tiempo mediante un artilugio de su invención mediante el que la armónica estaba sujeta por una varilla por encima de la guitarra (décadas después, el artilugio inspiró al cantautor estadounidense Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, quien a su vez inspiraría al también cantautor León Gieco, alias del cordobés Raúl Alberto Gieco, lo que vendría a demostrar sobradamente y por si hiciera falta, que, al decir del filósofo Macedonio Fernández, las ideas son del primero que las roba).
Cuando desmontaba la armónica, el Padre del Tango desentonaba con voz bastante más atiplada que la de sus dos mencionados seguidores, lo que parece haber sido del gusto de la época ya que pronto le proporcionó fama en bodegones y casas de malvivir.
Gran amigo de otros frecuentadores de quilombos, como el actor y cajetilla Florencio Parravicini, el oriental Alfredo Eusebio Gobbi (con quien en 1903 y patrocinados por las grandes tiendas Gath y Chávez marcharía a Europa) y Rosendo Mendizábal (quien de no haber sido negro y malgastado su dinero en prostitutas, para luego vivir de ellas, o más precisamente de sus clientes, tocando el piano en los burdeles, tras componer su magnífico tema “El entrerriano”, podría con mucha mayor justicia ser considerado el auténtico Padre del Tango.
De pluma fácil y procaz ingenio, Ángel Gregorio escribió coplas para comparsas carnavalescas y numerosos poemas y prosas para famosas revistas de la época, como Caras y Caretas, Fray Mocho y P.B.T., así como piezas teatrales («Fosforito», «El Mayordomo» y «Los Nocheros»), representadas en el teatro Roma por sus amigos Pepita Avellaneda y el mencionado Parravicini.
Su chispa y fácil verba le sirvieron para entreverarse con payadores y brindar actuaciones poco académicas y por lo general de decidido mal gusto,pero descolló como compositor de temas como “El Porteñito”, “El esquinazo”, “La budinera”, “Soy tremendo”, “Cantar eterno”, “”Arrimate vida mía”, “Pasionarias”, Beso criollo, “Chiflale que va a venir”, “Cuerpo de alambre”, “De farra en el cabaret”, “El ñato Romero”,
“El pinchazo”, “La pipeta”, “Papita pa'l loro”, “Sacame una película gordito”, “Te la di chanta”, “Yunta brava”, “La morocha”, “La reja o “¡Cuidado con los cincuenta!" (en alusión al edicto policial que prohibía piropear a las damas surgido del caletre del inefable coronel Ramón Falcón) y muchos temas más, en un mundo en permanente transformación y decadencia, hoy considerados “clásicos”. No obstante es básicamente recordado por “El choclo”, gracias al menosprecio del que sería víctima el arte de Rosendo Mendizábal, tenido por auténtico himno nacional antes de que, para unánime y justificada indignación oriental, a una delegación olímpica argentina se le diera por desfilar al ritmo de “La comparsita”, festiva marchita salida del magín de un joven estudiante uruguayo.
En vista de los gustos y antecedentes de Ángel Gregorio, sería fácil deducir a qué aludiría el título de este tango-milonga, en auténtico 2x4, creado en el año 1905, cuando todavía en los locales decentes estaba prohibida la interpretación de la música prostibularia. No obstante, con su amigo José Luis Roncallo, director de una orquesta de música clásica en el Restaurante Americano, lo presentaban como Danza Criolla, lo que les permitió interpretarlo noche tras noche con la consiguiente buena acogida y entusiasmo del público.
Pero jamás podrá saberse si Ángel Gregorio había optado por tomar por la buena senda o si continuaba burlándose de las personas decentes. Para el polígrafo Carlos Manus, el título del emblemático tango proviene de las costumbres de una fonda de también equívoco nombre, a la que Ángel Gregorio concurría con asiduidad. En “El Pinchazo”, ubicada en el pasaje Carabelas, se cocinaban tan enormes como inocentes pucheros en humeante olla de hierro en la que, por diez centavos adicionales al precio del caldo, el interesado podía introducir un largo pincho y sacar un ingrediente, siendo el choclo no sólo la pieza más codiciada, sino la que inevitablemente embocaba Ángel Gregorio.
La letra de la primera versión parece desmentir al ilustre estudioso, ya que no alude a ninguna clase de puchero ni a nada lógico o medianamente comprensible:
De un grano nace la planta
que más tarde nos da el choclo
por eso de la garganta
dijo que estaba humilloso.
Y yo como no soy otro
más que un tanguero de fama
murmuro con alborozo
está muy de la banana...
Más tarde, será el propio autor del desatino quien, bajo el título de “Cariño puro”, le agregará nueva letra, sin que el extraño diálogo resultante consiga aclararnos el misterio:
Ay mi china que tengo mucho que hablarte,
de una cosa que a vos no te va a gustar
Largá el rollo que escucho y explicate
Lo que pases no es tontera,
pues te juro que te digo la verdad.
Dame un beso no me vengas con chanela
dejate de tonteras, no me hagas esperar.
Pero tampoco conseguirá otorgarle alguna lógica el cantor y compositor Juan Carlos Marambio Catán, quien en 1930 y a pedido de la hermana del ya fallecido Ángel Gregorio hizo una nueva letra que tuvo la virtud de aportar aun mayor confusión:
Fue aquella noche
que todavía me aterra
cuando ella que era mía
jugó con mi pasión.
Y en duelo a muerte
con quien robó mi vida
mi daga gaucha
partió su corazón
Sin embargo, advertido por la señora Irene Villoldo de que El Choclo al que aludía su hermano no era el fruto de una gramínea mi mucho menos lo que todos estaban malpensando, sino el apodo que a raíz del color de su pelambre había recibido un malevo con parada en la intersección de las calles Lavalle y Junín, luego de hacerlo amasijar a su rival, el poeta obliga al engañado guapo a declarar:
Y me llamaban
El Choclo, compañero;
tallé en los entreveros
seguro y fajador.
Cuando en 1947, el director de cine Luis Buñuel, precursor español del surrealismo, quiso incluirlo para su película “El gran casino” (también conocida como “En el viejo Tampico”) a ser protagonizada por Jorge Negrete y Libertad Lamarque, la diva y cancionista argentina, muy razonable y realísticamente adujo que no se trataba de un tema adecuado para ser cantado por una señora, tanto de la mala como de la buena vida, de resultas de lo cual el poeta Enrique Santos Discépolo elaboraría otra letra, firmando un convenio con Marambio Catán, “atenta la participación de ambos autores”, según el cual las regalías se repartirían por mitades.
La nueva letra, debe admitirse a casi cuarenta años del fallecimiento de Marambio Catán, elaborada enteramente por Discépolo, ha sido la más difundida y la que mejor se adapta al ritmo y la melodía originales, aunque ya extraviando en forma definitiva la razón del título y tal vez hasta la razón a secas, al agregar un nuevo y extravagante personaje: Carancanfunfa, quien tras hacerse al mar con una misteriosa bandera
en un pernód mezcló a París con Puente Alsina.
Fuiste compadre del gavión y de la mina,
y hasta comadre del bacán y la pebeta.
Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, aun sin saber el derrotero que correría su milonga y convertido en un personaje de los detestables y depresivos tangos del futuro, tan diferentes de los festivos temas de su autoría, moriría pobre y entristecido a raíz de la demencia que sorpresivamente aquejó a la mujer que amaba. Afiliado en París a la Sociedad Francesa de Autores y fundador en nuestro país de la Sociedad del Pequeño Derecho, entidad precursora de SADAIC, este pionero de la lucha por los derechos autorales jamás cobraría un peso en concepto de regalías por ninguna de sus obras. El primer cheque le llegó, proveniente de Francia, cuando ya había sido asesinado por un tranvía, un infausto 14 de octubre de 1919.
por Teodoro Boot
Corría 1861 cuando en el barrio de Barracas nacía el llamado “Padre del Tango”. Era un 16 de febrero y a sus progenitores no se les ocurrió mejor conjuro contra los maleficios y las tentaciones de la mala vida que bautizarlo “Ángel”.
No dio resultado: ya desde niño Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, quien abusaría de los alias (A. Gregorio, Fray Pimiento, Gregorio Giménez, Ángel Arroyo, Mario Reguero, Lope de la Verga, Antonio Techotra y otras lindezas de similar tenor) fue canillita, resero, cuarteador, clown en un circo de San Cristóbal, tipógrafo en el diario La Nación, hasta adecentarse tras su paso por quilombos y lupanares, como recitador, cantor, letrista y compositor. Diestro para el piano, el violín, la guitarra y la armónica, instrumentos estos dos que ejecutaba a un tiempo mediante un artilugio de su invención mediante el que la armónica estaba sujeta por una varilla por encima de la guitarra (décadas después, el artilugio inspiró al cantautor estadounidense Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, quien a su vez inspiraría al también cantautor León Gieco, alias del cordobés Raúl Alberto Gieco, lo que vendría a demostrar sobradamente y por si hiciera falta, que, al decir del filósofo Macedonio Fernández, las ideas son del primero que las roba).
Cuando desmontaba la armónica, el Padre del Tango desentonaba con voz bastante más atiplada que la de sus dos mencionados seguidores, lo que parece haber sido del gusto de la época ya que pronto le proporcionó fama en bodegones y casas de malvivir.
Gran amigo de otros frecuentadores de quilombos, como el actor y cajetilla Florencio Parravicini, el oriental Alfredo Eusebio Gobbi (con quien en 1903 y patrocinados por las grandes tiendas Gath y Chávez marcharía a Europa) y Rosendo Mendizábal (quien de no haber sido negro y malgastado su dinero en prostitutas, para luego vivir de ellas, o más precisamente de sus clientes, tocando el piano en los burdeles, tras componer su magnífico tema “El entrerriano” – https://www.youtube.com/watch?v=LQWg-zeHKUg –, podría con mucha mayor justicia ser considerado el auténtico Padre del Tango).
De pluma fácil y procaz ingenio, Ángel Gregorio escribió coplas para comparsas carnavalescas y numerosos poemas y prosas para famosas revistas de la época, como Caras y Caretas, Fray Mocho y P.B.T., así como piezas teatrales («Fosforito», «El Mayordomo» y «Los Nocheros»), representadas en el teatro Roma por sus amigos Pepita Avellaneda y el mencionado Parravicini.
Su chispa y fácil verba le sirvieron para entreverarse con payadores y brindar actuaciones poco académicas y por lo general de decidido mal gusto,pero descolló como compositor de temas como “El Porteñito”, “El esquinazo”, “La budinera”, “Soy tremendo”, “Cantar eterno”, “”Arrimate vida mía”, “Pasionarias”, Beso criollo, “Chiflale que va a venir”, “Cuerpo de alambre”, “De farra en el cabaret”, “El ñato Romero”,
“El pinchazo”, “La pipeta”, “Papita pa'l loro”, “Sacame una película gordito”, “Te la di chanta”, “Yunta brava”, “La morocha”, “La reja o “¡Cuidado con los cincuenta!" (en alusión al edicto policial que prohibía piropear a las damas surgido del caletre del inefable coronel Ramón Falcón) y muchos temas más, en un mundo en permanente transformación y decadencia, hoy considerados “clásicos”. No obstante es básicamente recordado por “El choclo”, gracias al menosprecio del que sería víctima el arte de Rosendo Mendizábal, tenido por auténtico himno nacional antes de que, para unánime y justificada indignación oriental, a una delegación olímpica argentina se le diera por desfilar al ritmo de “La comparsita”, festiva marchita salida del magín de un joven estudiante uruguayo.
En vista de los gustos y antecedentes de Ángel Gregorio, sería fácil deducir a qué aludiría el título de este tango-milonga, en auténtico 2x4, creado en el año 1905, cuando todavía en los locales decentes estaba prohibida la interpretación de la música prostibularia. No obstante, con su amigo José Luis Roncallo, director de una orquesta de música clásica en el Restaurante Americano, lo presentaban como Danza Criolla, lo que les permitió interpretarlo noche tras noche con la consiguiente buena acogida y entusiasmo del público.
Pero jamás podrá saberse si Ángel Gregorio había optado por tomar por la buena senda o si continuaba burlándose de las personas decentes. Para el polígrafo Carlos Manus, el título del emblemático tango proviene de las costumbres de una fonda de también equívoco nombre, a la que Ángel Gregorio concurría con asiduidad. En “El Pinchazo”, ubicada en el pasaje Carabelas, se cocinaban tan enormes como inocentes pucheros en humeante olla de hierro en la que, por diez centavos adicionales al precio del caldo, el interesado podía introducir un largo pincho y sacar un ingrediente, siendo el choclo no sólo la pieza más codiciada, sino la que inevitablemente embocaba Ángel Gregorio.
La letra de la primera versión parece desmentir al ilustre estudioso, ya que no alude a ninguna clase de puchero ni a nada lógico o medianamente comprensible:
De un grano nace la planta
que más tarde nos da el choclo
por eso de la garganta
dijo que estaba humilloso.
Y yo como no soy otro
más que un tanguero de fama
murmuro con alborozo
está muy de la banana...
Más tarde, será el propio autor del desatino quien, bajo el título de “Cariño puro”, le agregará nueva letra, sin que el extraño diálogo resultante consiga aclararnos el misterio:
Ay mi china que tengo mucho que hablarte,
de una cosa que a vos no te va a gustar
Largá el rollo que escucho y explicate
Lo que pases no es tontera,
pues te juro que te digo la verdad.
Dame un beso no me vengas con chanela
dejate de tonteras, no me hagas esperar.
Pero tampoco conseguirá otorgarle alguna lógica el cantor y compositor Juan Carlos Marambio Catán, quien en 1930 y a pedido de la hermana del ya fallecido Ángel Gregorio hizo una nueva letra que tuvo la virtud de aportar aun mayor confusión:
Fue aquella noche
que todavía me aterra
cuando ella que era mía
jugó con mi pasión.
Y en duelo a muerte
con quien robó mi vida
mi daga gaucha
partió su corazón
Sin embargo, advertido por la señora Irene Villoldo de que El Choclo al que aludía su hermano no era el fruto de una gramínea mi mucho menos lo que todos estaban malpensando, sino el apodo que a raíz del color de su pelambre había recibido un malevo con parada en la intersección de las calles Lavalle y Junín, luego de hacerlo amasijar a su rival, el poeta obliga al engañado guapo a declarar:
Y me llamaban
El Choclo, compañero;
tallé en los entreveros
seguro y fajador.
Cuando en 1947, el director de cine Luis Buñuel, precursor español del surrealismo, quiso incluirlo para su película “El gran casino” (también conocida como “En el viejo Tampico”) a ser protagonizada por Jorge Negrete y Libertad Lamarque, la diva y cancionista argentina, muy razonable y realísticamente adujo que no se trataba de un tema adecuado para ser cantado por una señora, tanto de la mala como de la buena vida, de resultas de lo cual el poeta Enrique Santos Discépolo elaboraría otra letra, firmando un convenio con Marambio Catán, “atenta la participación de ambos autores”, según el cual las regalías se repartirían por mitades.
La nueva letra, debe admitirse a casi cuarenta años del fallecimiento de Marambio Catán, elaborada enteramente por Discépolo, ha sido la más difundida y la que mejor se adapta al ritmo y la melodía originales, aunque ya extraviando en forma definitiva la razón del título y tal vez hasta la razón a secas, al agregar un nuevo y extravagante personaje: Carancanfunfa, quien tras hacerse al mar con una misteriosa bandera
en un pernód mezcló a París con Puente Alsina.
Fuiste compadre del gavión y de la mina,
y hasta comadre del bacán y la pebeta.
Ángel Gregorio Villoldo Arroyo, aun sin saber el derrotero que correría su milonga y convertido en un personaje de los detestables y depresivos tangos del futuro, tan diferentes de los festivos temas de su autoría, moriría pobre y entristecido a raíz de la demencia que sorpresivamente aquejó a la mujer que amaba. Afiliado en París a la Sociedad Francesa de Autores y fundador en nuestro país de la Sociedad del Pequeño Derecho, entidad precursora de SADAIC, este pionero de la lucha por los derechos autorales jamás cobraría un peso en concepto de regalías por ninguna de sus obras. El primer cheque le llegó, proveniente de Francia, cuando ya había sido asesinado por un tranvía, un infausto 14 de octubre de 1919.
sábado, 11 de febrero de 2023
CRÓNICA DEL FUGAZ PASO POR LA LITERATURA, DE CLARA BETER, LA VOZ ANGUSTIOSA DE LOS LUPANARES.
Las mismas razones que en Europa llevaban a tantos hombres solos a dejar atrás su tierra, sus parientes y, en algunos casos, hasta sus esposas e hijos a fin de labrarse un porvenir en América, eran las que hacían tan rentable la provisión de compañía femenina reclutada, preferentemente en las pequeñas aldeas judías del este de Europa, perseguidas por los pogromos y los tradicionales brotes de antisemitismo fomentados desde antiguo por las clases dirigentes.
Como una suerte de Jewish Colonization Association (creada por el barón Hirsch para facilitar la emigración masiva de judíos rusos y polacos a Canadá. Brasil y Argentina), en 1889 se conformaba en Buenos Aires el auto denominado “Club de los 40”, una asociación de proxenetas judíos para hacer, al fin y al cabo, lo que cualquier grupo de inmigrantes: prestarse ayuda mutua, intercambiar información y compartir estrategias de supervivencia.
Desde luego, la trata de blancas no era privativa de los judíos rusos y polacos, ya que existían organizaciones de distintas nacionalidades, pero sólo la temible mafia marsellesa podía hacerle sombra al Club de los 40 que, en 1906, bajo la protección del caudillo conservador Alberto Barceló, propietario de varios prostíbulos, conformará la "Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia de Barracas al Sud y Buenos Aires”.
Con el tiempo y ante las protestas del gobierno polaco, la asociación mutual aceptó cambiarse el nombre y se denominó Zwi Migdal, que en sus momentos de apogeo llegó a agrupar a más de 400 rufianes y, con sede en Buenos Aires, tenía filiales en Brasil, Varsovia, Nueva York, India, China y Sudáfrica. Su especialidad: las jóvenes judías, que en gran número de casos eran traídas con engaños y promesas de trabajo y hasta matrimonio.
Independientemente de si muchas de esas chicas hubieran ejercido antes la prostitución o si eran inocentes jovencitas engañadas, su condición de esclavas sexuales era indiscutible y no sólo eran violadas y metidas en jaulas no bien subían al barco, sino rematadas al mejor postor en el café Parisienne de avenida Alvear 3184 y luego obligadas a atender un promedio de 70 clientes diarios.
Fue entonces que, a mediados de los años 20, desde la ciudad de Rosario, una de estas jóvenes, víctimas inocentes del engaño y la explotación sexual llamada Clara Beter, se las ingenia para hacer llegar un poema al conventillo de la calle Boedo 837/41, donde funcionaban la librería, cigarrería y editorial de Francisco Munner, el taller del impresor gallego Manuel Lorenzo Rañó y la Cooperativa Editorial Claridad de Antonio Zamora, y se había ido formando una tertulia de jóvenes escritores, gente de teatro y artistas plásticos unidos por el amor a las artes y un común anhelo de redención y justicia social.
Luego del entusiasmo que despierta “Versos a Tatiana Pavlova” (“Mas, pasaron los años y nos llevó la vida/por distintos senderos: tú eres grande ¿y feliz?/ y yo... Tatiana, buena Tatiana, si te digo/que soy una cualquiera, ¿no te reirás de mí?”), un animoso Elías Castelnuovo, líder intelectual de la tertulia, propone contactar a la autora.
“Rezuman demasiada verdad los versos para atribuirlos a una imaginación desgobernada. Clara Beter existe”, sentenció Castelnuovo.
Y así llegan “Quicio” (“Me entrego a todos, mas no soy de nadie/ para ganarme el pan vendo mi cuerpo/¿qué he de vender para guardar intactos/ mi corazón, mis penas y mis sueños?”) y gradualmente otros 42 poemas, precedidos por el aleccionador epígrafe: “Entonces Jesús dijo: ‘Aquél de vosotros que se halle exento de pecado, que arroje la primera piedra’”.
En 1926, como octavo volumen de la serie “Los Nuevos”, la editorial Claridad publica “Versos de una…”, de la novel autora, con un enjundiosos prólogo en el que, tras apostrofar “a los nuevos poetas fanáticos de la imagen por la imagen”, Elías Castelnuovo afirma que “Clara Beter es la voz angustiosa de los lupanares. Ella, reivindica con sus versos la infamia de todas las mujeres infames. Todos estos escritores traen un elemento nuevo a nuestra literatura: la piedad. Ella cayó y se levantó y ahora nos nuestra la historia de sus caídas. Cada composición señala una etapa recorrida en el infierno social de su vida pasada. Esta mujer se distingue completamente de las otras mujeres que hacen versos por su espantosa sinceridad”.
A los pocos días de publicado el volumen –que llegará a vender nada menos que cien mil ejemplares– el respetadísimo crítico uruguayo Alberto Zum Felde consagra a Clara Beter su glosa del diario “El Día” de Montevideo, comentando la desgarradora tragedia del alma sensible e intelectiva que percibía en la desconocida escritora, y llega a alucinar una biografía en la que, no obstante Clara Beter hace referencia explícita a “la Ukrania natal”, le atribuye origen polaco.
Castelnuovo, empeñado en convencer a la prostituta de escribir una novela y a la vez intrigado por el hecho de que dos de los poemas estuvieran mecanografiados, encomienda a dos amigos –el escultor Herminio Blotta y el escritor Angel Rodríguez– dirigirse la pensión de la calle Estanislao Zeballos de la ciudad de Rosario, que Clara Beter consignaba en el remitente de cada una de sus cartas.
No habiendo podido dar con ella, deambulan por las barriadas prostibularias hasta que sorprenden a una prostituta francesa escribiendo un epitafio rimado para la tumba de un hijo que acababa de perder.
–¡Vos sos Clara Beter! –exclama Abel Rodríguez tomándola por los hombros. E intenta besarla mientras exclama–: ¡Hermana! ¡Hermana! ¡Venimos a salvarte!
Sólo la intervención de un agente de policía y la nacionalidad francesa de la meretriz pudieron calmar al exaltado escritor quien, al no poder encontrar información alguna sobre la poetisa, atribuyó su enigmática desaparición a motivos de recato, por tratarse de una ex-mantenida o, tal vez, hasta de una mujer casada deseosa de ocultar su turbio pasado.
El halo de romanticismo que rodeaba a la misteriosa poetisa no hace más que aumentar y, junto a los ejemplares de “Versos de una….” que Zamora distribuía en todas las capitales latinoamericanas, su fama va mucho más allá y su obra es comentada en Santiago de Chile, Lima, Costa Rica… hasta que Israel Zeitlin, un joven repartidor de soda que aun no había cumplido los 18 años y que participaba de las tertulias bajo el alias de César Tiempo tratando de hacerse de un lugar entre los literatos, confiesa: Clara Beter soy yo.
Sugestionado por la recomendación que Platón le atribuye a Sócrates de que “Un poeta, para ser un verdadero poeta no debe componer discursos en verso, sino inventar ficciones” y, sobre todo, dirá tiempo después en tercera persona, “…ganoso de dar candonga a los camaradas mayores que se resistían a creer en los talentos del mequetrefe, el tal escribe una poesía dedicada a Tatiana Pavlova, la gran actriz ítalo-rusa que por aquel entonces arrebataba al público de Buenos Aires desde el escenario de un teatro porteño.”
En el poema, la supuesta autora se dirige a Tatiana, preguntándole si no se acuerda de su amiga de la infancia Kátinka (“esa rubia pecosa, nieta del molinero,/ la del número 8 de Poltávaia Úlitcha/ con quien ibas al Dnieper a correr sobre el hielo?”) nombre de la protagonista de “Resurrección”, novela de Tolstoi de gran popularidad en esos años. Y, como si las pistas no hubieran sido suficientes, el joven botarate usa el “gorkiano apellido ‘Beter’, amargo”.
Pero cuando hay ganas de creer, hasta los ateos creen.
Una tarde aciaga, el joven había deslizado los versos de su poema entre los originales de la revista “Claridad”, donde Castelnuovo y los otros colaboradores –entre ellos el propio autor de la cachada– los “descubren”.
Y puesto que una cosa lleva a la otra, ante el interés manifiesto de Castelnuovo, el joven atribuye a la prostituta poeta el domicilio de la pensión de la calle Estanislao Zeballos donde vivía su amigo Manuel Kirshbaum “dueño de una caligrafía pasmosamente parecida a la de Alfonsina Storni”, confesará el malhechor.
Si bien César Tiempo será expulsado del grupo de Boedo, a partir de ese momento merecerá el respeto por la calidad de su poesía que su corta edad le habían impedido obtener, recibiendo a cambio el negro odio de muchos de sus viejos amigos.
“No era una prostituta –declaró resentido Elías Castelnuovo– sino un prostituto”
viernes, 9 de diciembre de 2022
La verdad verdadera del gaucho Juan Moreira.
Fuera Moreira o Blanco, portugués o judío, en tiempos de Rosas el español había integrado el Cuerpo de Serenos y revistaba en la Mazorca, policía y fuerza de choque de la Sociedad Popular Restauradora dirigida por Ciriaco Cuitiño, hasta que, debido a algunos excesos, el Restaurador de las Leyes habría ordenado su ejecución. Como para seguir el culebrón, según algunos y como inspirado en la mitología griega don Juan Manuel habría enviado al mazorquero a Santos Lugares con una carta dirigida al comandante Antonino Reyes en la que le ordenaba fusilar al mensajero. En el caso de Blanco o Moreira, a diferencia de lo ocurrido a Belerofonte, la orden fue cumplida.
Criado por su madre María Ventura Núñez en las vecindades de Lobos y ya definitivamente apellidado Moreira, una vez mozo, fue peón en la estancia de los Correa Morales. Trabajador, jinete, habilidoso con la guitarra pero alejado de vicios como el alcohol, el juego y las riñas de las pulperías, en cuyas trastiendas reinaba la algarabía prostibularia, Moreira era fornido, de alta estatura, pelo castaño y tez blanca –“colorada” establece el prontuario policial– picada por la viruela. Como si hiciera falta más, respetuoso y de buenos modales, tenía que enamorar a la joven y presumiblemente bella Vicenta Santillán, quien contando con el consentimiento paterno, decidió compartir su vida, su rancho y su humilde catre, previo enlace, porque así de modoso y comedido era Moreira. Hasta ese fatídico día.
Quiso el destino que también pretendiera a la Vicenta un ruin sujeto conocido como don Francisco, Teniente Alcalde de Lobos, quien despechado y herido en su amor propio, comenzó a acusar a su rival de diversas irregularidades e infracciones, comenzando por multarlo con 500 pesos por haber celebrado una fiesta de bodas sin contar con su previa autorización.
Dueño de una tropilla, una majada y algunas cabezas de ganado, Moreira hubiera podido pagar la multa de no ser porque había prestado 10 mil pesos al almacenero Sardetti. Como corresponde, Sardetti negó la deuda y el rencoroso Teniente Alcalde, esperanzado en conseguir mediante malos ardides lo que no había podido obtener leal y decentemente, condenó a Moreira al cepo, por gaucho malo, matón y mentiroso.
Fue así que, sin jamás poder apartarse del destino de Fierro de gaucho engañado por el gringo ladino, y perseguido injustamente por una autoridad atrabiliaria, al ser liberado, mató en duelo criollo al bolichero, a don Francisco, a dos de los cuatro soldados que habían intentado aprehenderlo y se lanzó –o fue lanzado– a una vida de excesos y pendencias.
Tras algunos duelos criollos en los que despachó a más de uno, con la esperanza de “limpiar su nombre” entró al servicio de Adolfo Alsina, candidato a gobernador de la provincia. Su tarea: enseñar a los votantes a ejercer el derecho de sufragio en la dirección correcta. Al parecer, su eficiencia fue mucha y el caudillo porteño lo premió con un magnífico flete, con el que corrió en cuadreras, y una daga de más de 63 centímetros, cuyo gavilán en S el propio Moreira reemplazó por uno en forma de U, para detener mejor los hachazos de sus rivales.
Lejos de limpiarse, su prontuario se abultó: la fama lo expondría a permanentes desafíos de rivales que ansiaban ganarla a sus expensas, lo cual a su vez le valió más y mayores enemigos, como Juan Córdoba, teniente alcalde de Navarro, a quien despenó de 29 puñaladas en la pulpería de don Antonio Crovetto.
De ahí en más, montado en un bayo malacara al que –habladurías de puebleros ignorantes– jamás sacaba el recado para poder huir, y con la sola compañía de un cuzco llamado Cacique, su daga y dos trabucos, recorrerá la campaña bonaerense de Lobos a Bragado, llegando a buscar refugio en las inmediaciones de Junín donde se alzaban las tolderías de Simón Coliqueo.
Hacia 1872 retornará a la política, esta vez en el bando de Eduardo Costa, enfrentado a Adolfo Alsina en una nueva disputa por la gobernación. Convertido en “hombre fuerte” de Partido Nacionalista de Mitre, uno a uno va dando cuenta de los cuchilleros alsinistas José Leguizamón, Melquíades Ramallo y Juan Garroch.
Sumaba quince muertos cuando en abril de 1874, más de veinte policías de la Provincia conducidos por el comandante Bosch lo sorprenden holgando en la trastienda de la pulpería "La Estrella", en la esquina de Chacabuco y Cardoner, donde en la actualidad se encuentra el Sanatorio Lobos. Herido de muerte por la bayoneta del sargento Chirino, a quien, tras cercenarle cuatro dedos de un hachazo, hirió en el rostro con un disparo, antes de expirar con dos vómitos de sangre, todavía tuvo fuerzas para herir de gravedad a Eulogio Varela.
Ahí moría el cuchillero y comenzaba la leyenda. Su cuerpo permaneció expuesto varios días a la curiosidad pública y tres años más tarde, su cráneo fue sometido a los correspondientes estudios frenopáticos por el doctor Eulogio de Mármol, quien no encontrando malformaciones que explicaran su inclinación al crimen y no sabiendo qué hacer con él, lo obsequió a su amigo, el doctor Tomás Liberato Perón, quien tampoco consiguió llegar a conclusión alguna.
A la muerte de Tomás Liberato, el cráneo fue a parar al escritorio de su hijo, el oficial de Justicia Mario Tomás Perón, donde hizo las veces de pisapapeles hasta que el pequeño Juan Domingo pretendió usarlo para asustar a una niña de la vecindad, circunstancia en que lo que quedaba de Moreira cayó al suelo, perdiendo algunos dientes a manos del futuro Tirano Prófugo. En ese estado, junto con la daga, es exhibido en el museo de la localidad de Lobos.
Todo habría quedado ahí, como una de las tantas historias de gauchos alzados contra el sistema precapitalista de no ser porque Eduardo Gutiérrez tuvo la malhadada idea de convertir su vida en un folletín, que fue publicándose entre noviembre de 1879 y enero de 1880, en el diario La Patria Argentina.
Convertido en novela, el folletín inspiró al gran actor oriental José Podestá para presentar en junio de 1884 la pantomima “Juan Moreira”, momento inicial del teatro criollo y origen de una enorme cantidad de incidentes, entreveros y malos entendidos. No serían pocos los paisanos que, facón en mano, saltaran a la arena del circo en defensa del gaucho acorralado por la partida policial, poniendo en grave riesgo la integridad de actores y comparsas. Y Moreira seguiría haciendo de las suyas, mucho más allá de su muerte, que, según algunas actuaciones judiciales, tal vez hasta haya sido ficticia.
Cuenta Enrique Oliva en el prólogo al libro de Enrique Manson “El historiador del pueblo”, que en una oportunidad, cuando se desempeñaba como juez en Santa Fe, el joven José María Rosa hubo de juzgar a un mozo alborotador que se había visto envuelto en varias peleas. Recordaba el historiador que la madre del joven, una mujer criolla muy humilde, lo visitó para pedir clemencia por su hijo, único sostén de la familia. La mujer reconocía que, si bien su hijo era muy bueno, no era manso ni admitía ofensa alguna y jamás esquivaba el bulto al momento de meterse en entreveros en defensa propia o de sus amigos.
–Le han hecho fama de pendenciero –justificó la buena mujer–, pero él no tiene la culpa. Es que lo lleva en la sangre.
Relata Oliva que al escuchar este argumento, el juez le pide que le aclare eso de la herencia. Le mujer explica:
–Es hijo mío y de Juan Moreira.
Es fácil imaginar la sorpresa del magistrado, pero al no coincidirle las fechas y lugares, volvió a preguntar:
–¿Dónde conoció a Moreira?
–En mi pueblo –repuso la mujer–, cerca de acá… Vino con un circo.
(*) Teodoro Boot fue, además de un amigo, un prolífico escritor. Peronista, humorista, historiador, escribe sobre la comedia humana expresada por la lucha del pueblo argentino por su liberación desde la mirada inocente y cómplice a su vez de una «Clase un cuarto» dirían Victor y Hugo Muleiro, que se halla en los barrios. Es tan rica la selva y los jardines del peronismo que no pueden ser otra cosa que fascinantes.
En el decir de su amigo Leonardo Killian en esta semblanza escrita en ocasión de su reciente partida:
“Teo”-
Con ese aspecto de un escritor ruso de fines del S.XIX, de un bukowski porteño, o de un gaucho matrero (esa te gustaba más) Teodoro Boot (el nombre de guerra de Raúl Blanco) es (me cuesta decir fue), entre un montón de oficios terrestres, un escritor polifacético. Me corrijo, un gran escritor y un excelente analista de nuestra historia, de la economía y, sobre todo, de la cultura popular de los argentinos.Escritor de manuales de mitología y de desopilantes novelas, es (me niego a decir fue) el que mejor retrató al peronismo de los barrios, especialmente de su querida Paternal; ese de los primeros años de la Resistencia. Creador de una saga donde la historia real y la ficción se tejen con personajes entrañables, héroes anónimos y de los otros, los que están en la memoria colectiva como lo que fueron, los asesinos del pueblo. El que mejor recogiò el legado de los viejos radicales irigoyenistas. Soñaba con juntarlos a todos.
Jamás tuve una charla con él que no fuera en un bar o en uno de esos lugares de su culto personal (me niego a llamarlos restaurantes) donde se Juntaba a comer con sus compañeros y amigos. Jamás.
En un increíble, por lo casual, viaje en tren a Mar del Plata donde compartimos el mismo vagón junto a Mirta y a Susy, la larguísima charla (que duró lo que el viaje) sucedió, como no podía ser de otra manera, en el salón comedor.
Para alguien que ha llevado una vida mediocre y conservadora, escuchar a Teo era sumergirse en la aventura de un tipo que parecía haberlo vivido todo (ya estoy escribiendo en pasado).
Sus viajes por casi toda América (otra que Kerouac), por España, su vida de paisano trabajador de un campo en Entre Ríos, sus mil y un andanzas en la complicada política peronista. La cárcel o la vida de los pájaros, la literatura o la mejor manera de cocinar un pescado o las variantes de la música litoraleña. Que placer escucharte amigo.
Querido Raúl, tan generoso como para ofrecerme prologar dos de sus libros. Libros que me hicieron reír, llorar, y añorar lo que apenas viví muy de lejos o que apenas intuí.
La muerte de los otros, de los queridos amigos, me produce un sentimiento egoísta. Ahora que el corazón está tan lleno de ausencias, puteo y puteo ¿por qué me dejaron?
Porque ahora estoy más solo. Como lo sentí con Rodolfo, con Jorge, con Carlos, con Beto y todos los queridos compañeros de la vida que se fueron y que extraño tanto, tanto.
Me dicen que un rayo te fulminó esa bella y noble cabeza. Que todavía respiras pero que ya nunca vas a volver a abrir los ojos, ni a hablar ni a sentir ni a andar con tu paso rengo por esta vida que embelleciste con tu literatura. Qué paradoja desear que te lleve la muerte, amigo del alma.
Te voy a extrañar hasta el último día de mi vida.
Anexo:
CONVERSACIÓN ENTRE PERONISTAS CON EL ESCRITOR TEODORO BOOT
Reportaje de Martín García para «Fuera de Agenda» su programa de la MUGICA TV 26/09/2019
martes, 21 de diciembre de 2021
LA BOTELLA DE GRAPA
Don Egidio, zapatero remendón, tenía su taller y vivienda, en la calle El Salvador, casi esquina Salguero. El olor a cuero y a madera vieja, lo dominaba todo en aquella casa.
Siempre imaginaba a todos reunidos en torno a la mesa del comedor y al viejo descendiendo al ominoso y oscuro sótano en busca de la legendaria botella, ya que allí, era donde él guardaba sus brebajes.
Imaginaba el brindis de aquellos viejos inmigrantes emocionados, el gallego por su primer nieto y el bis-nono calabrés por estrenarse como bisabuelo.
Pagaría por conocer las fantasías y sueños de esos hombres, la aventura de llegar a otras tierras, formar una familia, tener hijos, un negocio, un oficio, una profesión y ahora, este posgrado, que suponía, la proyección de sus sueños en ese niño recién llegado y en todo lo que podría llegar a ser.
Pensar esto me hacía sentir importante, tanta gente alrededor de la botella pensando en el futuro y cinchando por mi… sin embargo, esa sensación se fue desdibujando con el correr de los años, y aunque hace ya mucho tiempo que no he vuelto a saber de la vieja botella, seguramente perdida en algún paraje a causa de los trajines de tanto edificar y derrumbar presentes.
Esa sensación, ese optimismo, han devenido en tristeza, melancolía y profunda decepción, al corroborar que al fin de cuentas, los sueños de aquella gente han quedado esparcidos en un mar de sargazos, junto a los restos de un naufragio terminal. Ya soy viejo, el futuro ya pasó y las nobles expectativas de aquellos hombres se han visto traicionadas por los años. Todo el panorama, aunque, sin los “Pergaminos del gitano Melquiades”, se asemeja en demasía, al triste y definitivo final de todas las estirpes condenadas, a “Cien años de Soledad”.
Jorge Tejera.
miércoles, 13 de octubre de 2021
LA VIUDA DE GARDEL.
Nació en Buenos Aires el 27 de abril de 1913. Se llamaba Isaac Rosofsky. Y aunque cambió su hebraico nombre por el británico seudónimo de Julio Jorge Nelson, el cachador ambiente del tango lo conoció por La Viuda.
lunes, 30 de agosto de 2021
SOBRE MI CABEZA, EL SOMBRERO...
Pero el siglo no cumplió sus promesas, las guerras por la libertad dejaron paso a las contiendas de la codicia. Las nobles causas perdieron brillo y la cancha se embarró. La vida se fue apagando, mutaron los oficios, ya no hubo donde volver, tampoco donde ir, restaba solo esperar, darle de comer al canario, atrapar algún miserable rayo de sol en una mañana cualquiera y con la mirada fija en algún punto remoto de las cavernas del adentro, seguir maldiciendo a ese Dios. que de tanto negarlo una vida entera, ahora una vez ido, ahora que ya nadie lo nombra, comenzamos a extrañarlo dolorosamente, como a un camarada muerto.
Tanto se ha escrito y oído de una edad de oro,de un mítico granero de vaya saber que mundo, que nadie ha echado en falta crónica alguna, acerca de fantasmales y vencidos quijotes, vagando sin descanso, los amargos eriales del olvido.
martes, 15 de junio de 2021
TRELEW, NICOLA & BART.
Estamos caminando por Avenida Patricios. El límite de la Boca y Barracas. Al menos el límite que nosotros conocemos mas allá del catastro municipal.El Lobo está mirando las construcciones. Hace unos minutos estuvimos en el viejo edifico de California y Avenida Patricios, donde funcionaba la fabrica Noel.
Habíamos ido a recorrerla acompañados por la inmobiliaria que desde hace años trata de vender ese predio, sin demasiada suerte. Entonces la alquilan para producciones de publicidad o para tomas cinematográficas.
Eso es lo que el Lobo había ido a averiguar ya que está interesado en producir una película y había ido a ver a Suar y Campanella.
- Son dos turros egoístas. Y el peor ese pasota de Campanella que solo por haber ganado el Oscar piensa que no debe comprometerse, además de creerse con derecho a producir todo el contenido del canal Encuentro.
- ¿ “Solo por ganar el Oscar”? Me parece que te fuiste a la mierda. Ganar el Oscar no es “solo”, es “todo”- Le respondo cortante
Hace como que no me escucha. Y se vuelve para mirar la fábrica Noel mientras, con los pulgares y los índices de cada mano, hace un cuadro y simula un enfoque.
- Carlos Noel, el fundador de la fabrica era vasco. Y su nieto, Carlos también fue presidente del Unión Industrial y Alvear lo llamo para que fuera Intendente de la Ciudad
- Uy…Intendente , Como Macri… –digo, para empujarlo un poco a que saque un tema
-
- Perdon- me corrige- Mauricio es Jefe de Gobierno- como sus alcahuetes y los alcahuetes de los medios que le dan soporte lo recuerdan…-
- Ahá -
¿ Qué día es hoy ? – pregunta, aunque se de antemano que sabe perfectamente que es 23 de Agosto, las vísperas de un aniversario más de lo que llamamos la masacre de Trelew.
- El día siguiente al aniversario de la masacre de Trelew- comento
- Estimado amigo me alegra que conserves memoria histórica. La masacre de Trelew represento para nuestra generación un símbolo de unidad en la lucha.
- Si recuerdo cuando se hizo el velorio en la sede del Partido Justicialista. Esa fue una decisión de Cámpora antes de las elecciones del 73.-
- Ese día estuvimos en la sede de Avenida La Plata y como era habitual, cobramos. La policía que la comandaba Villar, pego hasta cansarse.
En esa época al lobo le gustaba tocar la guitarra y a veces particpaba de alguna banda de rock. Yo en cambio militaba a tiempo completo, mientras estudiaba en la Universidad.
En mi tiempo libre hacía algo que siempre me gusto hacer: levantarme minas…
- Si. Fue un día de mucho bardo. De adrenalina…
Saca un cigarrillo y ceremoniosamente lo lleva a su boca, con una rara maniobra de sus dedos. No sé por qué hace esas cosas ya que a veces el cigarrillo termina en el suelo. Pero al Lobo no le gustan las cosas fáciles…
-
- Acá cerca está el viejo local de la F.O.R.A. la federación obrera anarquista. La Boca tiene esto – y señala en su derredor- más profundo, más rico que Caminito y la pizza de Banchero. De acá salió el apoyo básico a Palacios el primer diputado obrero de América Latina, cuando era un dirigente de la lucha social y no el monigote del sistema en el que después devino.
Es cierto lo que dice. Se respira en esas calles con casas de chapas, chicos jugando en la vereda y basura en las esquinas, que allí no solo hay vida sino una inmensa historia, que aun no se conto.
En la vereda de enfrente dos muchachos, fuman un porro en la galería de una casa vieja. Quizas sea una casa tomada…
- Los anarquistas eran luchadores honestos. Comprometidos.-
De pronto se detiene y me dice:
- Ahora entiendo por qué te pregunté qué fecha era hoy. 23 de Agosto, es un aniversario del asesinato de Sacco y Vanzetti. Todo este entorno, la riqueza inmanente de este barrio lo trajo a mi inconsciente.
Trelew…Sacco y Vanzetti. Parece que el espíritu de los luchadores está presente hoy. Por lo menos para nosotros dos amigo…
Hace una pausa:
- Quizás las nuevas generaciones no tengan demasiada información sobre esto que hablamos. Pero me gustaría que de tener información no fuera la de las meras efemérides. El recordatorio políticamente correcto. Sacco, Vanzetti o los nuestros Pujadas, Haidar, Bonet, eran personas comprometidas. Que amaban, que tenían ilusiones, algunos de ellos tuvieron hijos.
Se lo que está pensando. Ahora, como tantas veces, su cabeza estará clavada en algún momento de su juventud. Pensando que dejo muchas cosas en la juventud, por comprometerse con sus, nuestras, ideas. Y a veces a esta altura se que siente bronca…
No por la elección, sino por lo que el cree una falta de reconocimiento.
A veces me parece algo débil de parte de él, creer que el reconocimiento es una moneda esperable en la vida.
- Mira me dice. Todo está manejado desde el universo
Lo miro por encima de los lentes: - ¿Te volviste místico chabon?
- ¿Decime qué hora es?
- La una
- ¿Y que tenemos ahí enfrente?
La esquina de Quinquela y Avenida Patricos. El restaurante Quinquela. Un bodegón adecuado a los tiempos, que permite que vayan turistas y cristianos de a pie. Como el Lobo y yo.
- Canelones con bolognesa
- Yo, ravioles con salsa a la crema
- ¿Syrah?
- ¿Y como no?
Al entrar la vimos a Valeria. Una de mis compañeras de tango. Me gusta esa mujer. Pero es muy joven para mí. Y aun, cuando me cautiva su perfume cuando bailamos, mi corazón sigue perteneciendo a Mi Dama. Como el corazón noble de todo hombre que solo sabe amar una vez…
LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE
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