miércoles, 4 de enero de 2012

Que se vayan todos…!!!

- Buen fin y mejor principio !!-vocifera Ernesto mientras saluda con su mano cargada de enormes dedos a un transeúnte que va por la vereda de enfrente

Estamos en la esquina de Roosevelt y Monroe, en el corazón de Villa Urquiza
Ernesto nació en "VillUrca" hace 63 años y es un bailarín excepcional de tango como corresponde a alguien que frecuenta con orgullo al club SunderLand

Su frente esta arrugada, no tanto por los golpes de la vida, sino por un gesto
repetitivo que lo lleva a elevar las cejas, abrir sus grandes ojos marrones y poner sus labios en posición de silbar.

- Puuucha !! Sabes Loyolita cuanto hace que no veo a ese cristiano !!

Se limpia los dientes pasándose la lengua groseramente por ellos.
Luego escarba el espacio que existe entre sus dos dientes incisivos superiores con el canto de la uña de su meñique

Entonces toma otro puñado de maníes y con la boca llena de ellos exclama :

- Ese era igual que yo, antiperonista hasta la médula y ahora si la tocas a Cristina te boxea!!- Y lanza una carcajada en la que vuela su bonhomía y la piel de algún maní


Conocí a Ernesto durante los finales del 2001 y el primer semestre del 2002. En esa época dividía mi tiempo trabajando en Brasil para un proyecto de software y las asambleas barriales de Villa Urquiza que se hacían enfrente de este café. El “Café de la U"

Ernesto en esa época ya llevaba tres años trabajando en un remis de su propiedad

- Soy un busca - me decía. mientras la amargura se filtraba por sus pupilas y ponía en su rostro un seriedad que hería por su fiereza y más que nada por su desubicación en esa cara.

Una cara acostumbrada a sonreír.

Durante 25 años había trabajado- "sin faltar un puto dia"- en la Phillips, en el barrio de Saavedra en el límite con la General Paz.

Y en 1999 lo despidieron. Y, si hay personas que nacen después de los 40 o los 50, Ernesto fue uno de ellos.

Durante los agitados, angustiantes y, por eso mismo, hermosos días de fines del 2001 y todo el 2002, Ernesto paso de ser un representante del "ala derecha de los taxistas" a un asambleario democrático, incisivo que aprendió la palabra humildad.

Dejo de ser ese estereotipo de idiota porteño que siempre se siente seguro lamiendo las suelas de la clase alta y desdeñoso cuando esta cerca del humilde, del criollo, del "cabeza".

Ese estereotipo que tan bien representan ciertos taxistas que aman opinar igual que como ellos creen que opina ese caballero o esa dama que transportan: Una especie de Susana Giménez, Gonzalez Oro o Chiche Gelblung.
.
En esas asambleas más que elegir la democracia directa- como teorizaban algunos europeos que se acercaban a ver el “fenómeno” - quizás cada uno de nosotros se consolaba y se animaba viéndose al lado de su vecino. De su igual

Y esa igualdad nacía de las más duras condiciones que la vida nos propone y de la que salimos mejores si seguimos a pie firme.

La privación, la incertidumbre, la angustia y la adrenalina eran maestros que todos los días tocaban con sus temas a esos ciudadanos de clase media que veían moverse el planeta bajo sus pies.

Y esa igualdad generaba el más noble, según mi modesta opinión, de los sentimientos humanos: La solidaridad

Y Ernesto traía en esos días la escuela solidaria que tantos porteños aprendieron en sus hogares maternos, en esos barrios de buena gente que solo por la fuerza irrefrenable de la propaganda, las derrotas populares y las humillaciones termino creyendo que la palabra del enemigo era su palabra y que el Leviatán debía reemplazar la imagen del Jesús Crucificado.

En la esquina siguiente a la que estamos ahora, en Pacheco y Roosevelt , Ernesto con la ayuda de unas vecinas y vecinos preparaba todas las noches ollas enormes con sopa, puchero o polenta y eso se repartía como mana para los hombres ,mujeres y niños que venían a “cartonear” desde San Martin, José León Suarez y otros barrios del conurbano,

Y Ernesto movía un enorme palo de escoba que actuaba como cucharon, daba órdenes para agregar fuego por aquí o poner mas choclos en aquella olla.

Parecía el capitán de un barco, No de uno que se hundía sino de uno que luchaba con ese maravilloso empeño que a veces ponemos las personas para llegar allá, donde habitan nuestras esperanzas, la maravillosa tierra de Utopía.

Estamos sentados en una mesa, en la vereda del bar.
Es un hermoso día de Diciembre y la fecha nos lleva compartir una copa por el fin de año,-

- Allá ves en la otra esquina – le indica al Lobo - Allá preparábamos las ollas- y sus ojos se quedan mirando esa esquina buscando algo que ya no esta.

- Y venían los pibes y las madres y morfaban. Sabes que polentas y que pucheros preparaba ¡!- Y sus cejas se elevan y pone su boca como para silbar

- Es notable como surgía la solidaridad en esos días. Como se armaban ferias de trueque, ollas populares, economías básicas para cambiar un servicio que se necesitaba por otro que se podía dar- acota el Lobo

El también tiene la mirada perdida sobre la esquina de Pacheco y Roosevelt. Seguramente esta reflexionando también sobre un año que no fue el mejor para él.

- Mis recuerdos personales de esa época me traen a la memoria ese espíritu igualitario y operativo. Algo así como: Vamos a hacerlo por nosotros mismos.
- Y muchas veces he reflexionado sobre eso Ernesto- le dice mientras le convida un cigarrillo, algo que habla del espíritu de la charla ya que el Lobo no es afecto a convidar de sus cigarrillos.- No alcanza nunca con el empuje o la iniciativa individual por mas que se fomente a partir de la solidaridad y el espíritu social. Parece que los humanos necesitamos estructuras más fuertes, naturalmente conducidas por otros humanos.

Cuando se gritaba:

Ohhh…
que se vayan todos,
…que no quede
ni uno solo!!!

…salía la rabia primaria. El enojo vital de aquel que no se rinde pero que esta despechado. Desolado. Sin respuestas

Y luego se buscan respuestas. Siempre necesitamos respuestas. Para la acción o para quedarnos en paz. Siempre respuestas.

- La reflexión vale tanto para hoy como para diez años atrás. Creo que nos equivocamos Ernesto si creemos que se llego a la cima.Si relajamos nuestras demandas y expectativas vamos a la lona


La frase el Lobo no es casual. Ernesto enseña boxwo desde hace años en el barrio. En otro club mítico, el Rio De La Plata-
- Usted entrena boxeadores amateurs, verdad? Si usted ve que su pupilo esta ganado una pelea. ¿Le dice que se relaje o le dice que la termine?

- Que la termine ¡! – Ernesto pronuncia la frase levantando sus hombros como indicando una obviedad

- Entonces acá es lo mismo, Ernesto, Porque si el otro se levanta o se despabila, nos va a querer cagar a piñas


Ernesto levanta las cejas y con su trompa lista para silbar dice: - Mieeerda… mejor no dejarlo hablar a usted, Lobo, ¡!.

Se sirve mas vino, un Merlot riquísimo que el dueño afirma tener escondido desde aquellos días de inicio de siglo.
Aunque Ernesto dice que es mentira y que seguro es de hace un par de años.

- Este siempre fue un culo roto igual que el viejo.

No podemos desmentirlo. Pero el vino es realmente rico y con cuerpo y el queso Mar Del Plata lo acompaña.
En la esquina de Pacheco van llegando los cartoneros.
Eso, por ejemplo, no cambio desde ese final trágico de la contrarrevolución neoliberal
Y aunque ya no necesitan de ollas populares para tener comida, su trabajo y las condiciones en las que lo hacen nos hacen tener presente que el rival está ahí.
Delante nuestro, y que como un boxeador hambriento de gloria va a pelear hasta el final.
Hasta que uno de los dos caiga.
Entonces pensamos que tenemos mucha tarea por delante, y que el grito de “que se vayan todos” fue solo un hito.

Un momento en la vida en el que la rebelión ayudo a superar el desanimo, pero no cristalizo en lo que enunciaba.
El camino que hoy esta abierto nos pone felices frente a todo lo que se avizoraba para el pueblo en eso días de principios de siglo.

Pero es eso. Un camino a recorrer que será una estela en la mar a medida que lo transitemos y sepamos hacer de cada paso una construcción.

Que se vayan todos!!.
Si ¡
Que se vayan los fantasmas
Y el aroma ocre del hambre

Que se vayan los rastacueros
Y los que quieren parecer lo que no son
Solo para sentirse cerca de sus amos

Que se vayan los que dicen mentiras
Por ejemplo, nosotros mismos
Cuando no tenemos el valor de enfrentar la verdad

Que se vayan todos
Los que arrugan
Los que asesinaron
Los que traicionaron al pueblo
Los que entregaron los derechos obreros

Que se vayan los que no quieren la lluvia
El mate bajo un techo de chapa
La siesta a la sombra de un árbol
O el asado con quienes queremos

Que se vayan los que no se sientan de esta tierra
Porque los que estamos aqui, la amamos
La cuidaremos
Y haremos de ella el lugar digno para nuestros hijos,
Y los hijos que de nuestros hijos vengan

Ernesto levanta su copa y brindamos.
Alguna vez les contare cuando Ernesto me entrenaba para torneos de kick boxing. Pero eso seguramente será en otra charla con el Lobo Alpha

Ebais

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